Sean Vegezzi fotografía el lado secreto de Nueva York

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Sean Vegezzi fotografía el lado secreto de Nueva York

Le gusta meterse a los ductos de los elevadores y hacer que la policía lo persiga por los cementerios.

Sean Vegezzi es un fotógrafo joven que vive en Nueva York, y a quien le gusta meterse a los ductos de los elevadores y hacer que la policía lo persiga por los cementerios. Lo mejor de todo es que siempre hace esto con su cámara, así que tenemos pruebas. Quizá recuerdas la increíble foto de portada que tomó para uno de nuestros números del año pasado.

A sus 21 años, Sean está a punto de publicar su primer libro, I Don’t Wanna Grow Up, en el que explora esa etapa de la adolescencia en la que ya se es demasiado grande para emocionarse con un helado, pero no lo suficiente para comprar cocaína.

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Lo contacté para pedirle que nos dijera qué esperar y para hablar sobre las penas de crecer. VICE: Hola, Sean, ¡lindo libro! Dices que te tomó cinco años hacerlo, ¿supongo que estás muy emocionado de verlo impreso?
Sean Vegezzi: Para ser honesto, estoy muy impresionado con mi persona. Siempre supe que hacer un libro sería un proceso introvertido, pero nunca pensé que lo disfrutaría tanto. ¡No sabía que quedarme solo en casa pudiera ser tan maravilloso! Antes de febrero del año pasado, tenía una de estas aventuras todas las noches. Casi nunca dormía en casa.

Suena a mucho trabajo. ¿Cómo te iba en la escuela?
La prepa fue una época difícil en muchos sentidos. No me quiero quejar, pero esperaba poder estudiar en la escuela de arte de los 14 a los 18, pero el consejo educativo me rechazó y terminé en la escuela de ciencias. Sólo quería huir de clase. Llegaba a la escuela después de huir de la policía en el cementerio, en las afueras de la ciudad, o algo parecido, y casi no tenía energía para las clases de la mañana.

Eso apesta. ¿Crees que estar en ese ambiente te motivó aún más a hacer tus propias cosas? En lo personal, extraño tener un enemigo ante el cual rebelarme. Volarse clases no es tan divertido si no tienes algo interesante que hacer, ¿cierto?
Definitivamente. Eso es lo que implica la transición de adolescente a adulto. Una vez que pierdes esa red de personas que todo el tiempo te cuestionan o te critican, todo depende de ti y ya no hay nadie contra quién luchar. Es extraño. Creo que muchas personas dudan durante esa transición y creo que mi libro aborda ese tema.

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También trabajaste medio tiempo en el estudio de Annie Leibovitz mientras estudiabas. ¿Cómo fue eso? ¿Le viste las tetas a Miley Cyrus?
Trabajar en el estudio de Annie me salvó. En los ojos de muchas personas, probablemente no sería nadie sin la experiencia y las referencias que obtuve ahí, además aprendí mucho más en su estudio que en la escuela. Todos me aceptaban como era; una vez le marqué a mi jefe después de que me arrestaran. Estaba asustado de faltar al trabajo, pero me dijo que no había ningún problema. Nunca me juzgó. Quedé muy sorprendido, en el buen sentido. Siempre me apoyaron mucho con mi trabajo. Suena a que eran personas geniales. Mucha fotografía sobre la “exploración urbana” se puede sentir un poco excesiva y aburrida, pero tus fotos se concentran más en las experiencias dentro de los espacios que en los espacios mismos. Supongo que lo podríamos llamar retrato urbano. ¿Qué te inspiró para trabajar así?
La fotografía era una manera de complementar lo que ya estaba haciendo, que era tener aventuras con mis amigos. Siempre pensé que tenía que sacarle provecho a mi adolescencia y siempre me daba miedo no estar viviendo los suficiente, así que casi nunca estaba en casa. Intentaba salirme de ahí lo más rápido posible y motivaba a todos mis amigos para que me acompañaran. Simplemente caminábamos por Tribeca y entrábamos a cualquier lugar. Nos divertimos mucho en lugares que no estaban diseñados para peatones. Ductos de elevador, azoteas, corredores de mensajería, túneles de escape, áticos…

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Eso es en parte lo que hace que tus fotos sean tan interesantes; todos los escondites que encontraste explorando esta ciudad.
Sí, los llamábamos “missioners” cuando éramos pequeños. Salía con mi cámara digital, me subía por todos lados, regresaba a casa y veía las fotos en la computadora con mis amigos. Tenía como once en aquel entonces.
 
Al final de tu libro hay mucho texto contemplativo y retrospectivo, ¿eso es porque ya creciste?
Eso es lo que todos piensan del texto y me gusta. Las cosas ya no son iguales, y eso es natural. Odio la idea de extender la juventud. Esos fotógrafos mayores que fotografían a la juventud, y que abundan por todos lados, me dan asco.

Apenas eres un adulto…
¡Lo sé! No quiero sonar como un abuelo. El libro tampoco marca el fin de este trabajo, todavía hay mucho que quiero hacer y no pienso abandonarlo pronto. Pero sentí que esas palabras tenían que acompañar a las imágenes. Por último, todos los textos le dan crédito a Abeline. ¿Quién es ella?
No recuerdo el tiempo antes de Abeline. Nos conocemos desde que tenía tres años. Abeline y yo siempre hemos alternado entre periodos en los que nos vemos todos los días y periodos en los que no nos hablamos por largo tiempo. No es que nos cansemos de nuestra relación, sólo que tenemos caminos muy diferentes. No tenemos una relación física, si eso estás pensando. Aunque a veces intento convencerla de que nos demos unos besos. A veces le gusta. Buena suerte con eso, Sean. ¡Y gracias!
 
I Donʼt Warna Grow Up será publicado por Fourteen-Nineteen y lo puedes pre ordenar aquí.

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