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En realidad, Yo Quisiera, que vendría a ser un Al Salir de Clase con redes sociales, móviles y portátiles por medio, es un prodigio del disparate y la inconsciencia. Su protagonista es una chica de 17 años que tiene un blog de moda con más de mil seguidores y que en el primer capítulo se enamora de un pajarraco que casi le dobla la edad, aunque en la ficción éste aparente tener unos cuantos años menos. Uno de mis recursos favoritos de la ficción española es ese empeño en elegir a actores ya creciditos, a punto de llegar a la treintena, para que encarnen a menores de edad como si no pasara nada. Gorrita girada, sudadera, lenguaje enrollado y tira millas. Nadie se dará cuenta. Y si se da cuenta que se joda.Las escenas relativas al blog son demenciales: descripción de outfits, estilos y tendencias, juegos visuales con distintas combinaciones de color y la voz en off de Lana, el personaje principal, encarnado por la actriz y cantante Lucía Gil, dando todo tipo de explicaciones y consejos sobre moda. Lenguaje sofisticado e irreal –¿Boho Chic? Venga, hombre– dirigido a un público preadolescente que no ha utilizado un diccionario en su vida. Y las blogueras, mientras, en su casa a punto de sufrir un ictus viendo de qué forma se presenta en una serie de televisión su mundo de looks, prendas y demás contenidos habituales en sus páginas. Frank, no te merecemos, compadre.
Aquí no acaba la cosa. No sé si es consciente o inconsciente, pero las 'villanas' de la serie son pijas y sudamericanas. Ricachonas con acento entre argentino y venezolano. Nuestro guionista favorito se ha inventado un instituto hispano-americano en el que conviven españoles y sudamericanos de procedencia aún desconocida. ¿Os imagináis que en Compañeros o Al Salir de Clase media serie estuviera hablada con acento de La Moraleja y la otra con acento de culebrón noventero? Da igual: aquí es una realidad que horas después seguimos sin entender, pero ahí está. Y es adorable. Las chicas buenas, que tienen habitaciones de ensueño y son románticas bobaliconas, hablan madrileño; las malas, que son unas hijas de puta superficiales y envidiosas, hablan el español que más lo peta en Miami.