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Sexo

La tienda porno más grande del mundo

Tres pisos y más de 50 mil razones por las cuales amarías esta tienda.

Entre las capas de los pequeños negocios en Porto Alegre se esconde la tienda de Zil, en el punto G del antiguo barrio bohemio de BomFim.

Las góndolas de porno están bien expuestas en el almacén, montadas en la parte de arriba de la vitrina, húmeda y oscura. Van del papá a la mamá; del lésbico al gay y de allí al travesti; del travesti de Tailandia y al travesti de Corea; de la zoofilia de Europa oriental; a la escatología con jóvenes, con gordas, con viejas, con guiones adaptados de Hollywood; con lo que sea, los títulos de esta colección llegan a 26 mil DVDs, en adición con las copias en VHS, que son más de 25 mil. Así, la tienda Zil supera los 50 mil productos pornográficos y se autodenomina como "la mayor empresa de alquiler de videos porno del mundo".

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“Yo estuve en muchas locaciones de este género. Sao Paulo, por ejemplo, también tiene mucho porno, pero no con el contenido en la misma tienda”, cuenta el feliz propietario, Hilton Zilbernkop.

El lugar tiene tres pisos, con un área de más de 600 metros cuadrados, llenos de infinitos artículos de educación sexual. La cosa está bien desorganizada. “Un elefante blanco" (como le dice el dueño de la tienda), que dentro de su caos, tiene cierta lógica en la separación de los géneros. En el tercer piso, los gays. En el primero, la diversión del VHS retro. Por la antigüedad de las cintas se puede deducir que en esa época estaba de moda el festival de pelos púbicos crespos, mientras que, en los DVDs de ahora, los peinados en la vagina cambian; son depilados, inclusive en la zona media entre los labios. Otro atractivo es la vitrina donde están las parodias de Men in Black, Superman, The Nanny, Whore of the Rings, Sluts and the City, entre otros.

Hilton es divertidísimo.Trae puesto un leggin de color naranja, que combina con un saco  rojo y una pañoleta amarrada en su visera. Da un aire a los años 70. Es el dueño de Zil desde 1988, cuando se unió a su hermano Celso, pionero en este tipo de establecimientos. El joven judío parece haber salido de una película brasileña; habla rápido, como un adolescente que quiere ir al grano, y sigue manteniendo un buen físico, a pesar de estar por los 50 años.

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Estoy pensando que con diez minutos de conversación, Hilton, podría llevar a cualquier chica a su cama. Pero hasta ahora su parla no le ha funcionado. En su vida de soltero, la relación más larga que ha tenido duró tanto como una película de porno.

El chico se hizo cargo de la dirección artística de la tienda en los años posteriores a la dictadura. En ese momento, el sexo y el matrimonio eran sinónimos. El pueblo esperaba que, con el fin de la censura, llegaran más culos a la televisión. "Tomé la censura contra el sexo explícitamente, entonces, no mostraba la desnudez directamente. No podía grabar culos pelados, solo algunas partes desde ciertos ángulos”, dice. Con el surgimiento de la producción doméstica, lanzada al final del gobierno militar, con películas como Atrás da Porta Verde (Detrás de la puerta verde), y Garganta profunda, la apertura comenzó a darse de forma determinada. "En ese momento, las personas que no tenían nada, pensaban más", se ríe.

Los años 90 fueron el éxtasis de la industria del cine para adultos, con el bombardeo de VHS con la playboy de turno Adriane Galisteu. Las tiendas de video se empezaron a reproducir como conejos. La táctica de Zil, para atraer clientela, fue apostarle a la industria del porno que, después de la dictadura, fue una novedad. "En los años 90, el mercado estaba elevándose. Venían actrices. Era caro. Por un alquiler de película en VHS se pagaban 40 reales (aproximadamente 35 mil pesos). Y los distribuidores empezaron a crecer también”,  dijo Hilton, quien ha hecho lanzamientos internacionales como The Uranus Experiment. Para la promoción tenían actrices como Silvia Saint, de República Checa, y Tania Russof, de Brasil.

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Fue así como, valientemente, ha logrado mantener las puertas abiertas hasta hoy. Con diferentes opciones de género, los clientes de Zil siguen consumiendo en la tienda. A pesar de la llegada del internet, y el porno gratuito, Hilton sigue renovando los DVDs todos los meses.

"La clientela exige y pone presión", dice el empresario. Hay incluso los que viven lejos, como Carlos (el seudónimo de un comprador), quien es un vigilante de 30 años. Es un cliente que vive en Viamão, y no tiene internet en su casa, por lo que alquila DVD con Hilton. Tiene una cláusula de cuatro años, y paga 9 reales (cerca de 7 mil pesos) por película. El dueño de la tienda jura que el tipo sale con 29 películas bajo el brazo. "Pero no es una para cada día del mes, porque dura dos semanas con ellas", bromea.

Con 27 años en el mercado, Hilton ha visto crecer a su clientela, casarse, separarse y cambiarse de género. Siempre los mantiene en incógnito. Él habla de ellos, pero sin usar sus verdaderos nombres. No los juzga por las películas que elijan. “Yo no compro las películas para mí, sino para quien alquila. No ofrezco demasiado, pero sí para todos los gustos”, plantea.

Detrás del mostrador, la conversación es diferente. El oficial Peter Michelotti, de 20 años, trabaja en estrecha colaboración con Hilton desde que cumplió la mayoría de edad. Conoce la tienda como la palma de sus manos y sabe identificar exactamente qué tipo de películas hay para sus clientes. "Hay chicos que entran y preguntan en voz baja por películas, y terminan saliendo con un montón de DVDs de travestis y yo les digo: ‘te gusta, la cosa, ¿no?’".

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Así pasan sus tardes en el ir y venir de los clientes. Los comentarios por chiste son más frecuentes que los que estremecen. "Después de tanto tiempo trabajando aquí, no te escandalizas", dice el dueño. "El mayor escándalo es la escatología, en mi opinión. Yo lo veo todo como una comedia".

Ahí se ven historias de toda clase. La de Gerson, por ejemplo. Este hombre ha estado casado por 14 años. Durante la última década, las cosas con su mujer se enfriaron y no lograban tener relaciones sexuales. De bar en bar, conoció a diferentes personas hasta que llegó a Zil. “Fue a través de un amigo. Tomé las primeras películas para intentar revivir mi matrimonio. Fue como volver a ser un adolescente. Puro pajeo. No lograba imaginarme a una mujer jalándomela”, dice.

Así, Gerson se dio cuenta que estaba jugando para el equipo equivocado. “Fue un autogol muy fuerte”, bromea y explica cómo descubrió que esas películas, con inclinación gay, le aclararon el panorama. “Puedo tener una mujer porque también me excita, pero me di cuenta que lo mío son los hombres”. La relación con la esposa continúa y Gerson frecuenta el porno de internet para satisfacerse. Tienen un hijo de cuatro años. “No sé si ella sabe. Si lo sabe, no le importa. De pronto es gay. Tocará traerla a Zil a ver qué tipo de película escoge”.

Las mujeres de carne y hueso, que están en Zil, son pocas. Gran parte de ellas entran directamente a los corredores de cine lésbico. Sin un sistema de información es difícil saber cuál es el perfil predominante de la clientela y cuál es el mayor género escogido. El gerente de Hilton cuenta que el 90% del público de la tienda es masculino. Al observar el lugar, se evidencian los tipos que pasean, cerca de media hora, por los corredores. Ojean las cubiertas y voltean a la parte de la sinopsis que, en vez de tener largas historias (como antes) muestra una explicación gráfica de los contenidos: fotos de los mejores momentos de la película.

De tanto refregar la chocha y cosas de ese tipo, Hilton perdió el contacto hasta con el urólogo. Es como trabajar en una cafetería y después no reconocer olores. “No soy de esos que se graban el nombre de las actrices y te pueden decir el título de la película.  No es como con una gran obra del cine, es algo más para la diversión. Hay gente que conoce el director, productor y actriz. Yo no tengo esa facilidad ", revela.

Hasta hoy Zil permanece, a pesar de que el movimiento haya disminuido. Hilton es el único que continúa.”La competencia en esta ciudad existe. Las tiendas que se mantienen lo hacen porque tienen cabinas de internet”, cosa que él, como amante del cine no quiso hacer. "Las cabinas cobran por tiempo y no se tiene en cuenta la película en sí. Aquí la película tiene que contar”.