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Música

¿Es Medellín underground?

¿Todavía existe una escena underground paisa? Alejandro Vélez plantea este cuestionamiento en su segunda columna.

La palabra underground hace referencia a algo concreto que todos conocemos: buena música fuera de los circuitos masivos. Y aunque para muchos es un término que ya ni siquiera deberíamos usar, sigue siendo sinónimo de algo interesante dentro del mundo de la música en general.

Este ha sufrido todo tipo de usos. Desde terribles transacciones económicas en Ibiza a hermosas referencias de fiestas clandestinas en Hungría. Incluso ha tenido tintes cuasi políticos, como es el caso de Underground Resistance: toda una institución con ética y respeto por la música electrónica contemporánea.

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El caso de Medellín, en concreto, ha sido igual: se ha usado tanto como gancho publicitario como equivalencia de música propositiva y fuera de circuitos comerciales.

La primera referencia al parche clandestino de la ciudad fueron las fiestas en el edificio contiguo al Hotel Nutibara, aunque vale la pena anotar que en Medellín, como en cualquier lugar, el underground no se puede limitar a un espacio físico, pero sí se puede mencionar que esta locación sí fue, en algún momento, un claro referente de esta.

Por allá a principios del 2000, los DJs más populares de la ciudad acaparaban todos los espacios y sin misericordia alguna tenían un completo monopolio de la movida nocturna. Pero paralelo a eso, algunos ex rockstars de la movida alternativa como Lucas Ginge, vocalista de Bajo Tierra, y Cusumbo, vocalista de Los Árboles, encontraban en la música electrónica una nueva forma sonora más entretenida que lo que venía pasando en la escena rockera paisa, ya desgastada para la época. Estos nuevos DJs estaban buscando en las primeras tiendas virtuales vinilos apetecidos en escenas clandestinas como la de París, Berlín o Nueva York, y fue así como empezaron a buscar espacios para hacer pequeñas fiestas en lugares poco comunes de la ciudad. Primero en fiestas privadas y luego en espacios de amigos: el café Lebón, la discoteca tropical del Hotel Nutibara y luego el mismo lobby del hotel. Amigos como el Opita y Alejo Gómez armaban parrandones con discos de sellos como Versatile, Roule o Trax Records, y ocasionalmente hacían intercambios con artistas bogotanos como Avispa, Mr Tachack o Dani Boom. Fiestas que rápidamente tuvieron acogida entre punks del centro, freaks de la ciudad y curiosos de la noche, por su marcada diferencia con lo que se conocía popularmente como "música electrónica". Este ciclo de fiestas terminó con el suicidio de un chico en el Hotel Nutibara a finales de 2003.

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Mientras se afianzaba la escena alternativa, y se hacían "populares" sitios que dieron acogida a lo extravagante como El Deck o Stereomatic, nuevas generaciones de amigos se fueron llenando de energía y reocuparon el centro, en la época que quizá tuvo mayor notoriedad el movimiento under de la ciudad: la época de la antigua librería Continental, cuya novedad eran los live acts, como el de Goes y Glad Kazuka. También se destacaban las presentaciones de DJs como M.A.L.A, Sano, Byron Maiden y lo que hacían el parche de Series y Discos Cocinados.

Este ciclo, que duró aproximadamente entre 2005 y 2008 se acabó por muchos factores: el agotamiento de los espacios, la "haraganería" de promotores mainstream que encontraron en el centro un nuevo nicho para hacer más monedas y la pereza del público para desplazarse desde sitios de encuentro como el parque de El Poblado.

Aún así, por muchos años, el centro siguió siendo sinónimo de lo alternativo, de lo freak y de la parranda larga; pero con el tiempo la pereza, la mala planeación y la "comercialización" de los espacios fueron desgastando la escena.

Desde el 2010 a la actualidad, algunos colectivos como Culto y movidas individuales de lo que queda de la vieja escuela como M.A.L.A., Lord Byron o Glad Kazuka, le han dado cierto nuevo aire al centro, pero nos sigue faltando energía para recuperar la imponencia que alguna vez tuvo el centro en materia de cultura electrónica. Pareciera que hoy en día las fiestas del centro, con pocas excepciones, fueran todas mal organizadas, poco atractivas y por decirlo de alguna manera, "fritas".

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Incluso, fuera del centro, la escena undeground de la ciudad también parece haberse desvanecido. Muchos de los DJs vieja escuela se han asentado y anquilosado un poco en los sitios aledaños al Poblado, y la nueva escuela –gran parte de ella- se preocupa más por figurar en los álbumes de fotos, tener likes en Facebook o hacerse uno que otro peso, que en ofrecer algo novedoso, divertido y diferente. Puede ser también que el contexto haya cambiado, o que no estemos mirando hacia donde debemos mirar, pero en el fondo esta es solo una impresión de una situación que parece global: la escena underground vive una crisis mundial.

Hoy nos preguntamos ¿qué ha pasado? ¿se puede hablar de escena underground en la ciudad? ¿dónde está?

Curiosamente, este tema que fue "popular" en dichos parches se pregunta exactamente lo mismo.

Nos encantaría ver de nuevo más actividad clandestina. Y no es un asunto de una nostalgia vinagre, si no de más alternativas y variedad, cosa que depende de todos: promotores, artistas y público en general.