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Música

Historias desde la pista: Me fui de fiesta con un vibrador que se activa con la música

"El Club Vibe 3 es más potente que cualquier juguetico alucinógeno".

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Este artículo se publicó originalmente en THUMP Colombia.

No existe tal cosa como volver a la normalidad después de haberte enloquecido consumiendo drogas. Por el contrario, se siente similar a arrastrarse lentamente sobre pedacitos de vidrio mientras que tu cerebro hecho sopa asimila nuevamente el mundo real. Una vez que estás sobrio, tienes que lidiar con el tormentoso arrepentimiento mientras te dedicas a rehabilitar tu cabeza, encontrarle un nuevo sentido a la vida y entender que la vida es y será siempre un mágico misterio.

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Eventualmente, tu diálogo interno con el Diablo desaparece y junto con él también se va ese complejo de víctima del mundo del que has estado viviendo los últimos siete años. Pero también se van las alucinaciones y los eternos ataques de pánico. Ahora solamente tienes que lidiar con una cantidad humana de tristezas y sobrevives a cada día como un luchador de lo mundano, batallando esporádicamente con la urgencia de trabarte y tener experiencias raras.

OhMiBod's Club Vibe 3.OH

Pero un día, un amigo te sugiere probar el Club Vibe 3.OH, un nuevo vibrador cuyas pulsiones se sincronizan acordemente con sonidos en vivo, para uso específico en los clubes. Obvio, todas las neuronas que alguna vez estuvieron en estado catatónico se despiertan de un salto y te urge probarlo. Así fue como acabé reactivando mi vida social en Facebook para encontrar alguna fiesta buena por primera vez en un año. Descubrí un show de punk, una lectura y el after de un DJ queer. Salir el fin de semana entero después de sufrir de colapsos nerviosos me daba un poco de miedo, pero sentía que podría manejarlo con altura acompañada de mi juguetito sexual, un par de botellas de mate en soda y mucha cafeína.

Siempre me he sentido como un bicho raro, demasiado hiperactiva y cuestionablemente heterosexual. Mi vibrador, aún reposando inerte dentro de mi cartera, era el ejemplo perfecto de todo el marketing estúpido del cual yo era target. Una mujer bronceada y tonificada adornaba la caja en medio de un orgasmo, mientras su escote alusivo despertaba pasiones de todos los sexos. La misma hembra aparecía en la página web del producto, excepto que en la plataforma, salía un mansito apuntándola con el control como si fuera un robot sexual listo para entretener.

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Imagen promocional de Club Vibe.

Los extraños sentimientos de incomprensión convirtieron al punk en mi primer amor. Así que el fin de semana pasado, perseguí a una niña cargada de cadenas en medio de un laberinto de ensayaderos hasta llegar a un lugar en el que estaba tocando una banda punk de mujeres, "Take-no-prisoners". Una vez dentro de lugar, me escabullí a un rincón oscuro y me metí el vibrador entre las piernas.

Exploré un poco el control con forma de huevo y probé tres configuraciones: El Tease Mode, que te permite "sentir la vibración" por el lapso de tiempo que tengas presionado el botón. El Groove Mode, que te permite crear tu propio patrón de vibración y, claro, el esperado Club Mode, cuyas vibraciones responden al sonido en tiempo real. Presioné el Club Mode y grité. La banda había empezado y el micrófono del vibrador no lograba discernir ningún sonido en particular, así que se retorcía frenéticamente. Con esa fiestita debajo de mis calzones no lograba comportarme como una persona normal, afortunadamente nadie parecía darse cuenta. El pequeño lugar estaba inundado por gente borracha gritando acerca de destruir cosas y el ruido de efectos de pedal. No conocía a nadie así que tenía pista libre para tener un orgasmo en cualquier momento del show. La intensidad de la vibración era inclemente, así que quede con toda mi región sexual adormecida. Lista para la segunda ronda (sí, así de rápido).

Si me toca vivir esta vida dominada por el macabro marketing corporativo, será sobria y viniéndome por todos lados

Al día siguiente, me fui a una lectura/conferencia que tendría lugar en una fabrica adaptada para ser una galería de arte, que estaría ambientada por música todo el día. Decidí llevarme a mi pequeño amigo para ver si era capaz de responder a los sonidos de las conversaciones. Tras una fructífera conversación con mi vagina durante el paseo en bicicleta, llegué a la función más que lista para escuchar lo que tenían por decir. Una vez me senté, fue difícil pretender que el celular que tenía en la mano estaba produciendo los fuertes zumbidos que reverberaban en la silla de metal, pero la gente cree lo que sea hoy por hoy.

Después de no haber podido venirme en la conferencia de derechos humanos, me fui corriendo a mi parte favorita del plan —el after—y fui recibida de inmediato por la efusividad sexual de "You Prefer Cocaine" de Vitalic. La canción fue, innegablemente, una irónica ambientación en cuanto a mi llegada a un club queer vaporoso lleno de personas compartiendo sus tragos y besándose entre todos.

Obviamente caí víctima de un ecléctico baile involuntario, impulsado por el vibrador que parecía latir al unísono con el electroclash y el ghettotech que estaba mezclando el DJ. Una bizarra sensación de libertad se coló entre mi sesos. Estaba completamente sobria, completamente cuerda, a mitad del orgasmo, en presencia de un montón de gente que yo sé que me detesta. Estaba inmersa en el cómodo y gelatinoso estado del orgasmo, daba vueltas por el espacio mientras sonreía.

En fin, me fui de fiesta y me vine a punta de beats.