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Cultură

‘Prefiero ir a Theatron que conocer al presidente’: una entrevista con el chileno Alberto Fuguet

Hablé con el escritor de su nueva novela 'Sudor', de Andrés Caicedo, de lo gay, del cine, de por qué no le gusta el Boom Latinoamericano. La estará presentando en la Fiesta del Libro y la Cultura, de Medellín.

Alberto Fuguet. Foto sacada de Flickr.

En 1996, junto a Sergio Gómez, el chileno Alberto Fuguet editó una compilación de historias cortas llamada McOndo. El prólogo, escrito por los dos, despotricaba de los lugares comunes del realismo mágico. Con una voz joven y cargada de referentes gringos, proponían que se narrara una latinoamérica más real, más urbana, en vez de abusar de lo tropical y lo folclórico. "En McOndo hay McDonald's, computadores Mac y condominios, amén de hoteles cinco estrellas construidos con dinero lavado y malls gigantescos", decían.

La crítica destruyó a Fuguet por hablar como un niñito enajenado con la cultura extranjera, por carecer de compromiso político, por celebrar el neoliberalismo. Veinte años después, las opiniones de Fuguet son menos radicales pero no menos mordaces. Sigue convencido, como me dijo hace un par de días, de que el único que escribió bien realismo mágico fue García Márquez. "Si no te lo follas con preservativo puedes parir a una Isabel Allende", bromeó, tratando de explicarme por qué era mala idea tratar de imitar su estilo. Fuguet, de joven, estaba convencido de que hacía falta contar las grandes ciudades latinoamericanas. En el camino se dio cuenta de que otros autores también tenían esa preocupación y de que otros, antes de que a él se le ocurriera, ya lo habían hecho: como el caleño Andrés Caicedo, a quien leyó más tarde y encontró revelador y quedó flechado. Como fuera, con esa idea en mente, con el afán de experimentar con un lenguaje y unas tramas pop, Fuguet ha publicado cuatro libros de cuentos, ocho novelas y ha dirigido cinco películas. Me senté a hablar con Fuguet con la excusa de la gira de Sudor, su más reciente novela, que presentó esta semana en Bogotá y presentará el 9 de septiembre en Medellín, en el marco de la Fiesta del Libro y la Cultura. Alberto llegó a destiempo a la entrevista. Cuando me saludó, estaba entre agitado y emocionado: eran las cinco de la tarde de un miércoles y venía de conocer Theatron, el descomunal bar gay bogotano, el más grande de América Latina. "Quería saludarlos y presentarles mis respetos", me explicó, antes de que empezara a preguntarle por la atmósfera gay del libro, por su famoso rechazo al 'boom' y al realismo mágico, por su fascinación con Caicedo.


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La excusa para la trama de Sudor es el mundo editorial: hablas con nombre propio y sin reparos de Alfaguara, donde has publicado desde hace años. ¿Cómo fue hablar de eso desde adentro? Yo nunca he sido parte de ellos: yo he publicado ahí. Es distinto porque nunca firmé una cláusula, un non disclosure. Pero toda la vida he venido publicando ahí y me pareció que había una historia. Siempre me han parecido muy flojos los escritores que escriben sobre sí mismos. Escribí un libro sobre una editorial. También sobre escritores, pero no sobre el dolor de escribir sino sobre las giras, las vanidades, las venganzas, el deseo por el poder. A algunos escritores les parece más importante visitar al presidente que ir a Theatron. Pero pudiste haber hablado de lo mismo desde otra editorial. No quise hacerlo porque habría parecido una venganza. Me pareció mejor atacar a la casa desde la casa. Siempre has escogido publicar en grandes editoriales. ¿Qué es lo bueno y lo malo de estar en ese lugar? Lo malo es muy poco. Yo no te voy a decir que John (el jefe de prensa de Penguin Random House en Colombia) es un hijodeputa que me obliga a no dormir y a estar en 800 entrevistas a la semana. Pero la verdad es que yo podría perfectamente no hacer giras. Lo malo quizás es algo inherente a ser conocido: en una editorial grande te expones más a que hablen bien o mal de ti. Sudor se enmarca dentro de una atmósfera gay. ¿Cómo hacer para que no se vuelva panfletario o activista o demasiado hermético? No me siento panfletario ni activista. Aunque sí tenía varios peros antes de escribir. El primero era no hacer una novela rosa. O sea, el mundo gay es mucho más amplio que solo estilistas o gente preocupada por el cuerpo perfecto. Tampoco quería escribir la típica novela gay que da a entender que ser gay es una pesadilla: que tienes sida y te persigue Fidel Castro. Quería escribir un libro distinto, encontrar otra sensibilidad, hablar del presente, de las grandes ciudades, de las redes sociales. Quería hablar de un mundo donde, a pesar de que no hay matrimonio igualitario, la gente se divierte y baila y folla. ¿Un mundo heterosexual con personajes gay? Pues quería escribir una gran novela tipo heterosexual pero hacerla gay. Y que fuera un mundo de hombres. A mí los hombres me atraen en todos los sentidos de la palabra. Me encantan porque son torpes: tienen menos lazos con sus emociones, se saben expresar menos, están más presos de sus hormonas, piensan menos. A veces se escribe para responder preguntas personales o desarrollar preocupaciones ¿Qué inquietud tenías cuando decidiste situar tu obra en una atmósfera urbana y pop? Creo que soy pop y la mayoría de gente lo es. La gente me pregunta si no me parece que soy muy pop y yo pienso "¿qué es ser muy pop?". Me parece que ser "más pop" es como ser "más chileno". Escribo sobre lo que me rodea y me apasiona.
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Desde hace mucho que tienes una posición muy dura con el realismo mágico. O con todo el 'boom'. ¿Sientes que lo pop y lo urbano se contraponen a eso? Al realismo mágico quizás. Me parece que lo único bueno de ahí es García Márquez y no vale la pena imitarlo. Respecto al 'boom' me parece que se cometieron excesos. Me molestaba del 'boom' que era ultramachista, súper homofóbico. Quizás lo que rescato del 'boom' es lo que dejaron por fuera. Ellos eran un centro de poder y a mí lo que más me gusta fue lo que no alcanzó a entrar allí. Como Manuel Puig. O como Andrés Caicedo, según has dicho. Me parece que Caicedo no merecía ser parte del 'boom' porque no tenía la obra y no publicó tanto. Pero Caicedo era pop en los 70 y aún así funciona todavía hoy. Quizás. ¿Qué fue lo que te fascinó de Caicedo? Sentí que me lo habían ocultado, que me mintieron. Cuando escribí McOndo yo no conocía a Caicedo y quizás no lo habría escrito si lo hubiera conocido. Y sentí que era culpa de los periodistas, de los libreros, de los editores, que mostraban solo una cara de la moneda. Una vez encontré un libro en Lima y me produjo una suerte de erección. Quizás más adelante entendí que Caicedo no era precisamente el genio que yo creía que era, pero sí seguía siendo una figura súper interesante, que trajo temas como la depresión, como el cine, como el rock, la rumba. Y en cierto modo fue el precursor de que se podía ser un tipo débil, flaco, con el pelo largo, con anteojos, y sin embargo ser sexy. Yo lo siento como una especie de hermano mayor que nunca tuve. Cuando publicaste Mi cuerpo es una celda, esa especie de autobiografía de Caicedo, acá en Colombia hubo rumores de que la familia de él te había censurado. Creo que sí hubo. De los escritores, cuando mueren, siempre queda un grupo de herederos, de familiares que no apoyaron nada en la obra, que estoy seguro de que lo miraban como si fuera menos. Ese tipo de familiares que creo que dijeron "por fin se mató este hijodeputa que nos dejaba en ridículo con ese pelo largo y los rumores de que era maricón". Y ahora ellos quieren reescribir la historia, pero no están preparados. Ellos querían contar la historia a su manera y no entendían que la razón por la que Caicedo era famoso era en parte por ser raro. Si hubiera sido un ingeniero, como quizás ellos querían, no habría obra. Es así de simple. Muchos escritores dicen que se sienten más que nada lectores. Tú, que además de escribir, haces películas, ¿te sientes más cinéfilo que cineasta? Antes el cine era mi lazo con la vida. Ahora es mucho menos intenso. Mi meta de chico era ser director de cine. No lo logré de inmediato, pero ahora he hecho cinco películas. Al final, lo que iba a ser el plan b, que era ser escritor, se transformó en lo que soy. Yo en este momento siento que soy escritor, más que otra cosa. Un escritor ultra cinéfilo, claro, y capaz que hago otra película. Y tal vez mi próximo libro serán textos sobre cine. ¿Crees que te va mejor escribiendo que haciendo películas? Ahora miro detrás de ti el logo de Random House y pienso que yo nunca he sido apoyado por alguien así para mis películas. Hacer cine barato como el que hago quita mucho tiempo y energía. Lo que veo es que puedo ser más pop y más parte de la conversación escribiendo que haciendo una película rara. Yo siento, por ejemplo, que en Bogotá todo el mundo está hablando del libro de Giuseppe Caputo, mientras que nadie me ha hablado de películas independientes locales. Has dicho que te gusta el tipo de consumidor millennial que sube fotos de sus libros a Instagram y que comenta lo que ve en Twitter. ¿Piensas en ese público cuando trabajas?

No. Pero me parece cool. Antes teníamos afiches de películas en nuestras habitaciones. Lo de ahora no tiene nada de nuevo, solo que no es análogo: los afiches se convirtieron en fotos de gente que quiere mostrar lo que le gusta. Y quizás no es el público que consume de una manera intelectual. Lo hacen más por hambre, para sobrevivir, para relacionarse con otras personas.