Sadomasoquismo a la bogotana

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Lo mejor de VICE 2012

Sadomasoquismo a la bogotana

Una mujer ha convertido su casa en Bogotá en una mazmorra de humillación sexual.

Decenas de hombres acuden semanalmente a una casa en el barrio San Fernando en Bogotá para ser dominados por una ama a la que han jurado fidelidad.

"Josefina, perra hijueputa, abra la puerta". Al abrirse el portón, un hombre en sus cincuentas apareció frente a mí, calvo, con las uñas pintadas de rojo y una tanga brasileña. "Siga que mi ama lo espera", me dijo mirando al piso de baldosas blancas y negras.

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Al entrar, la idea que me había hecho del lugar se desvaneció por completo. Cuando conocí a la ama, durante un evento bogotano de sadomasoquismo al que acudí por curiosidad periodística, me imaginé que el espacio donde ella vivía y atendía a sus sumisos tenía el look de uno de esos sex shops del Greenwich Village de Nueva York; que sería algo así como una mazmorra oscura, de paredes forradas en cuero negro, repleta de jaulas, cepos y látigos, y que olería a sudor seco y saliva. Sin embargo, ese día me encontré con una casa común del barrio San Fernando, cerca al estadio El Campín en Bogotá, donde la ama recibía a sus clientes con café en la estufa, un gato merodeando y un televisor prendido en el que estaban presentando un programa de humor.

"Hola mi corazón", me saludó cordialmente desde uno de los cuartos.

Ella, la ama, tampoco concordaba con esos imaginarios de dominatriz que nos venden en las películas o, peor aún, en YouPorn.

De estatura promedio, maciza, de culo, caderas y espalda amplias, la ama Claudia, sin su ajuar de cuero, podría ser, sin esfuerzo, esa tía lejana que cada vez que llegaba a tu casa en Navidad te apretaba los cachetes para verificar cuánto habías crecido, o una señora común y corriente que te vende un jugo de naranja en Chapinero. Pero en la comunidad local de BDSM (bondage, dominación, sadismo y masoquismo) la ama es la dominatriz permanente (y muchas veces secreta) de diez sumisos, que hoy forman parte de la lista de más de trescientos personajes que han pasado por su casa, entre ellos, un italiano que conoció por Facebook y que vivió durante dos meses en la mazmorra y un coronel del Ejército a quien le gusta vestirse de mujer.

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La conocí por un amigo que me contactó con ella. El trato fue sencillo: yo le daba copias de las imágenes que hiciera en su calabozo de bondage y ella a cambio me concedería el acceso a una de sus sesiones. Las fotos que se publican a continuación son parte de esa jornada que pasé con Claudia y sus sumisos clientes, obligados a obedecerle en todo —limpiar la casa, dejarse meter una vela encendida por el culo o permitir que un fotógrafo documente toda esta placentera humillación—.

Ese día perdí la virginidad de mi imaginación sexual. Descubrí que mi concepción del amor y el sexo era muy sosa y limitada. Si alguna vez se me ocurrió darle una palmadita a una nena, era una maricadita al lado de lo que vi dentro de la mazmorra de San Fernando.

La ama ve a su sumiso en el piso.

'Josefina', con los genitales llenos de ganchos de ropa, le provee un cunnilingus a su ama.

La ama forrada en su segunda piel de cuero, penetra a su sumiso.

'Josefina' después de haber sido castigado por su ama por haberla traicionado con otra dominatriz.

Claudia tomando la merienda mientras su lacayo permanece en posición #10 o de mueble.

Lluvia dorada.

Tablero de posiciones BDSM.

Sigue a Juan Arredondo en Twitter: @arrejuan