Femmes fatales: las mujeres guardaespaldas de los nuevos millonarios de China

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Sal de mi camino que aquí voy yo

Femmes fatales: las mujeres guardaespaldas de los nuevos millonarios de China

Como armas secretas, estas chicas son escoltas disfrazadas de asistentes o compañeras de baile.

Con chaqueta de cuero negra ajustada y taches pegados a los hombros, pantalones de cuero y botas con plataforma de cinco centímetros de alto, Li Wenjing parecía más una asesina de una película de serie B que una guardaespaldas encubierta. La campeona de boxeo de 24 años vigilaba el hotel cinco estrellas de su patrón en los suburbios del oriente de Beijing. En el momento en el que me acerqué a ella, hombres en bata pasaban de las habitaciones al sauna, y una interpretación muzak de "Sounds of silence", de Simon & Garfunkel, hacía eco en el lobby de mármol.

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"Cuando estoy con mi cliente en casa, puedo vestirme un poco más casual", me dijo acerca de su pinta ciberpunk, con el pelo recogido en una cola de caballo. "Afuera, para las galas u otras funciones, me visto de forma más femenina. Me presento como una secretaria para que nadie se dé cuenta de que soy guardaespaldas".

Después de conocer a Li me puse a ver fotos de las guardias amazónicas del extravagante déspota libio Muamar el Gadafi. Estas mujeres, que sirvieron como protectoras del difunto líder, así como de su harem cautivo, llamaron alguna vez la atención de todo el mundo. Hoy en China, los artículos de prensa y contenidos de blogs que presentan imágenes de guardaespaldas entrenando en bikini han producido una reacción similar.

Sin embargo, el sexo no es el factor que ha popularizado a las guardaespaldas en este país. En China el número de millonarios supera los dos millones, y desde que las firmas de seguridad privada fueron legalizadas en 2010, los emprendedores, los nuevos ricos, los actores y otros miembros de la élite comenzaron a demandar este servicio. Las guardaespaldas son valoradas como armas secretas y consideradas protectoras aparentemente inocuas que pueden disfrazarse de asistentes o parejas de baile. Además, las clientas ricas las aprecian por su habilidad para mantenerse cerca a cualquier hora del día sin provocar rumores salaces.

La señora Guo, presentadora de un programa de coleccionistas de antigüedades en la Televisión Central de China, es una de las mujeres que hoy contrata frecuentemente estos servicios. Las guardaespaldas que cuidan a Guo provienen de una escuela de entrenamiento de Beijing llamada Yunhai Elite Security. "Una guardaespaldas es indispensable, incluso lo es más que una maquilladora o una asistente", dice. En el condominio donde vive Guo, en los suburbios del norte de Beijing, algunos locales vacíos todavía esperan ser ocupados, pero el anuncio de una tienda de zapatos Jamay Choo y un mercado Y-Eleven ponen en evidencia el sesgo occidental de su constructor. "Este es el mejor tiempo en la historia de China, pero también el peor", me dice Guo. "Quisiera creer que todo el mundo es hermoso y bueno, pero no soy tan ingenua".

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En respuesta a la creciente demanda de guardaespaldas, mujeres jóvenes, muchas recién salidas de la universidad, han llegado a escuelas de entrenamiento como la Yunhai para perfeccionar sus facultades de combate y su etiqueta. Las atraen los altos salarios, la posibilidad de construir un futuro alejado de la inestabilidad de las competencias de artes marciales y el tedio de un trabajo de oficina mal pagado.

Li, la guardaespaldas, llegó a Yunhai por primera vez en 2010 como una veterana competidora de artes marciales que buscaba poner en práctica el entrenamiento de lucha que había recibido en la universidad. "Quería alcanzar mi máximo potencial", me dijo. "Si fuera una oficinista cualquiera, no lo hubiera logrado. Además, recibes buen dinero". Después de terminar su entrenamiento, Li comenzó a trabajar en Yunhai, que también ofrece servicios de seguridad privada para chinos ricos y extranjeros prestantes. Actualmente Li gana mensualmente 40.000 yuanes (un poco más de 15 millones de pesos), una paga envidiable, diez veces mayor al salario promedio en el casco urbano de China.

La escuela de entrenamiento Yunhai es un recinto pequeño, no muy lejos del aeropuerto de Beijing. Cuando fui a visitarla, me recibió Xin Yang, el presidente de la escuela, quien antes había sido instructor de artes marciales de la armada china y aceptó guiarme por el lugar. Había 20 alumnos, tres de ellos mujeres, viviendo en dormitorios para estudiantes. Me recordó un poco a los retiros que hacíamos en bachillerato. El área de entrenamiento estaba cubierta de colchonetas y rodeada de imágenes de personajes de G. I. Joe y heroínas de videojuegos con tetas enormes, junto a pilas de repollo chino secándose al aire libre para luego convertirse en encurtidos para acompañar las comidas.

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Los estudiantes de Yunhai aplican a la escuela y tienen que ser seleccionados para poder ingresar al programa de guardaespaldas. Deben pagar por la habitación y la alimentación, pero las clases son gratis. Un entrenamiento regular consiste en correr cinco kilómetros, hacer kick boxing y practicar wushu. En la tarde, se hacen simulacros de, por ejemplo, cómo llevar al carro a un cliente de una manera segura.

Los ejercicios se hacen en grupo, pero los estudiantes están en diferentes niveles. Por esa razón, la duración del entrenamiento varía para cada estudiante. Muchos de ellos llegaron recientemente a Yunhai y continuarán practicando por un año.

El día que visité Yunhai, los alumnos estaban aprendiendo a vencer e inmovilizar a un agresor armado con cualquier cosa, desde dagas hasta rifles de asalto AK-47. Además, un instructor, Lu Oingxin, demostró la técnica para controlar a un agresor armado con cuchillo y obligarlo a cortarse su propia garganta.

Más tarde, en el área de combate parcialmente despejada de colchonetas, vi a dos de las estudiantes de la escuela tambalear en tacones de 7,5 centímetros de alto mientras Ding Jia, un profesor de etiqueta, les enseñaba a mantener una postura erguida. "Aprender a caminar así es parte necesaria de nuestro trabajo", me dijo Ma Zeng, una alumna de 20 años, delgada y de mejillas rosadas, que antes trabajaba en una fábrica de textiles. "Se trata de mostrarle al cliente un respeto básico".

El crimen violento es relativamente bajo en China, en parte porque el acceso a las armas es complicado. "En la ley china se prohíbe a las personas cargar armas, en especial a los guardaespaldas", me contó Xin. "Sin armas, es necesario tener un buen kung-fu, habilidades de observación, técnicas de defensa y reacciones rápidas en situaciones de peligro".

Sin embargo, algunos guardaespaldas de Yunhai cargan un arma de "autodefensa", diseñada por el mismo Xin. Hecha de aluminio negro, con un punto esculpido en un extremo, la herramienta parece un gran chuzo que podría incluso perforar órganos vitales. "¡También es un masajeador!", me dice Xin entusiasmado, mientras pone el extremo de la vara sobre un punto de liberación de estrés en mi mano.

Al proseguir el entrenamiento, vi a Ma practicar golpes implacables con un hombre del equipo. Liberaba un grito lacónico con cada puñetazo, mientras su adversario se esforzaba por mantener los guantes arriba. Los días son largos, los entrenamientos exhaustivos. Le pregunté a Ma por qué alguien querría escoger esto como una carrera. "Me siento muy orgullosa cuando puedo proteger a mi cliente y hacerlo sentir seguro porque es una demostración de mis habilidades", me dijo. "Eso indica que mi sudor y mi esfuerzo no fueron en vano".