FYI.

This story is over 5 years old.

Cultură

Las salvadas más extrañas (y chistosas) que pudimos averiguar

Después de averiguar los atracos más extraños de Bogotá, nos dimos a la tarea de buscar las formas más curiosas de escaparse de ellos.

Con nuestra primera búsqueda de atracos inverosímiles en Bogotá, nos dimos cuenta de que algunos atracos bogotanos, con el paso del tiempo, pueden sacarle una sonrisa de la cara a más de uno. También, como quedó evidenciado en una investigación que hicimos la semana pasada, la probabilidad de ser atracado en Bogotá es de uno en 200 bogotanos: algo así como ser el único en Transmilenio en hora pico al que le sacan el celular en una maniobra inimaginable.

Publicidad

Pero a veces la suerte también puede estar a nuestro favor. No solamente los atracadores pueden ser ingeniosos, sino que los atracados también tienen su magia para salvarse. Seguimos con nuestra búsqueda, pero esta vez nos encargamos de encontrar a esos que sí lograron evitar un robo con la misma astucia de los ladrones.

Al igual que el primer artículo, entre anécdotas, recolección de testimonios en las oficinas de VICE y una mirada en Facebook, estos fueron los más absurdos que pudimos averiguar.

1. Mi papá vive en Santa Ana y todos los días se cruzaba con la misma persona, a la que saludaba con regularidad. Un día, un hombre lo iba a robar cerca de la casa y cuando llegó su compañero, resultó ser esa persona. Lo saludó con nombre propio y se pusieron a charlar. Minutos después le pidió disculpas por su amigo y lo dejó ir.

Valentina Rozo

2. Yo vivía en una casa en Bella Suiza y mi cuarto, con balcón incluido, quedaba en el segundo piso. De repente, a eso de las seis de la tarde, se fue la luz por un momento y yo bajé a ver si había sido un corto. Cuando subí, oí un ruido raro proveniente de debajo de mi cama (era una cama antigua que no deja meter nada debajo, por lo que se me hizo aún más raro). Cuando me acerqué al lado del balcón, vi a un hombre tratando de meterse debajo de mi cama y monté en cólera. Le gritaba: "¡Cómo se le ocurre meterse en mi cama!", "¡¿Qué le pasa?!", "¡Lárguese de mi cuarto!". Sin pensarlo, lo saqué a patadas, y el señor, en medio de los nervios, se pegaba contra todos los muebles que tenía allí. Saltó por el balcón y abajo lo recogió su cómplice en un taxi.

Publicidad

Consuelo Ortiz

3. A mi novio una vez lo atracaron en un paradero en Santa Ana, justo el 24 de diciembre. Los ladrones ya se le estaban llevando la billetera y el celular y él les dijo: "Bueno, pero igual les deseo una Feliz Navidad". Los atracadores recapacitaron, le desearon lo mismo y le devolvieron todo. De vaina no los invita a la novena.

Paula Vega

4. Yo soy profesora de preescolar. Un día me monté a un bus y me senté del lado de la ventana. Puse mi cartera en medio de los dos asientos y justo ahí se sentó un hombre, al lado mío. Tuve un mal presentimiento con el señor de al lado y cuando revisé mi cartera, me di cuenta de que mi billetera no estaba. Entre la rabia y la adrenalina, encontré un marcador de tablero que uso en mis clases y se lo puse en las costillas al señor gritando: "¡Deme la billetera!". Entre el susto el señor me echó algo a la cartera y cuando me bajé me di cuenta de que tenía mi billetera y la de él.

Margarita Salom

5. Cuando recién llegué a Bogotá mi mamá compró una casa en el municipio de Soacha. Yo no sabía que en Soacha había una tarifa especial para los taxis y que a mayoría no me llevaría hasta allá desde Bogotá. Decidí coger bus. Un día, al llegar a Soacha, dos muchachos se me acercan para atracarme y agredirme con un puñal para que les diera todas mis pertenencias (diez maletas Tommy, un baúl de Louis Vitton y cuatro cajas). En mi desespero por el trancón, el poco transporte y la rabia del robo empecé a gritar: "Llévenselo todo", con tanta poquita fe en la vida que ya ni me importaba. "Váyanse a la mierda, me vale huevo todo". Al ver los ladrones que estaba tan desesperado, me preguntaron dónde vivía por lo que les mostré la dirección. Tal fue la compasión, que me llevaron a la casa con mis diez maletas, cuatro cajas y el baúl. Todavía los veo y me saludan.

Publicidad

Edward Murillo

7. Yo vivía en la 127 en frente de Bulevar y un día estaba esperando a mi amiga Ana María. Ella es bajita, muy bajita, casi de 1,30… Frágil y suave. Ella estaba en un bus y, cuando se bajó cerca de mi conjunto, me llamó para pedir indicaciones. Antes de colgar, oí la voz de un señor que le pedía su celular. No supe más de ella hasta que timbró en mi casa con celular y cartera. Me dijo: "me salvé por tierna, pues al ladrón le dio pesar robarme".

Santiago La Rotta

8. Estábamos en el colegio grabando un corto para una clase. Necesitábamos una escena de hospital, entonces nos fuimos para la Fundación Santa Fe. Estábamos grabando y había un par de manes raros mirándonos, pero apenas veían que nosotros los estábamos mirando, se asustaban y se iban. Terminamos de grabar la escena y yo empecé a caminar con un amigo y dejamos al camarógrafo atrás. Yo le dije a mi amigo que ojo, que de pronto nos atracaban. Él me dijo que no fuera tan paranoico, que no iba a pasar nada. Nos volteamos y vimos a un tipo acercándosele a Alejandro, el camarógrafo, sacarle un cuchillo y decirle "entrégueme la cámara". Alejandro, con el trípode, le tumbó el chuzo de la mano, y aprovechando que es como triple cinturón negro en Taekwondo, le pegó un traque al tipo y quedó en el piso. Alejandro siguió su camino como si nada hubiera pasado, mientras nosotros mirábamos todo cagados del susto.

Esteban, Alejandro y Rueda.

9. Yo iba caminando a mi oficina muy tranquila. Se me acercó un tipo por detrás y me dijo que le entregara todo. Me paralicé del miedo. En verdad no tenía nada mucho más valioso que mi celular y un par de billetes de veinte. Pero no quería que me atracaran. Miré al tipo a los ojos y le dije que por qué quería atracarme. Me explicó que tenía hambre, que la vida era muy dura, que no tenía oportunidades y que tenía que comprar algo de comer, e, insistió, que le diera todo. Me iluminé, en parte porque me había gastado unos 45 minutos de mi mañana preparando mi almuerzo del día. Saqué mi lonchera y le expliqué que adentro había un pollito asado con pimienta, limón y crema, un rissotto de champiñones y espárragos y una ensalada con mi famosa vinagreta hecha en casa. Se me hizo agua la boca y al perecer al atracador también. Me recibió la lonchera y me dijo que me fuera, pero rapidito. Seguí caminando con las rodillas temblándome y ¡salió otro tipo a atracarme! Al parecer eran amigos porque le dije que ya me habían atracado hace literalmente 15 segundos. Miré para atrás y mi atracador original, todavía con lonchera en mano, le gritó "déjela sana" y me dejó ir.

María

En colaboración con Christina Gómez.