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La plaga

La página de ficción: Suffer Well

Un cuento de Raquel Castro.

Y que nos corren del McDonald’s.

Nora aullaba que yo era un imbécil huevón, lo peor que le había pasado en la vida, y yo le contestaba, también a gritos, que ella no era mucho mejor nada más por tener trabajo, si es que repartir muestras de perfume cuatro horas diarias se podía considerar una chamba.

Lo peor es que realmente la quiero, y realmente fui a verme con ella porque quería que volviéramos a andar. ¿Por qué es tan difícil que una chava te acepte un lo siento, la regué, perdóname? ¿Qué les cuesta decir ok, borrón y cuenta nueva? No, en vez de eso te agarran de bajada y aprovechan para reclamarte todo lo que has hecho mal desde la primera vez que saliste con ellas.

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Al principio traté de quedarme callado, darle la razón en todo, sí, yo olvido bajarle la tapa al baño; sí, prefiero ir a su depa a ver la tele y coger porque es más barato que ir al cine; sí, salgo a buscar trabajo esperando no encontrarlo; sí, sí, sí, lo que tú digas, Nora, soy lo peor pero ya perdóname. Pero entonces empezó a meterse con Depeche:

—Tendrías que dejar de coleccionar discos y videos de esa pinche banda noventera. El vocalista suena como Aleks Syntek pero en inglés. No tienes para salirte de casa de tus papás, pero cuando tocan en San Antonio o en Los Ángeles ahí vas con tus amiguitos pendejos del club de fans.

Ahí fue donde yo me enojé:

—¡No mames, Nora! Nunca te he pedido un peso para un bootleg o un ticket, ¿a ti qué te quita?

—Muerto, no la chingues —la banda me dice El Muerto—. ¿Como cuánto tendrás invertido en esa basura? ¿Diez mil pesos?

Obvio no le dije que el boleto del concierto que dieron en Düsseldorf en 1982, firmado por los cuatro miembros de la banda —incluyendo a Alan Wilder, que entonces estaba recién integrado—, cuesta solito como 12 mil varos, y que es nomás una de las cosas raras que he juntado: tengo varios LP’s autografiados, copias difíciles de conseguir, sencillos que sólo salieron en otros países… pero a ella ¿qué?

Aunque le puse jeta, a ella le valió:

—Ya deshazte de todas esas mamadas y acéptale a tu mamá lo que te ofrece.

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Lo que mi jefa me ofrecía era un trabajo de prefecto de escuela: ella ya se iba a jubilar y quería que yo me quedara con su plaza, nomás que no iba a ser de maestro, como ella, sino de lo más bajo del escalafón, ganando como dos mil a la quincena. Pero según ella, era “mi patrimonio”, quesque echándole ganas iba a poder llegar a los veinte mensuales, siempre que acabara la carrera y me pusiera a tomar cursos y fuera a todas las marchas del sindicato. Pura pendejada.

Así que le dije justo eso a Nora:

—Pura pendejada.

Estaba tan encabronado que se me olvidó decirle todo lo anterior, lo de que era una chamba muy pinche y que andar lamiendo culos de líderes sindicales se me antojaba tanto como regresar a la universidad a hacer los cinco semestres que me faltaban para acabar de sociólogo. Hueva mil.

Pero Nora se enojó más que yo: pensó que lo de pura pendejada era por ella y no por las ideas de mi jefa, y fue cuando me dio una cachetada que, obvio, yo le devolví, enfrente de unos mocosos que nos miraban con cara de susto.

Ahí fue cuando llegó el de seguridad del McDonald’s y nos sacó. Por pura suerte no llamó a la patrulla. Y cuando salimos, Nora no quiso ni escucharme, se trepó al primer micro que iba pasando y se fue.

***

Ya que me subí a mi nave (un vocho que me regaló mi jefa cuando cumplí 17 y que sólo saco cuando junto suficiente dinero como para medio llenarle el tanque) me di cuenta que la cartera de Nora estaba en el asiento. Seguro se le había caído, porque desde una vez que le agarré prestados cien pesos no me dejaba cerca de su lana ni de broma.

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Abrí la cartera, pensé que si traía como para ponerle tantita gas al coche sería un aliviane y que llegando a la casa podía pedirle a mi jefa que me prestara para reponérselo.

No traía billetes, chale. Pero en cambio había un papelito doblado. Y pues que lo abro. Era una carta para mí, decía que me extrañaba, que se sentía muy mal de que peleáramos y que quería hacer bien las cosas conmigo, irnos a vivir juntos y tal, pero que pues tenía que ponerme las pilas y dejar de ser un escuincle inmaduro porque ella no iba a ser mi mamá.

Sentí bien culero, como ganas de llorar. En ese momento me di color de que sí la quería un chingo. A lo mejor tenía razón y ya era hora de dejarme de memorabilias y de andar de lúser. Como ella me había dicho una vez que también acabamos del chongo:

—¿Cuándo has visto un club de fans donde haya gente cool? Puro freak siempre.

Y pues sí: puro freak.

Mientras manejaba hice cuentas: si subastaba por eBay todo lo que tenía de Depeche, podía conseguir fácil unos sesenta varos. Con eso podríamos vivir un añito sin pedo, buen tiempo para que ella consiguiera una chamba más decente. Y si encima le tomaba la palabra a mi jefa con lo de la plaza, pues sí la armábamos. Ya chingamos, Nora. Eso pensé.

***

Llegué a la casa y me conecté a internet. En mi correo tenía un mensaje de una amiga gringa del foro de Depeche, que sus papás se iban a vivir de regreso al gabacho porque Cuernavaca estaba muy peligroso, que si no quería yo ganar unous pesous cuidándoles la casa. Puta madre, pura chamba de tercer mundo, pensé. Al menos la de mi jefa es con aguinaldo, antigüedad y esas mamadas.

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Antes de contestarle a la gringa que no, gracias, empecé a escribir mi mensaje para los foros de fans, diciendo que vendía mi colección, que quién daba más y todo eso, pero entonces se me ocurrió que sería un detalle chido comprarle algo a la Nora, para la hora de reconciliarnos. Un anillo onda compromiso underground, algo que representara que iba en serio lo de vivir juntos y tal. Total, un anillo de unos tres mil pesos no me mordía tanto a lo que iba a sacar de vender todo. Empecé a babosear en eBay, buscando algo que estuviera al nivel, pero como que me pasmé entre tanta madre: que si piedra de luna, ojo de tigre, plata blanca, oro rojo, puta madre. Así que, nomás para despejarme tantito, me puse a ver si había algo nuevo de Depeche en collectibles.

Casi me vengo sobre el teclado: había un box set rarísimo, el X2, de 1991, que había salido sólo en Japón: cuatro discos, dos de grabaciones en vivo, uno de versiones instrumentales y uno de lados b, con un booklet en papel brilloso y su cintillo en japonés. Todo en una caja forrada en negro y, más importante, el booklet y los cuatro discos estaban firmados por David Gahan, Martin Gore y Alan Wilder. Traía su cartita de autenticidad de una tienda inglesa a la que ya le he comprado, así que me dio confianza. Costaba 500 libras esterlinas más envío certificado desde Hull, en total unos 13 o 14 mil pesos.

Le piqué para ver más datos. La vendedora decía algo tipo Troné con mi güey, me quedé legalmente con sus cosas, las estoy vendiendo para asegurarle el futuro a mis hijos. Me lo imaginé con la voz de Nora y me dio un chingo de coraje. Pensé en el pobre idiota que se había quedado sin esposa, sin hijos y sin sus discos. Me metí al perfil de la fulana pero lo demás que vendía eran cosas equis, seguro que el X2 era la joya de la colección del ex marido.

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Chale. ¿Qué hace uno en esos casos? Y en ese instante, como si le hubieran subido el volumen, escuché clarito lo que Gahan cantaba en ese momento: era Suffer Well, y era la parte de

I found treasure not where I thought
Peace of mind can’t be bought

A huevo: un tesoro donde no se me había ocurrido, la conciencia tranquila no se puede comprar…

En automático, saqué de la cartera de Nora su tarjeta de crédito. Cuando la pidió al banco, yo le puse una cagotiza: para qué quieres un crédito de treinta mil varos, qué vas a hacer si te corren de la oficina y tú quedas toda endeudada… y ella me dijo que no la iba a usar, que sería para emergencias. Qué bueno, porque como al mes la corrieron de veras y por eso anda en lo de dar muestras de perfumes.

***

Le escribí a Nora desde Cuernavaca:

Conseguí una chamba cuidando una casa, me tuve que ir de emergencia. Perdón por usar tu tarjeta, pero te lo voy a pagar.

Ella me contestó:

Pinche Muerto, te odio, antes di que no te voy a echar a la policía encima. Deposítame mi lana y no quiero volver a saber de ti.

Un día de éstos se la depositaré. Cuando pueda juntarla. Tampoco es que me paguen tanto los gringos por cuidarles la casa. En todo caso a Nora nunca le dije a dónde me había ido y yo sé que ella no me va a buscar. Para las venganzas se necesita empuje y la verdad los dos somos iguales: unos huevones.

Ni pedo. Cuando la extraño pongo el Playing the Angel y lloro con Suffer Well. El X2 no lo pongo, porque ni pendejo le rompo el cintillo: así como está es la joya de mi colección.