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Cultură

“Pelusín” ya no está: ¿y ahora qué hago con mi mascota muerta?

Tu mascota ya no es tu mascota, ahora es un simple residuo.

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No quiero coger tu felicidad actual y hacerla pedazos pero bueno, supongo que, del mismo modo que debemos aceptar nuestra propia muerte y la de nuestros amigos y familiares, estaría bien que empezaras a aceptar que "Mr. Bigotes" —tu gatito— también la diñará. Cuando esto pase, a parte de hundirte en la tristeza más absoluta, tendrás que tener en cuenta unos cuantos factores, siendo la siguiente pregunta uno de los más importantes: "¿y ahora qué coño hago yo con el cuerpo del bicho?". De algún modo sabes que no puedes enterrar a tu gato en un parque o conservarlo eternamente en tu congelador. Recuerdo que cuando murió mi hámster llamada Renata decidí tirarla por el agujero de una alcantarilla, envuelta en papel de váter, en una especie de momificación casera sin precedentes. Está claro que no fue una forma muy noble de enterrarla pese a que acompañé el cadáver con una moneda para que su espíritu pudiera pagar a Caronte y emprender su viaje definitivo hacia el descanso eterno. Tristemente, esta no es una opción legal. Al abrazar la muerte, tienes que saber que tu mascota ya no será tu mascota, de hecho ni será un cadáver, a partir ahora se le considerará un simple residuo. Es más, de hecho será algo llamado SANDACH, que, según el Parlamento Europeo, se trata de "los cuerpos enteros o partes de animales o productos de origen animal (…) no destinados a consumo humano, incluyendo óvulos, embriones y esperma". Esto, exactamente esto, es lo que será ahora tu querida iguana, esa que a veces vestías con un divertido gorrito mexicano. Sí, acéptalo, tu animal de compañía pasará a ser algo cuya definición incluye las palabras "partes de animales" y "esperma", elementos que, unidos con cierta astucia, pueden llegar a excitar a ciertas personas adultas, o al menos eso es lo que me han comentado.

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No quiero parecer un ser insensible y soy consciente de que hay personas que quieren a sus mascotas más que a cualquier otro ser vivo pero con este artículo quiero distanciarme un poco de estos sentimientos y limitarme a dar soluciones prácticas a esto de la muerte. De todos modos voy a permitirme un pequeño desliz emocional y me gustaría comentaros que hay varias formas de superar estos desastres vitales. Cada uno tiene su ritmo pero siempre viene bien echarle bien echarle un ojo a la guía que hizo Eroskipara enfrentarse a la pérdida de un ser querido, sin duda puede ser de gran ayuda. Eroski siempre ayuda. Lo que está claro es que no existe un servicio dedicado al apoyo emocional cuando a una persona se le muere su animal de compañía. Está claro que este no es trabajo de los veterinarios y ellos tampoco pueden dirigirte a ningún centro especial. Si te deprime la muerte, lo único que puedes hacer es comprarte unas latas de cerveza o pedir hora a un psicólogo, un profesional que te ayudará a superarlo de la misma forma que puede ayudarte a aceptar que Juan —tu exnovio— se esté follando a todas tus mejores amigas. Siempre puedes pensar en sustituir al bicho por otro bicho —no me mal interpretéis, sé que "Mr. Bigotes" es insustituible pero siempre puede aparecer en tú vida algo llamado "Mr. Pelusita" y ahorrarte unas lágrimas. Pensándolo bien esto es algo que no está nada mal, sobre todo teniendo en cuenta de que si tu padre la diña es bastante más difícil ir a una tienda o a una "padrera" —como una perrera pero de padres, ya me entendéis— y hacerte con otro progenitor.

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Vamos a sacarle dramatismo a esto de la muerte. Primero, ¿qué es un animal de compañía? Pues bien, según el reglamento de la legislación europea es un "animal perteneciente a las especies que normalmente son criadas y mantenidas, pero no consumidas, por los seres humanos con fines diferentes no relacionadas con la ganadería", por lo que el lenguado que tienes en tu acuario particular y que pretendes comerte algún día no se puede considerar un animal de compañía. Segundo, tienes que saber que el propietario es quien tiene el derecho exclusivo de decidir qué se hace con el cuerpo, ya que un animal de compañía es considerado una propiedad privada. Esto hace que la responsabilidad del dueño no termine con la muerte del animal, este tiene que gestionar su vida post mórtem. En las clínicas veterinarias deberían informar de todas las opciones que tiene un propietario para que pudiera decidir el destino que considere más conveniente para el cuerpo.

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Pero bueno, una vez el animal está muerto, lo que queda es un cuerpo. De hecho un animal doméstico fallecido es un residuo urbano y municipal y hay que tratarlo como tal siguiendo la reglamentación europea. Las clínicas veterinarias e incineradoras son las encargadas de gestionar estos residuos y cumplir las normativas adecuadas a nivel europeo y estatal. La normativa europea vigente es el Reglamento Nº 1609/2009 del Parlamento Europeo donde se establecen las normas sanitarias aplicables a los subproductos de animales y productos derivados no destinados al consumo humano, o sea, tu mascota. En este reglamento se especifica que los cadáveres de animales de compañía deben eliminarse en plantas de incineración autorizadas.

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Una vez dado de baja el microchip en el Archivo de Identificación de Animales de Compañía (el AIAC, en Cataluña) el veterinario debe informarte de que la incineración es obligatoria por ley. Aún así, hay otras alternativas. Siempre hay alternativas, si no decídselo a ese tipo que le cortaron la polla en los noventa. Durante el tiempo que pasa entre el fallecimiento y la incineración (en las clínicas acumulan varios cuerpos antes de trasladarlos a la planta de incineración), tu fiel amigo estará metido dentro de una bolsa de plástico en un congelador parecido a esos donde se almacenan helados en los supermercados paquistaníes; no es demasiado elegante pero, realmente, ¿se necesita algo más?

Puede que en tu municipio exista un servicio público encargado de recoger los cadáveres de las mascotas en los domicilios, como el "Servei de recollida d'animals de l'Ajuntament de Barcelona". En este caso los animales son llevados a una incineradora. El servicio no es gratuito y los precios varían según el peso del animal, yendo de los 35 € a los 600 €.

La incineración o la coincineración son las opciones más recomendadas, ya que elimina un problema higiénico y sanitario, evitando posibles focos de infección y contaminación de aguas. Si escogemos incinerar tenemos dos opciones; incineración colectiva o individual. La individual (sobre los 200 €) se utiliza en aquellos casos que se quieran recuperar las cenizas y ponerlas en una urna, para disfrutar de la presencia eterna de nuestro fiel amigo. La incineración dura de dos a tres horas y el propietario puede estar presente durante la calcinación. Cuando lo macabro y lo emocional se dan la mano sin vacilar. Por si os interesa, un animal de unos 60 quilos produce un quilo y medio de cenizas, así que ve planteándote si esto es una opción viable. La incineración colectiva (menos de 100 € en animales de tamaño mediano) no permite la entrega de los restos debido a que el resultado es una buena ensalada de cenizas de distintos animales. Puede que ahora tu perrete esté danzando con camellos, leones e iguanas en el más allá. En estos casos las cenizas se trasladan a una empresa autorizada de eliminación de residuos (en fin, vertederos).

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Otra opción es la sepultura del cadáver. Aquí lo jodido es que, por desconocimiento o por no querer pagar este servicio, muchos propietarios deciden tirarlos en contenedores no aptos para este tipo de residuos o enterrarlos ellos mismos en emplazamientos no autorizados, esto es completamente ilegal. De hecho, la gente que decide enterrar sus mascotas en su propiedad privada acostumbra a hacerlo si se trata de animales pequeños como canarios, hámster y movidas así. Según la normativa europea la autoridad competente de cada estado miembro podrá autorizar el entierro de este tipo de animales de compañía en ciertos casos concretos, garantizando que estos entierros se produzcan sin que supongan un riesgo de diseminación de enfermedades, sin causar un perjuicio para la salud humana y animal y sin que pueda contaminar las aguas ni el medio ambiente. De todos modos la idea de un mundo lleno de perros enterrados no es muy fascinante. Cuando un propietario decide no incinerar y llevarse su animal de la clínica veterinaria este tiene que firmar una documento en el que acepta que se le ha informado de la ilegalidad de estas prácticas post mórtem.

También se han dado caso de vertederos ilegales de perros de caza o vertederos autorizados de restos de animales para el consumo humano (provenientes de mataderos), vertederos que, todo hay que decirlo, reciben un rechazo social bastante importante.

Lo más normal es enterrarlos en un cementerio de animales autorizado, ahorrando al propietario ciertos problemas legales. Hay empresas completamente legales que ofrecen la posibilidad de enterrar la mascota y poder "visitarla" siempre que se desee. En la mayoría de estos cementerios hay que entregar el certificado del veterinario al Ayuntamiento del municipio del cementerio, para verificar que el animal no ha muerto por causa de una enfermedad contagiosa que pueda poner en peligro la zona. En estos casos también existe la opción de enterrarlos de forma individual (alrededor de los 200 € con una cuota anual adicional por el alquiler del espacio) o colectiva (en una fosa común de unos 50 paveles).

También existen cementerios de cenizas y servicios de tanatorios pero en fin, esto ya sería rizar el rizo. Si nada de esto te convence puedes dar el cadáver para que pueda ser usado con fines educativas y para el conocimiento científico. De hecho, todo lo que no sea dar el cuerpo o incinerarlo entra dentro del campo de, digamos, las "personas complicadas". Esas que viven rodeados de 50 gatos o llaman "papá" a su pastor alemán. De todas formas, cada uno es totalmente libre de decidir qué hacer con el cuerpo de su querido animal de compañía (dentro de cierta legalidad, como hemos visto) y por mucho que los estados se empeñen a tratarlo como un mero residuo que hay que eliminar, para ti siempre seguirá siendo "Teodoro", ese Yorkshire que, de algún modo, te ayudó a superar esos 15 años de postdivorcio y escaso sexo. En el fondo sabes que sigues vivo gracias a él. Ahora trátale con todo el respeto que tu cuerpo pueda generar.