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Cultură

Me puse 100 capas de maquillaje en la cara

La nueva tendencia entre los bloggers de moda es grabarse poniéndose 100 capas de maquillaje. Decidí probarlo.
Hannah Ewens
London, GB

La creación de contenido para vlogs de belleza es un trabajo agotador. Los pozos de la creatividad pueden quedarse secos rápidamente. ¿Cómo hacer una videorreseña sobre la nueva gama de pintalabios de Kylie Jenner y conseguir que destaque entre los vídeos de otras 200 vloggers? ¿Qué tiene de especial tu colección de bombas de baño y barras de burbujas? A fin de cuentas, solo hay una pregunta que deberías hacerte como creadora de contenido: ¿qué es lo que la gente no ha visto todavía?

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Hace cosa de un mes, las youtubers dieron con la respuesta: ¿y si empezaban a ponerse capas y capas maquillaje, una sobre otra, hasta vaciar el recipiente? ¿Y si…? Nadie está tan aburrido ni tiene tanto dinero que despilfarrar como para hacerlo. Aunque, pensándolo bien, las youtubers reciben cajas enteras de maquillaje de regalo, la mayoría de pésima calidad.

Acababa de nacer la moda de las 100 capas de maquillaje.

Por lo general, en este tipo de vídeos aparece la youtuber en cuestión aplicándose 100 capas de pintalabios líquido, máscara o crema bronceadora. Las hay que incluso han llegado a hacerse montañas de pintauñas. Una de las pioneras en estos vídeos fue Jeely, una youtuber que se describe como "la leche de rarita" y que tiene poco menos de 63.000 seguidores. Hace un par de semanas, el vídeo en el que aparece aplicándose 100 capas de base llegó a los 7,5 millones de visitas. La semana pasada la cómica Jenna Marbles colgó su versión y ya va por los 8 millones de visitas.

Las reacciones a estos documentos gráficos se dividen en dos vertientes: la primera, la de los que afirman que "la gente blanca está loca", una observación de lo más razonable, dadas las circunstancias. La segunda se resume en la pregunta "¿Por qué sigo viendo estos vídeos?". Pero aún hay más preguntas: ¿por qué las bloggers de belleza siguen dedicando tiempo a esos laboriosos menesteres hace falta un día y una noche de trabajo para crear las montañas de pintauñas y por qué hay tanta gente interesado en verlo?

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Me pareció una forma tan buena como otra cualquiera de desperdiciar la tarde, así que me fui al Boots y me compré el maquillaje más barato que encontré, junto con un paquete de toallitas, porque, como decía Jeely en su vídeo, "esto es la leche de pringoso".

Con la cara lavada, empecé a aplicarme capas. Las bloggers de belleza tienen esas esponjitas que me habrían facilitado mucho las cosas, pero por eso son profesionales. Yo me contenté con usar los dedos. Enseguida me di cuenta de que el maquillaje estropearía mi ya de por sí destrozada piel. Pero con cinco capas encima, era tarde para echarse atrás. Solo esperaba que no me acentuara el acné. Noté que mi piel había empezado a rechazar el hidratante con color. "Aquí no entra ni una toxina barata más", me habría dicho si pudiera hablar. El efecto resultante era una pasta seca y cuarteada.

Aceleré el ritmo un poco: me aplicaba el maquillaje, me limpiaba las manos con una toallita, me perfilaba las cejas y los labios y me impregnaba los ojos con máscara. El tiempo comenzó a volverse fluido, contrayéndose y expandiéndose. Los movimientos repetitivos se convirtieron en meditativos y mi nivel de actividad mental se redujo al mínimo. Me invadió una placentera sensación de calma, como si estuviera en una sesión de relajación.

Hacia la capa 24, notaba los labios tan pesados que me caían. Varias capas después, se me empezaron a pegar, por lo que tuve que esforzarme por respirar por la boca. Con la capa número 35 perdí un puñado de pestañas. De vez en cuando pasaba un compañero que me miraba y decía, "¡Arrgh, pareces de mantequilla!". Me pareció que había esperado un momento así para poder soltar ese comentario. A mitad del proceso, tenía la misma sensación que cuando te echas crema solar sobre una zona en la que se te está pelando la piel. Se empezaron a formar grumos que, si no iba con cuidado, se desprendían del engrudo principal o corría el riesgo de que me entraran en la boca. A pesar de todo, la sensación era increíble. Tenía la frente supersuave al tacto. Podía pasar los dedos por ella como en Ghost, solo que en vez de arcilla, era maquillaje barato, y en lugar de Patrick Swayze solo estaba yo, entregada al acto del autoamor.

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Tras la capa número 70, casi no podía respirar. El maquillaje me taponaba las fosas nasales, notaba ardor en la cara y empecé a sentir náusea. ¿Estaba asfixiándome lentamente? ¿O acaso estaba saturando mi cuerpo con toxinas venenosas? Mientras tanto, mis compañeros seguían con la rueda de comentarios: "Un goblin de Navidad". "La muñeca de cera que nunca se llegó a exponer". Hice oídos sordos a las críticas. Yo estaba satisfecha con mi nuevo aspecto. Mira lo que has hecho, capitalismo. Y tú, patriarcado, echa un vistazo al resultado de tu trabajo. ¿Es esto lo que queríais?

Cuando parecía que el proceso de afeamiento de la cara había parado, advertí que las pestañas se habían aglutinado formando 3 o 4 gruesas pestañas. Pronto acabaría con una monopestaña en cada ojo. Después de cuatro horas dedicada a este ejercicio de estupidez supina, tenía los dedos arrugados de tanto estar en contacto con el maquillaje líquido.

Terminé de darme la capa número 100 y observé el resultado: tenía un aspecto magnífico. Me había pasado una tarde entera haciendo esto. Había triunfado. Todas esas youtubers que ganan tanta pasta también habían triunfado. Juntas habíamos creado algo. Lo cierto es que parecía un Picasso viviente, pero de esos que le habían salido un poco mal. ¿Esto podría considerarse una performance de arte? Seguramente.

Lo que aprendí con esto es: ¿por qué no hacerlo? Si se te ocurre algo, ¿por qué no hacerlo realidad y llevarlo hasta sus últimas consecuencias? Imaginaos que nuestros ancestros no hubieran hecho nada más que plantearse, "¿Qué pasaría si estas ruedas cuadradas fueran redondas?", o "Me pregunto qué sucedería si siguiéramos construyendo más casas una encima de otra". Muchas de las ideas más revolucionarias empezaron con planteamientos de lo más ridículo de soñadores que no tenían miedo a dejar volar la imaginación. Y estamos faltos de soñadores de contenidos.

@hannahrosewens