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Cultură

Justin Bieber en “El Hormiguero”: El juego de los idiotas

Un invitado ausente, un presentador con ego enorme, unas hormigas de peluche y la hija de Belén Esteban comportándose como una fan histérica.

Todas las imágenes de Antena 3 excepto donde se indica

Justin Bieber ayer no estaba fino. Tenía ESA cara. Sabéis de qué hablo. El careto de 'se me ha ido la mano esta tarde y ahora no hay forma humana de devolverme a la vida'. Se presentó en el plató de "El Hormiguero" con un look muy elocuente: camiseta diez tallas grande, sudadera tres tallas grande, unas Vans de cuadraditos rojos y un gorro de lana, indudablemente el mejor remedio para el frío glacial que desprenden los focos de un programa de tele. En casa te picaba todo.

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Justin, entre Eminem, el protagonista de Assassin's Creed y un camello del antiguo Can Tunis, venía torcido –de hecho, unas horas antes se había largado a la francesa en medio de una entrevista en "Los 40"–, y no hay nada peor que visitar el programa de Pablo Motos si tienes un mal día o no te ha sentado bien el postre. Un tipo borde, de mala leche, con un globo mental de aúpa, metido en la vorágine de tonterías de "El Hormiguero". O lo que es lo mismo, casi una hora de pura competición para saber qué era más ridículo: si el comportamiento de la superestrella, asqueada de tanta promoción y de tanto jijijaja cargante de la prensa española, o la insufrible sucesión de preguntas, pruebas y experimentos con las que sometieron a un Bieber en horas bajas.

Con Jandro

El cantante sabe que de los pocos peajes promocionales obligatorios que debe pagar cuando visita España uno inamovible es la hora de tortura psicológica y física de "El Hormiguero". Ayer era su cuarta vez, y eso sólo puede significar una cosa: como el niño que va a clases de inglés extraescolares sin derecho a réplica, Bieber no se puede librar de reencontrarse con Motos. Es lo que hay, socio, toca apechugar. Te puedes largar del estudio de "Los 40", no problem, pero a "El Hormiguero" vas sí o sí, ponte como quieras. Así que fue, vaya si fue. Pero fue con la misma actitud con la que muchos vamos a actos sociales o, sobre todo, bodas, a las que no queremos ir: con cara de estar oliendo caca de perro, escondidos en un rincón del local de turno, contestando mal a quien te ha llevado a rastras y mirando el móvil cada dos minutos para sobrellevar el drama. Bieber no disimuló ninguno de los bostezos que le regaló al equipo del programa. Contestó con monosílabos o respuestas escuetas. Participó en las chorradas habituales de Jandro y compañía con la misma desgana con la que un fumador de marihuana se pone a hacer deporte. Y lo que es más incomprensible: pasó por completo de Andrea Janeiro, Andreíta, la hija de Belén Esteban y Jesulín de Ubrique, estratégicamente ubicada en una de las primeras filas de la grada de público. Nadie avisó al amigo que el mejor truco promocional de la semana lo tenía delante: hubiera bastado con acercarse y darle unos mimitos a la hijísima para garantizarse mucho más eco mediático. Maravillosa sinergia entre Antena 3 y Telecinco, por cierto: ayer todo el mundo hablaba de Belén Esteban viendo "El Hormiguero" y hoy todo el mundo hablará de "El Hormiguero" viendo Telecinco.

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Andreíta en éxtasis. Imagen vía

Y sí: Justin Bieber es un cretino. Y puede serlo aún más si llega al plató con ganas de boicotear el tinglado. Pero cuando la única pregunta que te hace el entrevistador sobre tu nuevo disco es "¿Qué harás con las canciones que has grabado y no salen en el disco?" y acto seguido te pregunta cuántas veces te has hecho la cama o cuántas veces te has planchado una camisa, no puedes esperar que el invitado te ponga fáciles las cosas. Suave me pareció su desplante general.

De acuerdo que el chaval no es Tom Waits, pero algunas cosas tendrá que decir de su nuevo álbum y su carrera artística, no sé. Hay mínimos de cortesía. Después de ese fallido planteamiento de entrevista, que Motos cortó rápidamente viendo la actitud seca y esquiva de Bieber, se dio paso al único momento brillante de la noche, el juego ¡Al fan fan y al bicho bicho! planteado por Trancas y Barrancas. El único episodio con intención de la noche: que Bieber adivinara si el sonido infernal que reproducía el programa provenía de una fan o de un bicharraco histérico. Las pobres beliebers que gritaban y se emocionaban en las gradas no acabaron de pillarlo. Nosotros en casa sí. Minipunto a favor de las hormigas.

Todo lo que vino después mejor no haberlo visto ni vivido. Por ejemplo, el ya clásico saludo a las fans que esperaban en la calle. Es una escena clásica del programa: Motos conduce a su invitado a uno de los despachos de la productora y desde una ventana se saluda a la multitud congregada en la entrada de los estudios. A Bieber evidentemente se la sudaban bastante las fans que estaban fuera.

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A ver, amigos, que este tipo está acostumbrado a lidiar con miles de fans cada día, se las encuentra en todos lados, no le vendrá de doscientas niñas enloquecidas. Nah, no va por ahí la intención de "El Hormiguero", no. En realidad ese es el momento que Pablo Motos aprovecha para sentirse Rey o Papa por unos segundos, es esa escena ya recurrente del programa en la que el presentador se asoma a la ventana antes que la estrella y saluda emocionado. Lo habremos visto en repetidas ocasiones y estamos muy acostumbrados, pero ni con esas se desvanece la estupefacción cada vez que asistimos a este derroche de megalomanía. De primero de ególatra.

Pero si hay un momento que resuma lo que significó ayer la visita de Bieber a "El Hormiguero" es el regalo que le hizo Pablo Motos al cantante. Llevaba rato advirtiéndole que tenía algo para él, algo que habían comprado especialmente y que le encantaría. Cuál fue la sorpresa, nuestra y del propio artista, cuando descubrimos que el regalo del programa era una tabla voladora, una cachivache que te permite patinar sobre el agua. Una soberana idiotez. Y además patrocinada.

Justin abriendo el regalo

La cara de Bieber, que recibió el presente con la misma excitación con la que nos despertamos un lunes lluvioso de febrero, no podía disimular la incomprensión ante semejante chorrada. Conocemos esa expresión. Era cara de "a ver, Pablito, que yo me puedo comprar 50 mierdas de estas mañana mismo y regalárselas al primero que pase, si no lo tengo es por algo, no me vaciles". Al amigo no podía importarle menos el asunto. A saber en casa de qué taxista habrá amanecido hoy ese trasto.

Fue el colofón ideal para un despropósito generalizado de altos vuelos, nunca mejor dicho. Un invitado poco cómplice y malcriado saboteando su única intervención televisiva en España; un presentador formulándole las preguntas más absurdas de toda la gira promocional y poniendo los codos para saludar él antes a la multitud; unas hormigas de peluche comparando a sus seguidoras con animales enloquecidos; la hija de Belén Esteban comportándose como una fan histérica ante millones de televidentes; una supuesta Belieber que no tenía ni pajolera idea de dónde tiene sus tatuajes el cantante; un castillo de arena destruido con dinamita (¿?); y una tabla acuática voladora como gran regalo de agradecimiento. ¿Juego de Tronos? ¡Juego de Bobos!