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La Barba

Así no, James Harden. Así no.

Es muy cierto que en la actualidad, la grandeza de los jugadores se mide en los momentos cruciales.

No en partidos que no tienen importancia, y donde se destapan anotando cantidades estúpidas de puntos, no en el All-Star Game, no en temporada regular y mucho menos contra equipos que no tienen con qué detenerlos.

Nos guste o no, esta es una realidad impuesta por los medios y nosotros, los fans y no hay de otra: un jugador pasa de bueno a grande en los momentos críticos del partido.

Han pasado ya cinco días de que James Harden se despidió de la temporada, y sigo preguntándome cuál debe ser su calificación y sigue sin llegarme la generosidad. Ni siquiera con el paso de los días.

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Es muy cierto que todos los jugadores del planeta tienen un mal día. Unos más que otros y peor que otros pero es una regla de la que nadie se salva. No importa si eres aquel jugador que solo entra al partido cuando quedan 12 segundos y vas ganando por 25 o si eres LeBron James, tarde o temprano tendrás un mal juego y esa es la realidad. Por supuesto que esto es algo aceptable, los jugadores son humanos, no robots (con la excepción de Duncan y Leonard, sigo esperando confirmación ahí). Por obvias razones no son perfectos y algún día tirarán 2 de 15 o terminarán con 4 puntos solo desde la línea de libres. Se entiende y se vale.

El problema se presenta cuando mezclas las dos situaciones anteriores y las pones en las manos de un posible MVP de la temporada regular. Cuando tu mejor jugador no da el ancho en el juego más importante del año, en el que o ganas o te vas a tu casa. Es ahí cuando todo el mundo no acepta que hayas tenido un mal juego porque era el único momento en el que no podías tenerlo. Cosa que le ocurrió anoche a James Harden que terminó el partido con 10 puntos, 3 rebotes y 7 asistencias y vio cómo los Spurs avanzaron a la final de conferencia contra Golden State.

Sin embargo, eso se puede perdonar. Aquellos que no somos unos extremistas del deporte entendemos que no todo es blanco y negro y que, desafortunadamente, tu mejor jugador puede tener su peor noche en el partido más importante. Lo que me cuesta perdonar es cómo decidió salir del juego. Cuando eres el líder de tu equipo, tienes que estar ahí hasta el final, no puedes tirar la toalla, el barco se hunde con el capitán.

Sí, lo que vimos ayer fue una madriza de proporciones épicas y SIN Kawhi Leonard, que no jugó por lesión, pero con más razón Harden tuvo que esperarse a que D'Antoni lo sacara en vez de cometer su última falta con 3:15 en el reloj como un berrinche de niño chiquito para no seguir jugando. La afición lo notó y algunas de las pocas personas que quedaban en la arena le aplaudieron, pero también se pudieron escuchar muchos abucheos. Si ya estás teniendo una pésima noche, mínimo termínala bien y no le eches más gasolina al fuego. Es cierto que no puedo imaginarme lo que estaba sintiendo, ir perdiendo por 37 puntos con 3 minutos restantes en el partido que te está eliminando de los playoffs tiene que ser durísimo. Pero él, como jugador profesional de basquetbol, tiene que ser mejor que eso y demostrarle a todos, pero más que nada a su equipo, que no se va a rendir sin importar lo que esté pasando. ¿Se imaginan a Westbrook cometiendo esa falta? ¿A LeBron? ¿A Thomas? ¿A Wall? ¿A Leonard? Yo no.

Fue una acción que me recordó a los Pistons del 91 yéndose a los vestidores antes que terminara el partido sin darle la mano a un solo jugador de Chicago.

Entiendo que se ardan porque así es el deporte, pero hay que tener clase. Estos jugadores no mostraron una pizca de respeto ante su rival y creo que Harden hizo lo mismo pero hacia su equipo y fans. Esa falta nos recordó al Harden que no defiende, que no corre, que no la pasa, que culpa a todos menos a él. Nos recordó a un jugador berrinchudo que prefirió irse a sentar en vez de seguir siendo víctima de tal humillación. Lamento decirle que eso viene con el trabajo y que espero, que conforme madure más y mejore más, entienda que si su equipo va perdiendo por 90 con 7 segundos en el reloj, si su entrenador no pide el cambio, él tiene que seguir ahí, defendiendo como si el partido estuviera empezando.