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Blade Runner 2049

‘Blade Runner 2049’ no es la película que Denis Villeneuve quería filmar

Villeneuve se encuentra atorado en la prisión dorada de las películas exitosas en taquilla: puedes hacer lo que quieras, siempre y cuando esté basado en los recuerdos de alguien más.
Imagen: Warner Bros. 

Según parece, existen dos tipos de realidades ineludibles para los directores con grandes presupuestos en 2017: tienes que usar propiedad intelectual existente y debes generar espectáculo que pueda atraer audiencias masivas, locales e internacionales, al cine.

Todo indica que Denis Villeneuve escogió sabiamente adentrarse en la corriente mainstream. Blade Runner (1982) de Ridley Scott no sólo es una propiedad amada con un requisito distintivo de nostalgia, también posee gestos artísticos genuinos que le han otorgado un lugar en la Criterion Collection y exposiciones en salas de cine de arte. A pesar de que Blade Runner 2049 es a menudo hermosa y, a ratos, conmovedora, este filme de 150 millones de dólares exhibe los límites de los grandes presupuestos para grabar películas en el 2017.

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Hay muchas cosas qué admirar, pero en general, Blade Runner 2049 funciona mejor como un ejemplo del por qué los directores como Villeneuve deberían recibir grandes presupuestos para poner en práctica nuevos conceptos en lugar de restaurar lo que ha existido antes de ellos.

Al igual que Arrival llegó a su punto más alto cuando vimos la elegancia del funcionamiento de la nave espacial y los aliens dentro de la cinta, esta versión de Blade Runner brilla cuando vemos cómo opera la distopía de Villeneuve. Momentos de genialidad técnica, grandes y pequeños, conforman el alma de este filme. La mecánica de este mundo deja a cualquiera estupefacto, ya sea que estemos ante la creación de recuerdos robóticos, la ejecución de un ataque aéreo —sin mayor esfuerzo— desde la distancia o, incluso, algo tan sencillo como una caminata a través de un pasillo de archivos. Ryan Gosling (K) opta sabiamente por una actuación muda e inquietante que permite al mundo robarse el show y, al mismo tiempo, proyectar el pesar que implica vivir en él.


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Incluso con todo el despliegue de genialidad técnica (vestuario, sonido, efectos especiales), el bagaje mitológico del filme original abruma a Blade Runner 2049. Harrison Ford (Deckard) hace su enésima participación obligatoria de borrón y cuenta nueva de los últimos años. Sin embargo, Ford es sólo un síntoma, no la enfermedad. Una historia que pudo haber sido contada en dos horas o poco menos, se aplaza conforme Villeneuve se ve obligado a mezclar todo con una mitología más extensa que incluso resulta difícil recordar para los fans de la cinta original.

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El bagaje más pesado para Villeneuve es, tristemente, la historia misma de Blade Runner. Lo que convirtió la estructura original de la cinta de Scott en algo tan llamativo fue el juego interno entre cine negro y ciencia ficción. La femme fatale es un robot y los robots son usados como esclavos: ¿Es raro que el rudo detective duerma con ella? En la década retrograda de los 80, la pregunta se percibía como algo nuevo, imperativo. Por su parte, Ex Machina, Westworld, y el mundo real han normalizado, de alguna manera, la idea del sexo entre humanos y robots.

Existe una versión de 90 minutos de Blade Runner 2049 que se sentiría implacable, pero también nostálgica y hermosa. Pero el director parece querer hacer para el cine negro de ciencia ficción lo que la cinta The Assassination of Jesse James by the Coward Robert Ford (también filmada por Deakins) de Andrew Dominik hizo por el género western. Busca redondear los tropos del género, encimarlos uno sobre el otro, y abrirlos a base de golpes. He ahí el fracaso.

Como Deckard termina enamorado de una replicante, la película siente la necesidad de crear una pareja robot para Gosling con alguien/algo menos humano que su ser. La indeseable tarea recae en Ana de Armas en el ingrato papel de Joi. En este mundo, los robots tienen hologramas que funcionan como su versión de un robot sexual. Si pierdes demasiado tiempo meditando por qué un robot está programado para sentir deseo, podrías provocar un corto circuito. Valdría la pena olvidar este aspecto de la cinta. La desafortunada realidad del momento actual del cine sale a relucir cuando se pide a actores mediocres interpretar papeles de robots y terminan siendo peores. Quizás por el apego al material original de Phillip K. Dick o al filme original, Villeneuve siente que no puede darnos una visión de la mujer más allá de un transeúnte superficial o una máquina asesina. Con la pequeña excepción de Robin Wright como agente de policía trastornada o Carla Juri como una genio frágil, las mujeres del reparto ceden, tristemente.

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Esta es sólo una manera en la que Villeneuve se siente obligado a reverenciar la caja de arena en la que juega. No se le nota tan apasionado con Blade Runner como suele ser con otras cosas dentro de los confines de Blade Runner. En este aspecto, el filme también fracasa precisamente donde It, una película menor de un director menos, triunfa.

La secuencia más hermosa de la película es cuando aparece Carla Juri como la Dra. Ana Stelline, uno de los pocos personajes que no encaja perfectamente en nuestras expectativas predeterminadas del cine negro. Ella se encarga de hacer recuerdos para los robots. Esto significa que puede crear cualquier cosa, siempre y cuando permanezca en el recinto de vidrio provisto por Tyrell Corporation. Stelline siente profundamente el privilegio y la belleza de crear sueños para otras criaturas, pero también el pesar de las limitaciones de vivir dentro de los recuerdos de alguien más. Es obvio que Villeneuve se identifica con este personaje en un nivel visceral. Existe una profunda empatía del artista que no se alcanza en otras partes del filme.

Aunque hay muchos aspectos de Blade Runner 2049 para elogiar, el filme nos deja un sentimiento de culpa. Si tan sólo viviéramos en un mundo donde Villeneuve pudiera tener 150 millones de dólares para hacer lo que quisiera. Pero así no funcionan las cosas en el 2017. Si filmas una película por arriba de los 50 millones, entonces tienes que confinarte a la prisión adornada de los filmes exitosos en taquilla. Puedes hacer lo que quieras, siempre y cuando esté forjado con base en los recuerdos de alguien más. A pesar de la belleza que Villeneuve proyecta en el universo de Blade Runner, no podemos evitar preguntarnos que habría sido si hubiese podido aportar sus propias ideas.

En general, el estilo de Blade Runner 2049 trasciende los problemas de esencia. Las hermosas tomas capturan la atención de los espectadores en el transcurso de casi tres horas. Pero, con un director del calibre de Villeneuve, es una lástima salir del cine sintiéndose apenas satisfecho.