Las cosas que los refugiados sirios dejan a su paso por Hungría

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Las cosas que los refugiados sirios dejan a su paso por Hungría

Llegué a la frontera de Hungría con Serbia a principios de septiembre cuando los alrededores del pueblo de Roszke eran ya uno de los puntos más calientes de la ruta migratoria que lleva desde Grecia hasta el centro de Europa. Miles de personas accedían caminando por la vía del tren, todos los días. La mayoría de ellos asegura escapar de Siria: un país en el que han muerto más de 200,000 personas durante los más de cuatro años de la guerra que sigue estallando.

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El drama humano se convierte de inmediato en el centro de nuestra atención como periodistas. Familias con sus niños, bebés, ancianos, empresarios, gente de clase media con títulos universitarios, jóvenes en busca de una vida mejor para mandar dinero a los familiares que han dejado atrás…

Más allá del debate político y de la legislación internacional vigente, que no hay que olvidarlos, es necesario contar lo que está ocurriendo desde el lado humano. Ver a tantas personas desesperadas llamando a las puertas de Europa sorprende. Al igual que sorprende que Hungría tenga tanto derecho a que las leyes se cumplan como a respetar los derechos humanos de esta gente, lo que ha sido sistemáticamente puesto en duda. Sobre el terreno daba la impresión que las autoridades estaban únicamente preocupadas por el aspecto de la seguridad y solo las ONG se encargaban de la atención más básica y urgente: acomodación, asistencia médica o alimentación.

Pronto me di cuenta, caminando por esa vía de tren, que además de fotografiar su llegada, acercarme a ellos con la cámara y escuchar sus historias para contarlas, había un testimonio algo más profundo y por qué no, más poético. Lo hice observando lo que iban arrojando a su paso. Por eso en estas fotos están ellos, aunque no se vean sus rostros. Podemos imaginar quiénes son. Los peluches de los niños, la ropa y el calzado, las medicinas, la comida, los boletos del barco de Grecia, elementos de higiene personal…

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He cubierto las rutas de la emigración hacia Europa desde hace más de una década, especialmente desde África. En este caso me ha llamado la atención que muchos de los objetos que encontré esparcidos entre Hungría y Serbia junto a la vía del tren, como tapetes, mantas, prendas de vestir en buen estado, sacos de dormir, tiendas de campaña, paquetes de comida sin abrir, etcétera… Nunca serían abandonados en países como Mauritania, Malí, Senegal o Marruecos.

Es ésta, quizás, una forma de entender que el flujo que llega estos días a Hungría está formado por personas de un poder adquisitivo superior que el que llega del África subsahariana, son personas que seguramente no necesitan tanto soporte económico como protección internacional.