FYI.

This story is over 5 years old.

Noticias

Apoyando a los autodefensas michoacanos desde Santa Ana, California

Michoacanos en el sur de California ayudan en la guerra en contra de unos de los carteles más despiadados de México. Parece que están ganando.

* Esta nota se publicó en colaboración con el semanario OC Weekly.

Foto por Hans-Máximo Musielik.

Un arco sencillo recibe a los visitantes que llegan a El Limón de la Luna, un pueblo en Michoacán dentro de la región central de México conocida como Tierra Caliente.

Bienvenidos al Limón de la Luna, dicen las palabras soldadas al marco de metal que recorre sobre la carretera de dos carriles que llegan al pueblo. Las hojas verdes obscuras, casi negras, de los tilos complementan el paisaje. Durante la cosecha, la fruta es recolectada y repartida a lo largo de México, limas tan jugosas que inspiraron el nombre de este pueblo etéreo.

Publicidad

Esta entrada bucólica es una escena bien conocida para muchos de los residentes de Santa Ana, la adoptada capital de la diáspora michoacana dentro de el Sur de California durante los últimos 40 años. Hoy en día, El Limón sólo cuenta con más o menos 300 residentes, pero que durante el invierno crece cuando llega la caravana de expatriados que recorren el camino de 28 horas desde Orange County, California, para pasar la temporada navideña en su tierra natal. Pero en los años pasados, la buena voluntad atrajo algunos invitados no deseados que llegaron con intenciones muy diferentes a los hijos pródigos que llegan con nostalgia y en busca de descanso.

Los Caballeros Templarios se habían establecido en Apatzingán, una ciudad con aproximadamente 90,000 residentes, y consiguieron control por medio de una campaña de terror e intimidación. Los tentáculos del cártel rápidamente se expandieron a los ranchos cercanos, incluyendo El Limón de la Luna, en el cual se establecieron como la autoridad que ejercía su implacable poder. La evidencia está en una foto en la cual un grupo de michoacanos platican en un bar de Santa Ana, sobre la violencia que ha atormentado a sus familiares y amigos.

Unos de estos hombres ayudaron recaudar fondos en Orange County para pagar por el arco en la entrada del pueblo. Él sacó su iPhone para mostrarme una foto que mostraba a cuatro personas colgadas del arco, cada uno con las manos atadas y los pies casi tocando a la carretera. Una es una señora embarazada cuyo esposo y hermana de 19 años cuelgan a su lado, que evidente sufrieron la misma muerte agonizante. La cuarta víctima es un hombre con sus pantalones a los tobillos y calzones bajados a la mitad de sus piernas. Un periódico está atado a su cabeza, sugiriendo que a alguien no le gustaron sus comentarios —probablemente en contra de Los Templarios— atribuidos a él en algún artículo.

Publicidad

La decisión de usar el arco para las ejecuciones aparenta ser calculada. Aunque los reten, ellos tendrán la última carcajada. No sería ni la primera ni la última vez que el cártel usa el arco para comunicar un narcomensaje, ya que ha habido por lo menos dos ejecuciones más sobre el arco del pueblo, resultando en el asesinato de cuatro otros hombres.

Foto por Hans-Máximo Musielik.

“Así como lo ves, no te podemos dar nuestros verdaderos nombres si hablamos contigo”, dijo el hombre con el iPhone, mientras apuntaba a la foto. “Si digo algo malo y mi nombre aparece en el periódico, sería mi familia en Michoacán la que sufriría.¿Crees que quiero ver una foto de mi padre o mi hermano colgando del arco?”

Otro hombre platicaba historias de familiares que fueron detenidos en la carretera por sicarios del cártel afuera de Apatzingan, y obligados a pagar una cuota símplemente por tener carro. Su amigo agregó que el carro de su hermano fue baleado por Los Templarios mientras estaba estacionado por el simple hecho de “divertirse”.

Los detalles que compartieron eran indistintos. El hecho de dar demasiada información puede resultar peligroso, ya que los sicarios de Los Caballeros Templarios pueden identificar a los familiares en Michoacán. Además, el dar demasiados detalles también podría exponer la revolución que estos hombres y sus compatriotas han apoyado.

Los expatriados han estado recaudando fondos para mandar a Michoacán y algunos —no sólo hombres nacidos allá, sino también sus hijos agringados— hasta han dejado la comodidad del Norte para regresar a Tierra Caliente y combatir. Fue un levantamiento que llegó al corazón de los mexicanos y extranjeros e inspiró más levantamientos similares en otros estados de la república que sufrían la misma aflicción de la narcoviolencia. Un levantamiento que también avergonzó a la administración del Presidente Enrique Peña Nieto.

Publicidad

Pero la comunidad michoacana en Santa Ana todavía no canta victoria. Surgen rumores que pistoleros y espías del cartel han infiltrado la comunidad para tomar nombres de aquellos que critican y denuncian a Los Templarios.

Cuando los michoacanos en Santa Ana discuten la guerra en su tierra natal, susurran sobre "los problemas" y "las cosas" que están pasando en Michoacán. La palabra Templario no es mencionada en público, o por lo menos no lo suficiente para que sea escuchado por alguien más, y así no llamar la atención de los espías que se cree que están en todas partes en el Sur de California.

Un hombre que fui a buscar en su negocio me corrió y se negó hablar sobre la guerra en su tierra. Dio la vuelta y se metió a un cuarto. Otro hombre que aceptó hablar conmigo se arrepintió después de que sus amigos, también de Tierra Caliente, lo desanimaran.

“He cambiado de idea y te estoy pidiendo que te olvides de todo lo que te he dicho,” me dijo desesperadamente por el teléfono al día siguiente. “Mis amigos tienen la razón. Si mi nombre aparece en el periódico, quien sabe lo que hagan los narcos. Pues también peligrarían mi esposa y mis hijos, aunque vivamos acá. Me pueden castigar por decir la verdad.”

Foto por Josué Rivas.

Según las pláticas de los michoacanos en el Sur de California, Los Templarios viven en California en la ciudad de Hesperia, en el condado de San Berndardino y en las ciudades Riverside y Miraloma. También han sido vistos en restaurantes de Santa Ana.

Publicidad

“La gente sabe quiénes son. Se podrán cambiar los nombres pero no la apariencia, ni sus pasados,” dijo un hombre. Cuando se le pregunta por qué la gente no los reporta con las autoridades, dice que temen que sean fichados como informantes de la policía y pongan en riesgo sus seres familiares en Michoacán. Aquí, como en Tierra Caliente, la mejor manera de evitar la ira de Los Templarios es, como lo dijo otro michoacano con quien hablé en Santa Ana, “Yo veo, pero mejor digo: No vi nada.”

Los temores son justificados. Las autoridades norteamericanas dicen que la mayoría de la metanfetamina que llega al sur de California es controlada por Los Templarios, de Michoacán. En el 2010, agentes de la DEA investigaban otras actividades de otro cartel en el condado de San Diego y se sorprendieron al escuchar de Los Templarios, quienes fueron agregados a la investigación. Después de la investigación llamada 'Operation Knight Stalker' que duró dos años, los agentes entregaron 30 ordenes de arresto para miembros de La Familia y Los Templarios en el sur de California para diciembre del 2012. Se hicieron detenciones en las ciudades de Santa Ana, Buena Park, Riverside, Perris, Downey, Los Angeles y hasta Manteca, también en el condado de San Diego.

Amy Roderick, agente especial de la DEA, dijo que la investigación sigue: “Estos individuos son peligrosos y para tener cuidado, es por eso que están en nuestra mira”, dijo ella.

Publicidad

Después de que la policía federal mexicana mató a los fundadores de La Familia, algunas riñas dentro de la organización dieron como resultado la formación de Los Templarios, quienes en el 2011 se nombraron herederos de La Familia y sus tradiciones de violencia y ceremonias extrañas. Luego tomaron control de las ciudades más grandes de Michoacán y voltearon su mira a Tierra Caliente. Esta zona geográfica y cultural que cubre partes de Michoacán y Guerrero es rica en agricultura y recursos naturales. En la psique mexicana es similar a las regiones Ozarks o Appalachia en Estados Unidos: una región de maravillosa belleza, extrema pobreza, y gente innegablemente independiente.

Los Templarios se apoderaron de Tierra Caliente de la misma manera que el Ejército alemán lo hizo con la Unión Soviética durante la segunda guerra mundial, al matar, quemar y robar sin consecuencia. Al establecer su poder, comenzaron a extorsionar a los residentes. Primero se pedían fondos para proteger, pero cuando eso no fue suficiente, Los Templarios empezaron a pedir impuestos por todo, desde terrenos, cosechas y hasta sueldos. Se adueñaron de huertas de aguacates y limas, exigiendo que los propietarios vendieran los terrenos por una miseria. También comenzaron los asaltos sexuales y el tráfico humano. Miembros del cartel aterrorizaron a los residentes para mantenerlos callados; aquellos que se atrevían a hablar encontraban sus carros y casas quemados —si corrían con suerte.

Publicidad

La crisis llegó a la cima cuando el poder templario sobre los pueblos y las autoridades de Tierra Caliente comenzó a afectar la economía de las huertas de aguacates y limas, y por consecuencia la misma sobrevivencia de aquellos que dependían de esta industria. También comenzó a afectar la llegada de las remezas que por mucho tiempo sostuvieron a pueblos casi abandonados como El Limón de la Luna. Se empezó a sospechar que casas de cambio eran controladas por Los Templarios, así que en Santa Ana se empezó a mandar dinero a sucursales de Bancomer en pueblos lejanos —que requerían de viajes de dos o tres horas— para asegurar el bienestar de sus seres queridos. A pesar de esto, todavía había temor: aquellos que recibían dinero inmediatamente eran identificados como personas con conexiones en los Estados Unidos, y como resultado, aumentaron los secuestros.

Los mexicanos en los Estados Unidos que llegan de Tierra Caliente empezaron a cancelar sus planes de visitas a su tierra a causa de la violencia. Los ancianos, ya en sus últimos días, quedaron desamparados ya que sus hijos temían por sus vidas al pisar tierra controlada por los narcos.

Un grupo de michoacanos llevan a cabo la Danza de los Viejitos durante la celebración de Día de Muertos, en Santa Ana, California.

“Mi padre está gravemente enfermo”, dijo un hombre viviendo en Santa Ana, California, originalmente de un racho llamado Peribán. “Temo visitarlo por la violencia. Lo único que puedo hacer es llamarlo frecuentemente y esperar lo mejor”.

Publicidad

Peribán está al norte de Buenavista Tomatlán. El año pasado un político de ahí fue asesinado después de criticar al cartel, y 10 residentes locales murieron en una emboscada mientras regresaban de una junta con las autoridades sobre la narcoviolencia. La presencia del cartel estaba por todas partes, incluso con las fuerzas policíacas. Muchos creían que hasta las llamadas por teléfono eran monitoreadas.

“La violencia está destruyendo nuestra comunidad, pero de eso no se habla cuando se llama a casa”, dijo el hombre de Peribán. “No se sabe quién más esté escuchando, así que se habla del trabajo, la familia, o cualquier otra cosa”.

La Tierra Caliente y sus hijos en el extranjero no podían contar con ninguna parte de las autoridades mexicanas par que los ayudaran. La policía local y estatal tienen fama de estar ligadas a los cárteles; el Ejército mexicano y el gobierno federal no hacen nada, muestran impotencia. Cuando los residentes de Tierra Caliente por fin aceptaron esta realidad, decidieron levantarse y empezaron a pelear.

El primer pueblo al que le dan crédito por enfrentarse en contra de Los Templarios, fue la comunidad indígena de Cherán, ubicada en las montañas Michoacanas al norte de Tierra Caliente. La mayoría de la población es Purépecha y fueron sometidos a la explotación forestal, a Los Templarios y un gobierno indiferente. Empezando en el 2011, el pueblo se encontró con La Familia y después de su desintegración, con Los Templarios. En febrero del año pasado, la mujeres de Cherán comenzaron a organizar grupos armados de vigilantes que exitosamente sacaron a los cárteles. Esto sorprendió a la nación mexicana, la cual estaba herida a causa de la guerra contra el narcotráfico. Al mismo tiempo, impulsó al resto de Michoacán.

Publicidad

Campesinos, cosechadores de lima, dueños de negocios, maestros y otra gente cotidiana se vieron inspirados por Cherán y decidieron tomar el asunto en sus manos. Ciudadanos empezaron a establecerse en edificios municipales y arrestaron a policías que sospechaban como cómplices de Los Templarios. No tardaron en construir barricadas para establecer puntos de control en las carreteras que daban acceso al pueblo. También se establecieron puntos defensivos dentro del pueblo en donde se encontraban ciudadanos armados con cuernos de chivo y M-16, listos para enfrentarse a Los Templarios.

Encontraron más éxito del que esperaban. Los narcos y sus cómplices dieron vuelta atrás, pero algunos con promesas de regresar y buscar venganza. Para el mes pasado, los grupos de autodefensas iban con rumbo a Apatzingán, el centro de las operaciones de Los Templarios. Pronto circularon fotos de los combatientes —tanto campesinos, como adolescentes— explorando y descansando dentro de las grandes casas de los líderes de Los Templarios, incluyendo a Enrique Plancarte “El Kike” Solis, cuyo gusto de diseño interior evidenciaba ser monocromático. Casi todo —muebles, decoraciones, paredes— era rojo y blanco. Su habitación era rosa con blanco, incluyendo su cama, y fue presentada en periódicos mexicanos bajo el titular Así vivía El Kike.

Hasta fines del año pasado, poco se sabía dentro de los Estados Unidos sobre los enfrentamientos sangrientos entre los grupos de autodefensa y Los Templarios. Recientemente ha habido reportes en los medios mexicanos que dicen que un grupo basado en San Jose, California conocido como Voluntarios de la Comunidad han organizado eventos para recolectar fondos en Los Angeles, San Bernardino y otras ciudades de California que tienen gran presencia michoacana. Sin embargo, nadie admite que eventos semejantes han tomado lugar en Santa Ana. Varios hombres dentro de la comunidad han dicho que la cantidad de dinero que mandan como remeza mensual durante estos tiempos de “las cosas” aumentó. Aseguran que el dinero es para que se compre comida y para pagar por otros gastos básicos. Si el dinero también se usa para comprar armas y municiones, es algo que no se puede saber.

Publicidad

Un grupo de michoacanos llevan a cabo la Danza de los Viejitos durante la celebración de Día de Muertos, en Santa Ana, California.

Lo que si no se puede negar es que personas que anteriormente vivían en Santa Ana se han unido a la causa. El periódico Los Angeles Times identificó a unos de los combatientes como Adolfo Silva, quien asistió a Century High School y se unió después de que Los Templarios secuestraron a su primo. En una entrevista con GlobalPost.com, Silva parecía un personaje pocho del barrio (su hermano ha reportado al Times que fue miembro de la pandilla Lopers), con su inglés rebuscado y cabello corto. “Estamos aquí para defender a la gente. Ellos nos dicen lo que necesitan” dijo Silva.

Un hombre que creció en Nueva Italia, un pueblo al sur de Apatzingán, y ha vivido en Orange County por casi 40 años dijo que la vida lujosa que vivían los líderes del cártel era escandalosa, especialmente en comparación con la pobreza que hay en Tierra Caliente. “Estos hombres no tienen educación. Son ignorantes pero se han enriquecido al explotar a su misma gente”, dijo.

El hombre señaló a los otros que se encontraban en el bar con él. “Nosotros venimos aquí para mejorar nuestras vidas por medio del trabajo honrado”, dijo. “Nos hemos ganado lo que tenemos. Esa gente —los narcos— han encontrado sus riquezas a través del terror y los asesinatos.”

Los michoacanos empezaron a llegar a Santa Ana a principio de los 60. Al pasar los años, ésta ha sido quizás una de las comunidades de inmigrantes mas unidas que se haya establecido en Santa Ana, organizándose con frecuencia para recaudar fondos para algún beneficio en sus pueblos o proyectos que el gobierno de México no se ha interesado en cumplir. Pero estas conexiones se están perdiendo porque es más fácil que la juventud adopte los modelos norteamericanos. Los hijos ya no toman tanto interés en las camisas vaqueras, los cinturones con hebillas o las botas que usan sus padres. La reuniones comunitarias que se hacían en el salón del sindicato Laborers o de la iglesia ya no son tan frecuentes.

Publicidad

“Nuestros hijos son norteamericanos. Muchos ni conocen Michoacán. Para ellos sólo es el lugar de donde vinieron sus padres,” dijo el hombre de Peribán.

A pesar de los puntos de vista negativos que muchos norteamericanos tienen sobre los inmigrantes mexicanos y de la ciudad de Santa Ana, hay un hecho establecido: los hijos de los hombres que llegaron hace medio siglo, hoy en día trabajan al lado de los hijos de los gringos que llegaron al mismo tiempo. También compran las casas que construyeron sus padres. Los viejos, por otro lado, lamentan la violencia que destroza su madre patria y se preocupan por sus familiares que siguen allá. Sin embargo, parece que hay un apoyo universal para aquellos que están recuperando sus pueblos, ya sea porque ahí nacieron o porque de allá descienden. Recuperándolos de las manos de los narcos, del gobierno inepto y del Ejército que permitió que Michoacán por poco se perdiera.

Foto por Hans-Máximo Musielik.

Los combatientes informalmente tienen su propio uniforme: una camiseta blanca. Son vistos como héroes por casi todo México, y los han comparado con el levantamiento Zapatista de los 90 o con las tropas de Pancho Villa y Emiliano Zapata. Una imagen informal de Michoacán es una niña purépecha que es el logo de la nevería La Michoacana, pero hoy en día la han alterado —como respuesta a la condición actual del estado— y la imagen ha sido interpretada con una arma y una máscara; la imagen circula con popularidad las redes sociales. Algunos críticos han dicho que los autodefensas no son nada más que pistoleros que trabajan por otro cartel rival que buscan acabar con Los Templarios. No hay evidencia que sostenga esos rumores, los cuales fuertemente han sido negados por los líderes de los grupos.

Hace algunas semanas, el Ejército amenazaba con desarmar a los autodefensas, quienes se negaron en entregar las armas y respondieron con exigencias propias: considerarían un acuerdo solo si todos de los líderes de Los Templarios fuesen arrestados y se establecería orden en las fuerzas policíacas sin corrupción.

A finales del mes pasado, el gobierno llegó a un acuerdo “temporal” con los vigilantes en el cual cooperarían con el gobierno y las fuerzas policíacas al unirse con ellos como unidades de la defensa rural. Las unidades estarían bajo las ordenes del Ejército mexicano y los combatientes serían permitidos mantener sus armas, pero sólo si las registran. Esa parte en particular es importante porque actualmente las leyes en México no permiten que los ciudadanos tengan armas. Aunque parece que los autodefensas han vencido a Los Templarios y al gobierno, los michoacanos que están en Santa Ana no están completamente satisfechos.

“¿Por qué los Estados Unidos no mandan soldados a Michoacán y limpian la corrupción?”, dijo uno de los hombres. “Enviamos soldados a Kosovo, Iraq y Afganistán. ¿Por que no a Michoacán?”

Sus amigos mueven su cabeza en acuerdo, todos con cara seria. Es una alternativa que se ha discutido entre ellos, y ven la participación de las fuerzas estadounidenses como la única solución para la paz en Tierra Caliente.

La sugerencia es loca, por supuesto. Su ingenuidad y frustración es típica del lamento del mexicano por su país: Tan lejos de Dios y tan cerca a los Estados Unidos. Así que lo único que pueden hacer es pelear por la Tierra Caliente.