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​Carta abierta al gay homófobo

En conmemoración al "Día Internacional de la no homofobia y no transfobia", varias organizaciones lanzaron el proyecto "Carta abierta a un homófobo o a un transfóbico". Aquí va la mía.

En conmemoración al "Día Internacional de la no homofobia y no transfobia", celebrado hoy 17 de mayo, las organizaciones Colombia Diversa, Santamaría Fundación y Caribe Afirmativo decidieron lanzar el proyecto "Carta abierta a un homófobo o a un transfóbico". Así que nosotros decidimos escribir nuestra propia carta dirigida al gay homófobo.

Distinguido gay homófobo,

Por allá en los tiempos de Stonewall aún nos pensábamos como los "excluidos", los "desobedientes" de un orden establecido. Cada vez que llegaban los "agentes" de ese orden a acabar con la fiesta, a punta de bolillos e insultos, nos recordaban que nuestra disidencia era un peligro inminente que ponía en entredicho una ficción: la de que su sistema heterosexual y de género no era natural ni universal.

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Era entretenido ser los rebeldes, esos que poníamos el dedo en su llaga. No se trataba de ahondar en la diferencia, sino de reivindicarse en ella. Sin embargo, en algún punto nos embarcamos en un paradigma más bien estrecho. Abandonamos la idea de comunidad para encasillarnos en identidades fijas que nos alejaron de nuestra lucha contra ese enemigo común que quería acallarnos y normalizarnos. Nuestro reclamo fue dividido y cada vez más regulado para encuadrarse cómodamente en el sistema del opresor.

Entonces comenzaste a caminar recto, como un soldado que sigue órdenes, por la senda de la norma. Caíste en la trampa de su pirámide, que ponía a unos sobre otros, que legitimaba lo correcto y lo incorrecto, lo bien visto y lo invisible. Te volviste un ciudadano respetable, "serio", "discreto", que no rompía con la falsa e hipócrita armonía de lo heterosexual. Denigraste de tu traje de plumas, lo cambiaste por uno de corbata, por fin te volviste un "hombre". Uno decente, por lo menos.

Y ahora vienes a decirme, como un padre injusto o un matón de escuela, que me comporte como un macho, que sea reservado, que no se me note la maricada. ¿En qué momento tu "orgullo gay" se cambió por arrogancia, por vergüenza?

Te dejaste acreditar como un ser normal. La pasividad te pareció demasiado femenina, demasiado sumisa y humillante. Entraste a ese juego misógino de ver lo femenino como algo aberrante; hablaste recio para que no quedara en entredicho tu virilidad machista. Olvidaste que el sexo era un juego cuyo único objetivo estaba puesto en el placer. Que tu pene no era un bastión de poder que restregabas sobre un culo derrotado. Que jugábamos simplemente a ser opresor y oprimido por un fin común, por burlar con un orgasmo lo establecido.

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Le hablo a usted, lector homófobo. Y no hablo de "endodiscriminación" ––como la han llamado con pretendida técnica algunos–– por la única razón de que tal término me parece vacío, niega totalmente lo que la homofobia significa: un odio prejuicioso heredado de un sistema que pretende normalizar a todos los seres bajo una misma categoría, porque teme irracionalmente a la diversidad de géneros, de orientaciones, de expresiones, de identidades sexuales.

Un odio que está enmarcado necesariamente bajo los preconceptos de la normalidad, la heterosexualidad obligatoria y el sexismo. Pues como dice el activista italiano Andrea Puggelli, "la homofobia es una de las lacras que dentro del patriarcado más cuesta erradicar. (…) Si luchamos contra la homobifobia pero no trabajamos la deconstrucción de los límites de las masculinidades y feminidades, no conseguiremos que la diversidad de género sea una realidad y por tanto la diversidad sexual una opción".

Y sí, también te hablo a ti, machito del Grindr, cuando me recuerdas que debo asumir mis plumas como un estigma, que soy inadmisible en tu brusco mundo de macho. También a esa mujer lesbiana para quien las Tomboy (marimacho) se le alejan de su ideal de mujer, como si hubiera tal cosa. Le hablo a todos esos que por encontrar a una mujer trans demasiado masculina le cierran las puertas de sus establecimientos supuestamente "incluyentes". A esos que se desbocan a celebrar las victorias LGBTI ante la ley pero hacen poco por cerrar las brechas de la desigualdad y reproducen el odio de un sistema anticuado con sus micromachismos.

Porque sí, hombres, mujeres y personas transgénero padecemos ––y quizá también ejercemos–– día a día ataques contra nosotros mismos, los disidentes.