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Capítulo 6: El paraíso perdido

El sexto capítulo del viaje de Robert Young Pelton y Tom Freccia por Sudán del Sur en la proeza de buscar al líder opositor Riek Machar.

Machot caminando y hablando por un teléfono satelital en Nairobi.

Machot está ansioso. Odia Nairobi. Es muy caótica para él, muy dispersa. Tampoco ayuda que sólo recuerda cosas malas sobre la última vez que estuvo aquí. Eso fue cuando era un niño perdido, o más específicamente, un provinciano aterrorizado siendo bolseado por rateros y extorsionado por la policía, vendedores y taxistas.

En un intento por ahorrar dinero, un día después de andar por la ciudad decidió no usar el camión y caminó a casa. Fue atacado por una pandilla de jóvenes en un camellón de la autopista. Un hombre apuñaló a Machot en la nuca mientras los otros le robaron todo lo que tenía, incluyendo su ropa. Caminó los kilómetros restantes hacia la casa de su primo, sangrando y en ropa interior. Las personas que pasaban no lo ayudaban por miedo a las represalias.

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Su regreso trae consigo nostalgia de la mala. Quería irse en cuanto llegamos. Pero estamos atorados aquí, haciendo llamadas para organizar una junta con un piloto lo suficientemente valiente para llevarnos con Riek Machar. Esto le aburre a Machot.

Para pasar el tiempo se va con los exiliados nuer, que siempre parecen organizar juntas sobre cualquier cosa. Cada dólar que le damos a Machot desaparece rápidamente; le gusta pagar las cuentas de sus nuevos amigos. También con gusto pide más dinero.

Mientras, organizamos una junta con un grupo de líderes nuer que planearon ir a diálogos de paz en Adís Abeba, Etiopía, pero quienes por el momento están técnicamente en arresto domiciliario en Nairobi, tras ser acusados de haber participado en un atentado. Nos pidieron tarjetas de teléfono, y les compramos el almuerzo en un centro comercial. Nos dicen que están muy confundidos. Que no saben por qué los arrestaron. No saben por qué no pueden viajar a Adís Abeba para negociar la paz. Todo lo que saben es que Salva Kiir marcó el comienzo de una nueva era de guerras y división étnica.

Con una sensación de orgullo palpable, me dicen que dos personas de Joseph Kony están hablando con la gente de Machar y puede que unan fuerzas con ellos para pelear contra Kiir. La tribu acholi, de Kony, está étnica, geográfica y políticamente relacionada con los nuer. Los acholi también controlan la frontera sudeste de Sudán del Sur con Uganda, donde tienen tropas extendiéndose por el oeste hacia la República Centroafricana. Ambas tribus sueñan con destituir a Kiir.

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El equipaje de la tripulación amontonado al lado de un anuncio de prevención del alcoholismo en Kenia.

Empiezan a circular las armas. Los favores se han cobrado. Han llegado llamadas desde Nigeria, Sudán y Eritrea, todas buscando la manera de aprovecharse de movimientos sísmicos en las fallas del Sudán del Sur. Con la explosión de violencia en República Centroafricana y el Congo, los poderes regionales se han lanzado a la lucha por el control de la tierra y los recursos. Todos quieren agarrar una silla antes de que la música pare, y no terminar arrestados, sin vida, en la calle durante el proceso.

Los líderes nuer nos presentan a un hombre alto y delgado vestido con una gorra de los Yankees de Nueva York y pantalones a la moda. Su nombre es Amos. Nos dicen que lo llevemos a Sudán del Sur con nosotros, y nuestro grupo crece.

Amos era comandante en el ejército sudsudanés, guardaespaldas y chofer, por lo que tenemos la esperanza de que nos ayude a llegar a nuestra meta. En diciembre, enviaron a Amos a Uganda por su jefe, Taban Deng Gai (gobernador del estado sudsudanés Unidad y el hombre que actualmente lleva las conversaciones de paz), a comprar unas partes que necesitan para arreglar el Cadillac Escalade de Gai. Mientras él estaba fuera su país se hizo pedazos. No tiene idea de cómo regresar a Yuba de forma que no lo maten o arresten.

Mientras planeamos varias rutas al territorio en guerra de Sudán del Sur que no alertaran al gobierno, alguien sugirió simplemente atravesar Yuba.

Machot y Amos arquearon las cejas de asombro. “Nos matarán” es todo lo que dijeron, y eso es todo lo que tenía que escuchar mientras recuerdo los pros y contras de un gringo viajando al centro de África con un ex niño perdido. Yuba no es una opción.

Los días pasan mientras Tim, Machot, Amos y yo nos sentamos alrededor de Nairobi y tratamos de idear una manera de cruzar la frontera de Sudán del Sur. El clima aquí es perfecto, la gente habla bien inglés y el aeropuerto te lleva a todas partes, todas las razones de porqué Nairobi se hace llamar el corazón de la infraestructura ONG de África. También es caro, sucio, está atascado y lleno de rateros, sin mencionar que el tráfico es enloquecedor. Todo es desesperante. Vendedores ambulantes esquivan filas de carros a toda velocidad para vender comida desde puestos improvisados a lo largo de la calle. Todos se mueven para ganar dinero, y la corrupción es desenfrenada, en todos los niveles. Cada pasaje de taxi termina con una discusión sobre la tarifa. Incluso los agentes de tránsito detienen a los carros si no les ofrecen una pequeña mordida.

Mientras más tiempo estoy en Nairobi, más empiezo a compartir el odio que Machot le tiene a este lugar. Si a esto le llaman civilización, necesitamos llegar a los territorios en conflicto.

En nuestro octavo día en la sórdida capital keniana nos tomamos un descanso. Después de quemar cientos de dólares de nuestro tiempo en el teléfono satelital, por fin encontramos otro piloto y una pista de aterrizaje. Vamos a Akobo.