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Cultură

La caza furtiva con galgos es muy triste

No cazamos liebres pero entendimos un poco más el problema.

José (no es su verdadero nombre), un gitano de 30 años, padre de seis hijos y muy simpático si no le haces enfadar, me invitó a acompañarle de caza con sus galgos, esos de los que presumía paseando con una soga al cuello el día que le hablé de mi afición por los perros. Mi abuelo decía que “si un gitano no te la da a la entrada te la da a la salida”. Yo, con un punto de vista algo más abierto y racional, decidí comprobarlo.

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VICE: José acepto tu invitación, vámonos de caza.

José: ¡Venga! Esta tarde mismo, pero nos vamos en tu coche.

¿Y tu furgoneta? (Le pregunté, acordándome de mi abuelo).

La furgoneta está, pero como si no estuviera. Porque no tengo papeles, ni seguro y no tiene la ITV.

OK pero yo solo tengo un Focus.

Claro, ahí entramos perfectamente. Tú, yo y las dos perras atrás.

Cuando fui a recogerle a su casa, José ya me esperaba. Al lado, dos de sus galgos y Jesús, un primo suyo. Me convencieron para ir a recoger a una tercera galga. Finalmente, después de que una de las perras cagara en mitad de la vía pública y dejar allí sus excrementos, empecé a conversar con José.

¿A qué te dedicas José?

Pues como no he estudiado, a lo que sale. He trabajado de guarda en la obra, vigilando el cable para que no lo roben. Pero ahora estoy solo con la venta ambulante: cebollas, ajos, limones y lo que me piden, algún perfume por ejemplo.

¿Y eso te da para criar seis niños?

Hombre para ir tirando de la cuerda de vez en cuando.

¿Con los galgos haces algún ingreso extra?

Cuando sale venta sí. A veces vendo alguno o los meto en algún trato, los cambio. Lo que se puede, pero vamos saco poco o no nada, puro vicio.

José estaba contento por la atención que yo le prestaba, al tiempo que no mostraba conciencia ni preocupación por cosas tan básicas como no tener un veterinario, “colocar” un perro a cualquiera sin preocuparle su paradero, cazar liebres preñadas o incluso crías, perder algún galgo durante la caza si no es “bueno” o poder darles las atenciones mínimas necesarias (paseos, actividad, buena alimentación…).

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¿Qué hay de cierto en las grandes cifras en torno a los galgos?

Claro que hay dinero. Hay apuestas en el canódromo, ahí corren galgos ingleses  diferentes distancias. En campo abierto están los campeonatos que también mueven mucho dinero, porque hay mucha afición. Y después están las apuestas entre aficionados, que eso es ya cada uno. También hay ventas buenas de perros. Si alguien se encapricha puede llegar a pagar mucho, que yo sepa una perra ahí en Entrevías se vendió por 60.000 euros.

Eso es una locura.

A ver, esto es un vicio ¿entiendes? Como el deporte o la droga, pero esto se mama. Mi afición viene desde la cuna, a los tres años ya estaba de caza en el campo. Siempre he tenido galgos, ahora tengo seis y otra que me tienen que traer. No sé decirte la cantidad de ellos que he tenido.

¿Y cómo los mantienes?

Pues de comer les doy bolas (pienso) y carcasas (esqueletos de pollo). Si están más de un año conmigo las vacunas se la pone un amigo. Él entiende, porque veterinario no tengo. Yo los trato bien, a todos esos maricones que los matan, que los abandonan, había que arrancarles los huevos. Yo los tengo con sus papeles y todo. Como Dios manda. Hay mucho hijo de puta por ahí suelto.

Todo fue muy triste, la verdad. Llegamos a una escombrera por Parla pegados a la carretera nacional. Había llovido y anduvimos entre sembrados, charcos, barbechos y caminos en torno a unos seis kilómetros. Cuando José lo ordenaba, permanecíamos quietos y agachados con el frío pegando en la espalda, para que no nos viera el guarda, desde su furgoneta. Encontramos pisadas recientes de otros perros que habían estado cazando antes allí. Mala suerte. Solo salieron cuatro rabonas (liebres), se corrieron dos y en ninguna de las carreras cazaron nada. Seguimos conversando un rato.

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Supongo que sabes lo que es un ahorcadero.

Claro, pero eso se hacía antes. Incluso intentaban adivinar el número de liebres que tenía que cazar un perro,  si corría cuatro tenía que coger dos o si eran cinco tenía que coger tres, y si cogía menos lo ahorcaban. También hacían correr a dos perras, y ahorcaban a la que perdía, y si ninguna cogía la liebre ahorcaban a la más rápida de arriba y a la otra de más abajo, con las patas tocando el suelo a veces. Ahora eso ya no se ve, si te pillan haciéndolo vas para dentro, es como matar una persona.

¿Y por cazar de forma furtiva no, verdad? No quiero terminar hoy preso.

Sí hombre, pasa de todo. A mí me han pillado los de ICONA, los guardas, la Guardia Civil, los dueños de los cotos. Si te ve el guarda o llama a la policía o te echa directamente, normalmente te dice que no puedes estar ahí y listo. Si te coge la Guardia Civil te multan y si no tienes las cartillas de los perros con el chip y los papeles en regla se los llevan. Por eso si son perros buenos siempre tienen el chip puesto.

Entiendo, se llevan los perros que no queréis. Pero ¿y las multas?

Pues nada, nosotros no las pagamos, se te acumulan ahí y se quedan pendientes.

¿Dónde cazáis y cuándo?

Pues cuando me llaman mis primos. Yo siempre estoy dispuesto. Casi todas las semanas. Vamos a los sitios más calientes: Madrid, Valladolid, Sevilla, Toledo, Extremadura. Es la ventaja del cazador furtivo, ya sea gitano o payo. Al que le gusta, pues todos los campos son suyos. Y durante todo el año, nada de temporadas, ni época de cría ni nada.

La verdad es que independientemente de lo que estábamos haciendo, pasamos una buena tarde. José me habló de su vida cotidiana y de su hijo, orgulloso de que le hubiesen expulsado del colegio “una o dos semanas” por pegar una paliza a otro chaval mucho más grande (por consejo del padre). Sellé mi amistad con él agradeciéndole su tiempo, que me sirvió para entender el porqué de su afición y de su conducta. Parece claro que la legislación no funciona y la raíz del problema en torno a todo el sufrimiento de los perros que denuncian las asociaciones defensoras de los animales es la falta de educación y cultura de algunos aficionados. La única solución posible depende de las Administraciones Públicas, la alfabetización, la integración, la información y la toma de conciencia. Por eso, a pesar del heroico esfuerzo de voluntarios, asociaciones y protectoras, este problema persiste año tras año.