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el deporte es sueño

Héroes de Galicia y campeones de España: la memoria del SúperDepor

El Deportivo de la Coruña escribió una de las leyendas más irrepetibles de la historia del fútbol español. Así fue como un club de provincias se convirtió en el SúperDepor.
PA Images

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Era la última jornada de Liga de la temporada 1993-94. El Deportivo de la Coruña estaba a un palmo de consumar una hazaña sin precedentes. Después de haber ascendido a Primera División hacía solo tres años, a los gallegos les separaba una victoria del primer título de Liga de su historia. Era la jornada 38 del campeonato y del SúperDepor recibía en Riazor al Valencia CF con un punto de ventaja sobre el segundo clasificado, el FC Barcelona. España se detuvo para asistir al triunfo del equipo más débil: bastaba una victoria para asegurarse los dos puntos —entonces se ganaban dos puntos por partido ganado— y alcanzar una gloria inolvidable.

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El Barça, dirigido entonces por Johan Cruyff, había encadenado una racha de 14 partidos sin perder, así que el Deportivo no podía permitirse un patinazo: la victoria contra el Valencia era imperativa. En la primera vuelta del campeonato ambos se habían enfrentado en Mestalla. Y habían empatado a 0. El partido arrancó con un ritmo frenético. Y a los pocos minutos, llegaron las primeras noticias: el Barça caía 0-1 en el Nou Camp contra el Sevilla.

La atmósfera de Riazor subió de temperatura. El Deportivo atacaba sin parar. Cuando el lanzamiento de un córner cayó a los pies de Bebeto, el máximo goleador del equipo, la grada se levantó para celebrar el gol que llevaba el título a La Coruña. Sin embargo, un devastador giro del destino quiso que el puntapié del delantero brasileño se encontrará con una milagrosa intervención del portero suplente del Valencia, José González. Para entonces, el Barça ya había empatado en el Camp Nou, y la tensión en las gradas se podía cortar con tijeras.

Mientras en Riazor el Deportivo seguía atacando, Davor Suker marcaba el segundo para el Sevilla. Todavía se jugaban las primeras partes de ambos encuentros, pero la derrota blaugrana daba el título a los gallegos, a quienes solo les hacía falta marcar un gol para certificar la hazaña. La afición se desgañitaba y se acumulaba en los laterales del estadio.

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Pero la primera parte terminó sin goles. En Barcelona, Cruyff espoleó al dream team en el vestuario. El equipo salió en tromba y Hristo Stoichkov igualó la contienda a los pocos minutos. Mientras tanto, el Deportivo amenazaba el arco del Valencia con toda su artillería. Y la pelota se resistía a entrar.

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Hasta que llegaron las noticias que ningún aficionado en Riazor quería escuchar: Romario había adelantado al Barça y poco después Laudrup ponía el 4-2 en el marcador. El Nou Camp estalló en una victoriosa ovación, mientras en La Coruña reinaba el desconcierto. Arsenio Iglesias, el entrenador del SúperDepor decidió entonces sustituir a un centrocampista defensivo, Donato, el especialista en los lanzamientos desde el punto de penalti, para introducir a otro delantero. Fue una decisión catastrófica y a día de hoy muchos piensan que si Donato se hubiese quedado en el rectángulo de juego es posible que el Deportivo hubiese conquistado esa Liga.

El Barça se puso ya 5-2, mientras que el Deportivo era incapaz de encontrar la red valenciana. Hasta que, en el último minuto, la suerte sonrió a los gallegos. El colegiado, López-Nieto, señaló un penalti después de que el lateral izquierdo del Depor, Nando, fuera derribado en el interior del área ché. Riazor puso sus ojos en Bebeto, pero Miroslav Djukic, el líbero y capitán de aquel equipo, decidió asumir la responsabilidad. La grada se sumió en un profundo silencio mientras el defensa depositaba el balón sobre el punto de penalti.

Djukic disparó sin fuerza y González adivinó sus intenciones. El Barça se convertía en campeón de la Liga 1993-94 y Riazor enmudecía.

No existen demasiados equipos capaces de superar el mazazo de perder la Liga en la última jornada. El SúperDepor se quedó a las puertas de la gloria: había empatado a puntos con el Barça, pero los blaugrana se llevarían el título por su ventaja en los enfrentamientos particulares. El revés psicológico que se llevó el SúperDepor fue despiadado. Después de una campaña en que habían desafiado a todas las apuestas, cayeron de la forma más cruel.

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El devastador fracaso no impidió que el Deportivo siguiera jugando a muy alto nivel durante las dos siguientes temporadas. Aquel verano la afición coruñesa purgó sus penas y regresó con las energías renovadas para volver a darlo todo. En 1995 el SúperDepor volvió a quedar segundo, esta vez por detrás del Real Madrid. Pese a todo, seguía siendo un logro magnífico para el equipo blanquiazul, especialmente después de haber conquistado la final de la Copa del Rey contra el Valencia.

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Aquella victoria supuso mucho más que una revancha para el Depor. El equipo no había conquistado jamás un solo título desde su fundación 89 años atrás. Y es que hasta entonces, el Deportivo había sido un club pequeño.

El club gallego era exactamente lo opuesto a los dos gigantes que dominaban el fútbol español. Mientras Barça y Real Madrid seguían sumando ingresos de toda índole, el Deportivo era poco más que un modesto club de provincias con una afición apasionada. Para el equipo que dirigía el carismático Arsenio Iglesias ascender a Primera División ya había sido un logro memorable. Así que ganar la Copa del Rey supuso probar las mieles de un éxito que quizá nunca más volvería a ser probado.

Los jugadores del Deportivo celebran la conquista de la copa del Rey en 1995 // PA Images

Muchos se convencieron que el Depor tardaría siglos en volver a estar tan cerca de un título. Y las circunstancias parecieron hacerles caso. Arsenio Iglesias dimitió en 1995 y fue relevado por el galés John Toshack. Y empezó el paulatino declive del cuadro gallego.

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En la temporada 1996-97 los jugadores que forjaron el legendario Súper Depor se hicieron mayores y terminaron la Liga perdidos en mitad de tabla. Rivaldo brilló con fuerza en aquel equipo, se convirtió en su estrella indiscutible. Hasta que apareció el Barça y se lo llevó. La ausencia del brasileño dejó al equipo tocado, aunque no hundido, y en la temporada 1997-98 los gallegos finalizaron la liga doceavos. Aquella fue la temporada en que algunas de las piezas clave del Súper Depor, como el guardameta Jacques Songo'o, el pequeño y demoledor centrocampista brasileño Djalminha y el infatigable central Noureddine Naybet empezaron a palidecer.

Todo apuntaba a otro siglo de humildad cuando en el verano de 1998, el presidente del club, Augusto César Lendoiro, anunció otro fichaje que iba a revitalizar al club: el del entrenador vasco Javier "Jabo" Irureta, quien sería el encargado de llevar al equipo hasta cumbres insospechadas.

Después de varias temporadas soporíferas las expectativas gallegas eran muy bajas. Sin embargo, el metódico Irureta ensambló un equipo destinado a sobrepasar los logros de sus antecesores en mitad de los noventa. El flamante entrenador firmó a una camada de nuevos futbolistas para su primera campaña. Destacaron los infatigables defensas Manuel Pablo y Enrique Romero, quienes se quedarían durante años en el club. Irureta también cerró la contratación del volátil delantero de la U.D. Las Palmas José "Turu" Flores, quien se convertiría en una de las piezas clave del equipo. Sin embargo, aquella temporada no empezó con buen pie.

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Javier Irureta lo pasó mal al principio de su andadura como técnico del Depor, aunque terminaría siendo recompensado // PA Images

En enero el Deportivo ocupaba una anodina doceava posición en la tabla. El equipo seguía siendo defensivamente endeble, pese a tener un ataque cada vez más inspirado. Los de Irureta perdieron contra el Racing de Santander en la Liga y estuvieron a punto de ser eliminados de la copa del Rey por un Segunda División, el Sporting de Gijón. Riazor estaba muy molesto con su equipo, y el pasado de Irureta al frente del archienemigo del Depor, el vecino y rival gallego Celta de Vigo, no ayudó demasiado. La afición se resignó a otra temporada insulsa, con el equipo postrado en las tediosas posiciones de mitad de tabla.

Pero entonces arrancó la leyenda de Irureta. El equipo se puso las pilas, el equipo se reagrupó y arrancó una racha memorable. Derrotaron al Celta y al Mallorca en la Copa del Rey, al Real Madrid en la Liga y consiguieron finalizar en sexta posición, lo que les garantizaba una plaza en Europa la temporada siguiente. El Atlético de Madrid les apeó de la copa del Rey en semifinales, pero para entonces Irureta ya tenía a la afición en el bolsillo.

Fue el principio de un periplo que nadie había previsto. Irureta fichó mucho y bien para planear la temporada 1999/00. César Martín, Víctor Sánchez y Roy Maakay se incorporaron a las filas coruñesas. Martín y Víctor se quedarían en el club durante años. El primero se convertiría en un central descomunal y el segundo en un media punta clave para nutrir a la delantera. Maakay, por su parte, se transformaría en una leyenda que eclipsaría a Bebeto. El holandés llegó fichado del Tenerife, como el joven y brillante delantero que era. Cuatro años después dejaría Galicia por el Bayern Munich, con una marca de 100 goles con la camiseta blanquiazul.

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Irureta quería un equipo que se expresara libremente. Y su equipo respondió con una línea ofensiva creativa y demoledora. El Depor arrancó la campaña con una previsible victoria en casa contra el Alavés: 4-1. Maakay firmó un hat trick en su debut. Lo siguiente no fue muy alentador: una racha desafortunada les dejó séptimos a finales de septiembre. Claro que entonces arrancaron una racha nueva, esta de victorias. Siete consecutivas. Vencieron al Atlético de Madrid, al Celta y a los favoritos a llevarse el título: el Barça.

El Depor volvía a ser el SúperDepor, una versión con más elegancia y confianza. Una victoria 5-2 al Sevilla en noviembre les encumbraría a lo más alto de la clasificación. Lo siguiente sería eliminar al Málaga de la Copa del Rey, y al Stabaek, al Montpellier y al Panathinaikos de la copa de la UEFA. Europa se rendía a sus pies.

Antes de Navidades, sin embargo, el equipo de derrumbó. Perdieron contra el Zaragoza, con el Alavés y con el Racing de Santander y arrancaron el año con 1 de 12 puntos posibles: las posibilidades de conquistar la Liga parecieron esfumarse. El Depor perdió la consistencia. Claro que tuvo la suerte de que también lo hicieran sus rivales. Era una Liga anómala y los líderes de la clasificación encadenaban victorias y derrotas, un escenario en el que nadie logró arrebatar al Depor su extraño liderazgo.

A finales de marzo, el Deportivo cayó 2-1 en el Nou Camp. El Barcelona se puso a dos puntos de los gallegos y el fantasma de 1994 afluyó de nuevo en las espesuras gallegas. La UEFA pareció confirmar el fatalismo: los de Irureta cayeron contra el Arsenal. Sin embargo, el equipo se las arregló para fulminar al miedo. En la Liga derrotaron a Oviedo, Sevilla y Atlético y se postularon como firmes candidatos al título. Esta vez les bastaría con racionar los últimos partidos. Maakay se encargó de alimentar la magia, marcando goles vitales cuando el resto del equipo parecía sucumbir.

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En la última jornada de aquella Liga, el Deportivo recibía en casa al RCD Espanyol. Una victoria les daría el título. Riazor se puso hasta arriba, exactamente como en 1994, con el Barça de nuevo en el cogote, dispuesto a esperar a un nuevo error para arrebatar el título a los gallegos otra vez. Y el Depor no falló. Maakay, como no, marcó el gol decisivo y la afición blanquiazul invadió el césped. Cantaron, bailaron y celebraron haber derribado la muralla que seguía separando su sueños de la realidad desde el 94.

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La afición cubrió la hierba gallega, se subió a los héroes a los hombros y les paseó por el terreno como a dioses. Habían conseguido lo que Arsenio y su SúperDepor no lograron jamás: la Liga viajaba a Galicia por primera vez en la Historia.

Cayó la noche de la victoria y el cielo coruñés se llenó de fuegos artificiales derramados sobre la bahía azul de la ciudad como una quimera. La Coruña salió entera a las calles. Y las tomó. Y coreó los nombres de sus héroes mientras en Barcelona, esta vez, el sueño se había transformado en pesadilla.

La victoria del Deportivo fue una hermosa anomalía, una reivindicación efímera que hoy parece inconcebible. ¿Volverá el deporte a ser sueño?

@W_F_Magee