HEY? Vimos la Final de la Champions con el club berlinés de seguidores del Barcelona | ES | Translation
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HEY? Vimos la Final de la Champions con el club berlinés de seguidores del Barcelona | ES | Translation

Unos 700 fans del Barça retacaron un cine en Berlín para ver la final de la Champions League. Fuimos a platicar con ellos y empaparnos del ambiente de los culés.

La Penya Barcelonista Culé Berlín es una divertida bola de personas en los mejores momentos. Una banda colorida de expatriados y locales, que se junta para hablar catalán, comer paella y mostrar su devoción por los Blaugrana en un cine al aire libre, una especie de Sagrada Familia a lo loco, oculta detrás de la estación Ostkreuz. Generalmente, un partido atrae más o menos unas 100 almas entusiastas, pero el sábado no fue cualquier día. Sus héroes estaban en la ciudad para enfrentar a la Juventus en la Final de la Liga de Campeones, realizada en el Olympiastadion de Berlín, y, como se pueden imaginar, el público estaba eufórico. Simpatizantes del Barcelona provenientes de todo el mundo se reunieron en Berlín. Unos 700 fans se encontraban amontonados en el cine con entradas agotadas, y Vice Sports se dirigió para ver el juego, hablar con los fans y empaparse de la atmósfera.

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Llegué cuatro horas antes del comienzo del partido, y ya había una cola de personas zigzagueando en las calles. En la fila, frente a nosotros, estaban Eric y Christina, quienes habían viajado desde California para ver el juego. Eric y Christina, fans de hueso colorado del Barcelona, vistiendo la misma playera con el nombre de Suarez, estaban sorprendidos por la atmósfera en Berlín: "Hay fans de la Juve hospedándose en nuestro hotel, los vimos en la S-Bahn. No ha ocurrido nada volátil, esperemos que continúe de esa forma." Detrás de nosotros estaba Pablo y su familia de sudamericanos quienes habían venido de Dinamarca para estar en la final de Berlín. Nadie alcanzó boleto—claramente los 26,000 "familiares" de la UEFA no incluyen a Pablo y compañía—, aun así no estaban tan desalentados, "hay una reunión similar en Copenhague, pero teníamos que estar aquí. Los fans del Barca aman el fútbol de corazón."

Entre más hablaba con las personas, más me topaba con la misma frase: més que un club, (más que un club). El lema del Barcelona a veces puede parecer más un eslogan corporativo que una filosofía del club, pero los culés reunidos en Berlín estaban viviendo este singular sueño. Marc, vistiendo una bandera catalana, describió la atmósfera y el ejemplo del lema en acción: "por supuesto, es más que un club, es un movimiento social. Generalmente, hay más alemanes aquí que catalanes, pero creo que mucha gente vino y no pudo obtener boletos. Ahora es como una pequeña Catalunya en Berlín." Rodeado por la senyera (bandera de la independencia), por el olor de los bocadillos y la paella, fue muy difícil estar en desacuerdo con él.

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Entre los alemanes presentes, se encontraba Karin, una berlinesa nativa y madre de un apasionado fan del Barca, acompañada por su familia. Su hijo se las arregló para obtener un boleto para el juego, pero ella y su hija tuvieron que conformarse con la reunión, "es grandioso ser una fanática y formar parte de este amor por el Barcelona. El hecho de que todo esté tranquilo es el aspecto más importante; no se ven hooligans por ahí." Irónicamente, un grupo de barcelonistas comenzó a gritar "Juve, Juve, Vaffanculo" detrás de nosotros, pero Karin sólo se rio sin darle importancia. "Espero que sea un excelente juego y que el mejor equipo gane." Muy diplomática, le dije. "Bueno, desde luego que el mejor equipo es el Barcelona", respondió Karin con una sonrisa presuntuosa.

Era evidente cuán confiados estaban los Barcelonistas. Mientras preguntaba por las predicciones del marcador, escuchamos varios 4-0's, 3-1's, y 3-0's, sin que nadie contemplara siquiera una derrota. El partido comenzó al sonido del Cant del Barca, el himno del club, y en tan sólo cuatro minutos se demostró el porqué de tanta confianza: Ivan Rakitic tocó la puerta después de un majestuoso pase. En la pantalla de afuera, los cánticos continuaron sin tregua. Vidal, el combativo mediocampista de la Juve, se la pasó cometiendo infinidad de faltas, cada transgresión reclamada con tarjetas invisibles y descontento. Los Blaugrana presionaban en multitud, la Juventus no era capaz de contener los movimientos de Messi y Suárez. Iniesta mandaba en el centro del campo; Pirlo se equivocaba en los pases, por primera vez en mucho tiempo.

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Al llegar el silbatazo del medio tiempo, la única decepción era que el Barca no había incrementado el marcador. Hasta ese momento todo iba bien, pero había preocupación. Poco después en el complemento, el miedo se convirtió en realidad en el instante en que Marchisio habilitó a Lichtsteiner de taquito. El suizo pasó el balón a Tevez dentro del área, cuyo remate fue bloqueado, todo para que el rebote cayera a los pies de Morata, el ex madridista, y empatara el juego. El silencio se hizo presente por primera vez en el Kino esa noche. Un señor atrás de mi gritó, "¡Madridista, puta madre!" Ahora era la Juve quien atacaba. Morata remató de cabeza por encima y debió anotar; en la portería del Barca, Ter Stegen se veía nervioso en los centros pero se mantuvo firme ante el remate de Pogba. La confianza de los culés, previamente inmóvil, comenzó a sufrir una buena sacudida.

Antes del juego, se pronosticaba una disputa entre ataque y defensa, se preguntaban si la Juventus podría controlar al trio Messi-Suárez-Neymar, y si Pirlo, Pogba, y Vidal podrían imponerse en el medio campo. Finalmente, con Pirlo filtrando pases de una manera que enamoraría a cualquiera, la hora decisiva había llegado para que el hombre principal hiciera sentir su presencia. Lionel, corriendo como una liebre con imán en los botines, tomó el balón entre los defensores y sacó un remate, desviado por Buffon, pero rechazado con ventaja a Suárez quien salió corriendo hacia las gradas. Uno de los pocos argumentos a favor de las pistas de atletismo en los estadios de fútbol es lo bien que se ve cuando se anota un gol y el autor de éste brinca los anuncios publicitarios hacia la tribuna: Luisito no iba a romper con la tradición. La Penya Berlín se levantó como se esperaba. Un hombre vestido como árbitro quien me había insistido sobre su neutralidad tiró su cerveza al festejar. Los cánticos se hicieron de nuevo presentes: "¡Madrid, cabrón, saluda al Campeón!"

Ya no había cabida para las dudas. Con 20 minutos restantes, la Juventus tenía que mandar más hombres al frente, y el Barca desperdiciaba oportunidad tras oportunidad al contragolpe, antes de que Neymar lograra, por fin, asegurar la victoria con un gol de último minuto, quitándose la playera mientras hacía la caminata rutinaria a lo largo de la pista. Nadie escuchó el silbatazo final. El silbato de Cuneyt Caykir se perdió en medio del sonido de los corchos de champaña, en la ignición de las bengalas, las lágrimas de los hombres y el ruido de la gente. Cada jugador fue enfocado en la pantalla y celebrado, especialmente Xavi por haber jugado su último juego en el Barca. Aplaudieron a Buffon y Pirlo, también leyendas vivientes del fútbol, aunque es ridículamente fácil ser generoso cuando acabas de ganar la Liga de Campeones. Mientras la champaña seguía vertiéndose y la paella se repartía, pasé junto a Eric y Christina, quienes habían viajado desde los Estados Unidos en su luna de miel. Me saludaron con un "¡Visca el Barca!", antes de regresar a la multitud. No podría aprehender més que un club como un ideal, pero més que una fiesta se estaba armando en un cine, detrás de una estación de trenes del este de Berlín, que se convirtió al menos por una noche en una pequeña esquina de Cataluña.

Este artículo fue publicado originalmente en VICE Sports Alemania