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Motherboard

'Wolfenstein II' es más que un videojuego sobre nazis

Uno de los juegos más esperados del año profundiza en uno de los episodios más delicados de la política estadounidense.
Juan  Regis
traducido por Juan Regis

Los videojuegos, en particular aquellos de disparos en primera persona, siempre se han regocijado por acribillar nazis; son carne de cañón porque no poseen ambigüedad moral. Los vemos como villanos de historietas, genocidas y extremadamente malignos. Los crímenes reales que cometieron contra la humanidad los convierten en extraños para nosotros, en los Otros; su comportamiento apenas los convierte en humanos, lo cual explica por qué existe un subgénero de videojuegos de nazis zombies. Es fácil matar lo que no comprendes.

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De todos los videojuegos donde se matan nazis, ninguno es más peculiar que la franquicia de Wolfenstein. Wolfenstein 3D de id Software, creado en 1992, definió gran parte del género del first person shooter (antes de que el equipo creara Doom). Su labor vinculó por siempre este género con el acto de matar nazis. En muchos sentidos, Wolfenstein II: The New Colossus es otro juego a la Wolfenstein (existen 11 en total, pero este es la secuela directa de la serie de 2014), una productora de videojuegos con mucho presupuesto que buscó la forma más confiable de progresar en un mercado tan arriesgado.

Sin embargo, el mundo ha cambiado mucho desde la última vez que se estrenó un videojuego de Wolfenstein, y por lo tanto Wolfenstein II: The New Colossus ha acaparado todos los reflectores. El juego profundiza en uno de los episodios prohibidos de la política estadounidense, y contiene un mensaje que su audiencia necesita escuchar: los nazis que hemos matado por décadas no son tan extraños como se cree.


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La primera señal preocupante que vemos en el videojuego es que un escenario donde los nazis se apoderan de Estados Unidos parece relevante cuando lo relacionamos con las noticias. En agosto, los supremacistas blancos marcharon en las calles de Charlottesville, Virginia, con antorchas en mano mientras gritaban, "los judíos no nos reemplazarán". Luego de ser confrontados por manifestantes antifascistas, y después de que un supremacista blanco atropellara intencionalmente a un grupo de manifestantes, matando a uno de ellos, el presidente estadounidense dijo que "ambos grupos" tenían la culpa por la violencia desatada.

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A principios de este mes, Bethesda publicó un anuncio con el lema "Liberen a Estados Unidos de los nazis", inspirado del eslogan de campaña de Donald Trump. La semana pasada, Bethesda sacó otro anuncio que invitaba a la gente a golpear en la cara a todos los nazis. El debate sobre si se debería o no golpear a un nazi ocurrió luego de que Richard Spencer, encargado de organizar la protesta de los supremacistas blancos en Charlottesville, fuera golpeado sorpresivamente durante la ceremonia de inauguración de Trump.

Peor aún es el hecho que algunos gamers se oponen a la campaña publicitaria de Bethesda y a la violencia contra los Nazis en Wolfenstein II por considerar que es racista para la gente blanca.

Desarrollar un videojuego como Wolfenstein II requiere años y, tal como lo indica el encargado de relaciones públicas de Bethesda, Pete Hines, no había manera de que la compañía predijera el clima político actual.

"Utilizamos algunas de las frases del presidente [Donald Trump] porque, desafortunadamente, ilustran los acontecimientos reales del mundo", dice Hines. "Hay nazis marchando en público en pleno 2017 en los Estados Unidos de América. Piensa qué tan descabellado es escuchar algo así".

¿Pero de verdad es tan descabellado? Sorprendentemente, Wolfenstein II nos convence de que no es así. Esto se evidencia desde los primeros momentos del juego, donde se profundiza en el pasado del protagonista B.J. Blazkowicz. Aprendemos que durante su infancia en Texas a principios del Siglo XX, Blazkowicz fue criado por una judía inmigrante y un padre estadounidense racista.

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Sabemos que es racista porque castiga a Blazkowicz cuando se entera de la amistad de su hijo con una chica afroestadounidense, a quien insulta dos veces en menos de 10 minutos durante la introducción del juego. Es desagradable pero, quizás, necesario para la creación de este personaje quien además culpa a la religión de su esposa y a las amistades de su hijo con otras razas del fracaso de su negocio; todos y todo, menos él.


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Desde el principio, Wolfenstein II le dice a sus jugadores que tal vez no les agradará lo que verán, porque el racismo que combate también es parte de su carácter.

Más adelante, el juego da a entender que el Tercer Reich fue capaz de apoderarse de Estados Unidos porque sus ideales se alinearon con aquellos de muchos estadounidenses. (Si quieres conocer más de lo que el Tercer Reich aprendió del racismo estadounidense en la década de los 30, te recomendamos este artículo sobre el libro de James Q. Whitman, Hitler's American Model publicado en The Atlantic).

Blazkowicz no siguió los pasos de su padre. Todo lo contrario. Se convirtió en una máquina para exterminar nazis y, después de los eventos del juego anterior, en un símbolo de esperanza para hacerle frente al dominio mundial nazi. Sin embargo, su pasado no se olvida. En Wolfenstein II, cuando Blazkowicz le pide ayuda a Grace Walker, líder afroestadounidense de la insurgencia contra los nazis inspirada en el modelo del Black Panther Party, Walker no se guarda nada. Le dice a Blazkowicz que la sociedad blanca no combate a los nazis de las misma forma que su grupo lo hace. Menciona que cuando los nazis se apoderaron, los blancos permitieron que el Ku Klux Klan gobernara el Sur.

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"Los monstruos provocaron esto", le dice Blazkowicz a Grace en su escondite en lo alto del Empire State Building en ruinas, desde donde se ve la ciudad de Nueva York destruida por una bomba nuclear.

"No fueron los monstruos. Fueron los hombres", corrige Grace.

Los hombres como el padre de Blazkowicz o los manifestantes con antorchas en las calles de Charlottesville son la parte preocupante del nazismo: no son simples villanos de videojuegos en forma de aliens o zombies. Es algo que ya está en nuestras sociedades.

Imagen: Bethesda

También vale la pena decir que Wolfenstein II es todo lo que esperé. Es un videojuego en primer persona extraordinario y grotesco. Dejaré a los expertos debatir si el nivel de violencia es saludable o no, pero yo lo disfruté. Nunca había jugado un videojuego que me hiciera sentir tan bien por matar nazis sin piedad, y tampoco creo que haya un mejor juego que Wolfenstein en este aspecto.

Dados los acontecimientos en todo el mundo, Wolfenstein II es sin duda uno de los juegos más importantes del año.