Una artista nos contó cómo es exponer por primera vez en la Feria del Millón
Foto: Mateo Rueda | VICE Colombia

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Una artista nos contó cómo es exponer por primera vez en la Feria del Millón

"La Feria ha sido un aprendizaje sobre la marcha, una escuela a totazos".

En el arte, como en la vida, hay siempre una primera vez. Ser un artista emergente y llegar a figurar en una de las ferias más relevantes del país es un sueño que, para muchos, parece casi imposible. Pero se puede, claro que se puede. Hablamos con la artista Silvana Unigarro, que por primera vez expone en la Feria del Millón, para saber qué tan jodido es llegar a una feria grande, así como los aprendizajes y las sorpresas más duras que le han quedado de debutar en uno de los circuitos más codiciados por los artistas jóvenes del país.

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Estudié becada Artes Plásticas en los Andes y me gradué hace tres meses de la Universidad. Mi transformación en la carrera me llevó del dibujo puro a la exploración de otras alternativas de la creación que, en el caso particular de este proyecto, se tradujeron en un recorrido entre la fotografía, el dibujo y la yuxtaposición imágenes. Todo partiendo de mi interés particular por conocimientos que, en teoría, no tendrían nada que ver con el arte; por ejemplo, los temas científicos.

Siempre me gustaron la física moderna y la física cuántica. Entre más leía, más me sorprendía. Quise, entonces, compartir esa sensación de asombro, que la gente pudiera relacionarse con esas experiencias de una forma más humana, más cercana y experiencial. En mi caso, llevar ese interés a una serie de piezas no requirió una "inspiración" inexplicable, sino de trabajo duro: ir de un hilo a otro, tejerlos, hasta encontrar un estilo y unas preocupaciones que lo mueven a uno.

Acercamiento de una de las piezas de Silvana Unigarro en la Feria del Millón.

Llegar a exponer a una feria de arte por primera vez fue duro para mí, no fue tan inmediato. Me había presentado los dos años anteriores aquí a la Feria del Millón. Intenté, pero no pasé. Este año, de hecho, dije que lo iba a hacer por no perder la esperanza. Aun así la tenía un poco perdida (risas). Pero esto llegó en el momento justo, fue toda una sorpresa haber pasado.

Yo estaba un poco desmotivada, había cosas que me chocaban mucho —porque uno no sabe lo que es salir al campo profesional mientras uno está en la Universidad—. Ese tránsito lo enfrenta a uno con muchos miedos. El mundo lo coge a uno y le dice: "esta es la realidad, y no está fácil". En ese marco, la Feria llegó como anillo al dedo, me dio un impulso y ganas de seguir produciendo. No solo porque en espacios como este se valora lo que uno hace, así uno sea muy joven, sino que le da la posibilidad a uno de pensar: "Tal vez voy por un buen camino".

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Además del montaje, lo más duro del proceso es el tema de los tiempos y ritmos, que son largos y desgastantes, de no parar. No pensaba que fuera así: si te detienes un segundo, básicamente vas a hacer que todo se dilate, que haya fallas, que pierdas ventas o conexiones. Si te distraes, quizá pierdas a esa persona que estaba muy enamorada de tu obra y nunca pudo entender por qué no le paraste bolas. Es imparable, pero rico. Un voltaje muy denso. Igual eso pasa mucho en el arte: hay días en que trabajas sin parar, pero que se ven reflejados luego en una gran satisfacción.

Ha sido complicado también el tema de la interacción con la gente a la que le cuentas sobre la obra. Eso de explicar tantas veces el mismo rollo es un reto: ahí sabes qué tanto entendiste tu propia obra, qué tanto quieres que la gente sepa de lo tuyo. Porque como el diálogo en la Feria es tan corto, tan inmediato, no puedes echar un cuento eterno. Debes seleccionar, ser estratégico, resumir lo importante en pocas palabras. Después, quizá, en otro espacio se pueda llegar a algo más profundo. Pero de entrada, en la inmediatez de la Feria, toca condensar en segundos un proceso que llevas haciendo durante años.

La Feria del Millón ha sido un aprendizaje sobre la marcha, una escuela a totazos

A pesar de todo, estas ferias son, creo, una esperanza para muchos artistas jóvenes. Uno siempre comienza muy inseguro. Y acá lo hacen a uno pensar que sí se puede, que hay un público al que le puede interesar tu trabajo, que puedes por fin mostrar por fuera de la Universidad o de tus amigos. Porque muchas veces uno siente que en el circuito del arte miran a los jóvenes como: "No, no vamos a ver ni a comprar, está apenas empezando, esperemos que crezca". En la Feria del Millón es lo contrario: uno está codo a codo con artistas de trayectoria, más consolidados. Y eso le inyecta a uno seguridad como artista, es importante. Esa es la clave: que la gente entienda que un artista emergente no hace obras menos interesantes o propositivas que un artista reconocido.

Además es una escuela tremenda. Sobre todo porque salir ya a un circuito real de comercio artístico es un choque. Uno como artista nunca está pensando en porcentajes de ventas, en el IVA, en esas cosas del mercado que toca saber para sobrevivir. La universidad no le enseña a uno esas cosas. Acá, en mi primera experiencia en una feria, me he dado cuenta de cómo es eso del mercado del arte real. Y sí: la Feria del Millón ha sido un aprendizaje sobre la marcha, una escuela a totazos.