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Cruda olímpica

La competencia ha terminado y les urge anunciar a un ganador en nombre de la “gobernabilidad y las instituciones”.

Cuenta la anécdota que en la final de futbol de los Juegos Panamericanos, en el Estadio Azteca, el árbitro solicitó suspender el partido debido a fallas eléctricas durante el tiempo extra. Era 1975. No hubo un ganador y a los dos equipos se les otorgó la medalla de oro. Esperaríamos que el partido que mañana disputa la selección de México contra Brasil tuviera un final similar (algunos piden enviar un contingente del desaparecido Sindicato Mexicano de Electricistas [SME] para asegurar el apagón olímpico). Con la sola presencia de mexicanos protestando contra los contra los corresponsales han creado algunos muy visibles momentos incómodos para las televisoras. Los ratings han bajado casi a la mitad de lo que el duopolio televiso tuvo en Beijing 2008; se pudiera hablar de un relativo éxito de la estrategia de boicot a la que el movimiento #YoSoy132 habría llamado antes de la olimpiadas sin contar que muchos han optado por seguir las competencias en dispositivos móviles y transmisiones alternas por internet. Aún con todo esto, el México-Brasil en la final de mañana logra diluir de nuevo la discusión pública de un asunto que no termina de cicatrizar para los mexicanos: el resultado de la elección presidencial.

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Para muchos, como el historiador Enrique Krauze, la competencia ha terminado y les urge anunciar a un ganador en nombre de la “gobernabilidad y las instituciones”. También tienen que enfrentar la resistencia atlética por parte de Andrés Manuel López Obrador y su cada día más reducido equipo para aguantar las quejas, y sostenerlas con los medios que sean necesarios, pereciera estar tomando demasiado tiempo e insisten en descalificar las irregularidades que tiene a un país, conociendo a cuenta gotas las información del dinero, excesos de su uso, compra de votos y cuentas que no han podido aclarar el origen lícito de los fondos y los verdaderos dueños de estas. La misma dinámica de resistencia es la que con el PRI, ha sabido mantener en la discusión pública en el tono que hasta ahora ha mantenido a raya una posible nulidad de la elección y mantener lo dicho: Enrique Peña Nieto será el presidente de los mexicanos, nos guste o no.

La misma paciencia parece agotarse al interior del Partido de la Revolución Democrática quienes parecen estar teniendo serias dudas sobre si mantenerse o no en este maratón que lleva más de seis años y que ha resultado en un desgaste para la izquierda, a pesar de los magníficos resultados que obtuvo a nivel federal colocándose como la segunda fuerza política del país.

Para el partido que se despide después de 12 años de gobernar México, un tercer lugar ha logrado plantearse la necesidad de “refundarse". Por más que el presidente Felipe Calderón ha tratado de deslindarse de su responsabilidad en la debacle, no han sido pocas las oportunidades en que ha sido desmentido inclusive desde dentro de su partido. Nada podría ser peor para esa institución política que caer en manos de quien le acomodó la madriza más trágica al país y al partido mismo.

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Mientras que para la izquierda amloísta su deporte favorito ha sido ser víctima y no ganadora, en entidades donde se ganó –inclusive arrasó en el isla progresista de la capital del país el DF– empiezan a considerar si no bien una “refundación” como la iniciada por el PAN, algún proceso renovador que permita aligerar el peso y pueda incluir jugadores nuevos cuyos costes políticos sumen y no derrochen el capital ganado, inclusive mayor al de 2006.

Ante esta nueva etapa de partidos solubles, el único que sirgue erguido, monolítico y sin necesidad de cambiar el que anuncia que ya cambió. El nuevo PRI de Enrique Peña Nieto presenta como coordinadores legislativos a dos añejas personalidades del paleolítico moderno. Emilio Gamboa Patrón será el coordinador de los senadores tanto que Manlio Fabio Beltrones fungirá como coordinador de los diputados del PRI. Sin necesidad de sangre nueva, ejercicio de conciencia o renovación de sus cuadros, el PRI sigue construyendo y repavimentando la historia como uno de los partidos políticos que más han logrado permanecer en el ejercicio del poder a nivel mundial. El misterio que rodea a la élite política y empresarial que llevó a Peña Nieto a tenido un rol muy visible como en los casos de SORIANA, Monex, Scotia Bak y sus colaboradores cercanos propensos al escrutinio público. Para algunos con consecuencias convenientemente trágicas: La muerte del empresario Armando Hinojoza Cantú, quien había proporcionado el servicio de traslado aéreo a Peña Nieto desde sus épocas como gobernador del Estado de México, se suma a la serie de saldos por fallas técnicas en aeronaves sobrevolando el espacio aéreo mexiquense.

Si la escandalosa compra de un nuevo avión presidencial puede asegurar la tranquilidad de conciencia al futuro presidente, si yo fuera colaborador del primer círculo del casi presidente electo, pediría una exhaustiva revisión de la flota aérea oficial. Esta vez, a diferencia del espíritu deportivo de 1975, hay solo una medalla de oro. Y esa no se comparte.

@RomanCotera