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El número de perder los estribos

Cómo un inventor casi lo pierde todo en su búsqueda del arma perfecta

Al inicio del nuevo milenio, Richard Giza afirmó haber logrado lo imposible: había fabricado un mecanismo que acababa con el retroceso en las armas de fuego. Nadie le creyó.

A principios de este siglo, un armero aficionado de origen polaco pero residente en Australia aseguraba haber conseguido lo imposible. Ingenieros de armamento de todo el mundo asistían en callado regocijo al anuncio de Richard Giza, cofundador de Recoilless Technologies International, de que había fabricado un mecanismo que acababa con el retroceso en las armas de fuego.

El retroceso es el culatazo que se siente cuando disparas un arma. Cuanto más potente el arma, mayor será el retroceso y más las probabilidades de darle a cualquier otra cosa menos a tu objetivo. Para la industria, eliminarlo es como lograr el Santo Grial, la forma de lograr una mejor precisión y aumentar la potencia de las armas. Hablamos de algo tan complicado como conseguir la fusión fría o viajar en el tiempo.

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Pero a la gente de RTI eso no les preocupaba. En el año 2001, la compañía presentaba sus investigaciones a un grupo de científicos militares australianos y colaboraba con fabricantes como Glock y Beretta. En enero de 2006, Peter Dunn, un general retirado del ejército australiano, declaraba al periódico Age que RTI tenía "el potencial de cambiar de manera radical la manera de desarrollar armas balísticas". La compañía estaba a punto de recibir financiación por valor de millones de dólares, y todo el mundo daba por seguro que sería un gran éxito.

Diciembre de 2013: Giza se muere de hambre en la escalinata del Parlamento australiano en Melbourne. Se trataba de una huelga de hambre, pero no de la primera que hace. La compañía de Giza se encuentra en concurso de acreedores y los vestigios de su brillante futuro se han derrumbado. En cierto sentido, él y sus colegas se habían pegado un tiro en el pie.

Giza nació en Polonia en marzo de 1955. Sus primeros recuerdos son de ver a su padre conspirar junto a la resistencia anticomunista polaca, los Żołnierze wyklęci, o Soldados Malditos. "Me quedaba despierto para escucharlos", explica acerca de las reuniones secretas de su padre. "La idea de la revolución era algo normal para mí, y así es como crecí".

En 1967, aquella facción de los Soldados Malditos se disolvió. Su familia se vio obligada a mudarse a Australia, donde vivía un tío de Giza. Pero, a pesar de que la Melbourne de finales de los 60 era bastante más entretenida que la Polonia comunista, el futuro inventor se recluyó en sí mismo. "Los demás chicos iban a ladiscoteca mientras yo me quedaba en casa leyendo libros de texto", recuerda. "Revistas militares, de física y de tecnología. Eso era lo único que me importaba". A los 13 años, leyó acerca de un diseño de Leonardo da Vinci para fabricar un cañón sin retroceso, y aquello se le quedó grabado en la imaginación.

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Pasaron 25 años sin grandes novedades. Giza se casó, tuvo hijos y trabajó en varios trabajos de mierda tanto en Polonia como en Australia. Seguía leyendo sobre balística y tecnología, pasando el rato ente números, ecuaciones y diseños, pero nunca fue más allá de la teoría. Entonces, en 1992, mientras trabajaba en una fundición en Melbourne, Giza tuvo problemas con el sindicato y la dirección de la empresa lo despidió. Quedarse en el paro es una putada para cualquier padre, pero Giza lo afrontó haciendo una huelga de hambre contra el gobierno, al que culpaba de su situación. "Pensé en Mahatma Gandhi, mi héroe, que había hecho cosas así", explica sonriente. "En Polonia también las hacíamos, pero eran mucho más cortas".

La huelga surtió efecto, y el ayuntamiento le consiguió trabajo, aunque él y su mujer se divorciaron. "Mi mujer y mis hijos siempre han sufrido por culpa de mis actividades revolucionarias. Estábamos juntos y nos separábamos, luego otra vez juntos, y finalmente separados de nuevo. Pero nadie puede impedirte que luches por tus derechos".

La siguiente huelga de hambre fue en 1996. Un hombre con una discapacidad psíquica llamado Martin Bryant había disparado a 35 personas en Tasmania, y el gobierno australiano prohibió un buen número de armas. "¡Desarme! El gobierno quería dejar a la gente indefensa", recuerda Giza, aún con incredulidad. Entonces inició una nueva huelga de hambre en la escalinata del Parlamento, y tomó la decisión de perseguir su pasión: las armas de fuego. A los trece años, Giza soñaba con fabricar pequeñas armas con una gran potencia de fuego; pistolas capaces de disparar munición de 20 mm y aviones con la potencia de disparo de un tanque. Ahora que estaba en el paro y divorciado, tenía más tiempo que nunca.

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Giza vendió su casa y alquiló un taller. El problema con el retroceso es que toda acción produce una reacción equivalente en sentido contrario. Cuando una bala sale disparada hacia adelante, algo debe ir hacia atrás. El razonamiento de Giza era que, si se pudiera dividir el retroceso en dos direcciones opuestas, hacia adelante y hacia atrás, el arma permanecería estable en el medio. Esto podría lograrse expulsando la misma cantidad de gas en ambas direcciones, de manera que un par de componentes provistos de muelles absorbieran la explosión separándose del centro. Según explica él mismo, "es como si el arma explotara por dentro y, como consecuencia, la bala saliera disparada". En 1998, después de dos años modificando una magnum del 22, por fin tenía un prototipo.

El dueño del garaje contiguo era un fornido mecánico originario de Malta llamado Joseph Vella. Por azares del destino, él también era un apasionado de las armas que "siempre saludaba y hacía muchas preguntas", recuerda Giza. Cuando le preguntan a Vella sobre la primera vez que vio el arma, los ojos se le iluminan. "No me lo podía creer", dice. "Enseguida lo supe".

Juntos fundaron RTI el 23 de marzo del año 2000. Giza calcula que, en el transcurso de una década, consiguieron financiación por valor de 9 millones de dólares, pero fue el interés del gobierno de Singapur lo que les proporcionó el impulso definitivo. El video de varios miembros del ministerio de defensa de aquel país visitando el taller de RTI en 1999 puede verse en YouTube. En él, los funcionarios inspeccionan un fusil Mauser 98 de carga manual modificado que culega del techo por cuatro cables de acero. Cuando lo disparan, el fusil se balancea suavemente. No hay retroceso.

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Ante el interés de Singapur, el ejército australiano firmó un acuerdo de confidencialidad con RTI para que sus científicos fueran informados sobre la tecnología. Lo mismo ocurrió con el ejército polaco. Aquello incitó conversaciones con el fabricante alemán Glock, y luego Vella usó sus contactos para hacer los mismo con Beretta. Vella asegura también que un ejecutivo de United Defense (que luego pasó a formar parte de BAE Systems) los visitó a mediados de la década de los 2000, si bien su intención, según admitiría después, era robarles los diseños.

A pesar de disponer de tecnología innovadora, Giza y Vella eran una auténtica calamidad tomando decisiones empresariales. En 2004, la Comisión Australiana del Mercado de Valores descubrió que RTI había recaudado la financiación inicial entre los amigos y familiares de Vella sin realizar la obligatoria revelación de riesgos. La comisión consideró que RTI había actuado "de una manera engañosa y fraudulenta" y les obligó a devolver 600.000 dólares en fondos o acciones.

Tras aquella debacle, Giza y Vella trataron de insuflarle algo de pericia empresarial a RTI contratando a un director general con mucha labia llamado Andrew Flanagan. Pero exactamente cinco meses después, Flanagan inició los procedimientos legales para liquidar la empresa. Según reveló más tarde una investigación del diario Australian, Flanagan era un timador reincidente en busca y captura en varios países del mundo.

RTI consiguió sobrevivir, si bien en 2006 presentó unas pérdidas de 2,7 millones de dólares, seguidas de 4,8 millones al año siguiente. Según Giza, el departamento de I+D simplemente costaba más dinero del que eran capaces de generar, pero Vella es mucho más directo: "La junta directiva vivía a lo grande, volando a todas partes en primera". En 2007, la situación tocó fondo cuando la mayoría de los inversores se retiraron dejando que los dos fundadores se hundieran solos. El final llegó en 2009, cuando a Giza le diagnosticaron un cáncer de colon. Para cuando se había recuperado, RTI lo había perdido todo.

En diciembre de 2013, Giza y Vella solicitaban prestaciones sociales. "No teníamos dinero para comida", explica Giza. "Y Joseph no sabe escribir, así que tenía que rellenarle yo los papeles". Aquello acabó en una agria discusión con el funcionario de los servicios socialesy con los dos hombres expulsados del edificio. Pocos días después, Giza volvía a la escalinata del Parlamento para su tercera huelga de hambre. Durante tres meses, subsistió a base de sal, azúcar y agua y llegó a perder 40 kilos de peso. Finalmente, el gobierno reculó y aceptó pagarle el alojamiento en un hostal. "¿Que de qué va todo esto?". Giza repite mi pregunta con cierta arrogancia, como si ya supiera que se la iba a hacer. "No se trata de dinero", me dice. "Se trata de solucionar los problemas creados por la moción". Creo que se refiere a moción en el sentido de la física, como "la acción y efecto de mover o ser movido", pero es un poco ambiguo. Tal vez es que a Richard Giza le va meterse en problemas.