En 2009, el fanático promedio del pop estaba acostumbrado a ser bombardeado con sonidos, a una colorida amalgama de rock y rap en el aire, a la energía y el volumen de cada nuevo éxito superando a su predecesor en un ciclo indefinido. Fue en esa atmósfera tan explosiva que surgió The XX, invirtiendo el guion y presentando un sonido que aborda lo minimalista, que reemplaza esa exaltación ficticia por emociones más básicas. The XX dio un giro funky a las melodías melancólicas, y llenó el vacío con honestidad y reflexión, elementos que habían estado ausentes de la música popular durante un buen rato.
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