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Ilustraciones por Eduard Taberner

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Cultură

​El noble y maravilloso arte de robar cubatas en las discotecas

Cuando el preciado líquido recorre tu gaznate no estás saboreando sus ingredientes sino algo llamado VICTORIA.

Pocas cosas son tan gratificantes como robar. Empanar una pechuga de pollo y comérsela está bastante arriba en el top pero no es suficiente. Construir una escalera con varios trozos de madera también pero es que robar es especial. Robar no es coger gratis algo que no es tuyo; robar es lograr adquirir con los medios de uno mismo (celeridad, astucia, presencia, sutileza, agallas…) una cosa que existe y cuya posesión te ha sido prohibida. Es el trato mercantil más digno que existe: uno consigue lo que quiere con el uso de sus propias habilidades. Es la moneda de cambio más valiosa de todo lo que existe, de este a oeste, de norte a sur, de lo material a lo espiritual.

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Si bien vivir es complicado y a menudo tenemos que renunciar a ciertas cosas —un televisor enorme en casa— para poder acceder a otras —alimentar bebés— hay una cosa de la que nunca podremos escapar: beber. Todos sabemos que beber es necesario en tanto que nuestro cuerpo necesita líquidos para mantenerse vivo y activo pero no me estoy refiriendo a este tipo de bebidas de supervivencia (agua). Me estoy refiriendo al hecho de "privar", ese verbo que tantas veces hemos utilizado, quizás el que más después de "ser" y "estar". Ni la pobreza ni la falta de salud pueden erradicar este sentimiento primigenio, es una necesidad humana.



Uno puede entrar en el mundo de robar cubatas por necesidad —no disponer de suficientes monedas para un intercambio comercial— pero la verdad es que todo esto va mucho más allá. El ladrón de cubatas de discoteca no actúa solamente por una cuestión económica. No es un robar por necesidad, es una obra artística. Un homenaje a la acción, al movimiento y a la belleza del que se articula y se discurre como un ente maravilloso que convierte lo ajeno en lo propio. Estamos hablando de una acción social, un mérito personal, un reto humano. El que roba cubatas es como el que mata elefantes en Botsuana; no le va la vida en ello, no es un acto de supervivencia, es un acto de belleza. Vale, lo del elefante es un poco patético pero ya sabéis a lo que me refiero. A todo eso del hombre contra el animal, la razón contra la devastadora naturaleza. DerWanderer über dem Nemeer, ¿sabéis? Por ahí van los tiros. Es un acto de valentía, de humildad, de razonamiento, de consolidación existencial.

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EL PELIGRO

Pocas cosas son más peligrosas que tentar a la suerte dentro de un espacio oscuro repleto de gente ebria cuyo único objetivo es follar y beber. Esa gente tiene claro que no van a terminar follando por eso se aferran como lapas a los vasos largos acristalados. Si algún valiente hijo de puta quiere arrebatarles su fuente de beberzio estos tipos son capaces de arrancar espinas dorsales y más en su actual estado de embriaguez. El cubata es lo único que tienen, lo único que les queda, arrebatárselo es su perdición y nuestro Ulysses de Joyce.

La empresa no es sencilla pues aparte de las mencionadas víctimas que pueden violentarse —sin razón, pues no hay nada de lo que estar más orgulloso que ser el objetivo de un ladrón de cubatas, pues ha sido tu brebaje, y no el de otro, el cáliz elegido, el tesoro deseado— existen otros entes que pueden querer pegarte si te descubren cometiendo tal hurto. Estoy hablando de los seguratas y de los encargados de servir la bebida previo pago, los barmans. Esa gente ve a los ladrones de cubatas como simples criminales de bajo rango, no como los alquimistas del movimiento que realmente son.

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SELECCIÓN DE OBJETIVO

Lo más importante, más que el acto en sí de sisar el vaso, es la elección del portador. Esto marca la diferencia entre el éxito y el fracaso. No es lo mismo birlarle el Vodka "7" a un borracho enorme con camisa negra apretada y tatuajes tribales en el brazo que a una chica solitaria de 35 años que cada noche se pregunta taciturna por qué diablos hace dos años y medio que nadie en esta misma discoteca quiere hacerle el amor.

La respuesta a esta segunda cuestión la desconozco pero lo que sí se fehacientemente es que los mejores objetivos son los niños borrachos que están empezando con esto de "salir por la noche" o los hombres de treinta y muchos años que consumen bebidas caras. Si estos últimos te pillan van a pensar algo así como "pobre chaval, que se lo quede y lo disfrute". Estos tipos tienen buenos curros y comen cosas muy caras, su conmiseración es nuestra salvación.

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También están esos ancianos que huelen a vino y no se enteran de nada pero pese a ser el mejor objetivo son intocables. Los ladrones de cubatas tienen un código ético muy fuerte que no les permite afanarse de los cubatas de los antiguos. Al fin y al cabo es gente que lleva años en este planeta viviendo y bebiendo, no se lo merecen.

Hay que evitar especialmente los grupos de chicas, ya sean adolescentes o puretas goliardas celebrando una despedida de soltera. Si te ven robando su alcohol, un grupo de féminas puede convertirse en una manada de cuchillos oxidados.

Otra elección importante y básica es la del líquido que pretendes consumir. Un ladrón no se conforma con cualquier cosa. Puede que un día te apetezca un poco de Jack Daniel's pero al día siguiente quizás te decantes por la ginebra, las opciones son infinitas. Vislumbra el color de los cubatas, acércate a la barra para escuchar qué pide cada víctima o da sorbos cortos sin que te vean (con la pajita o cogiendo el vaso en momentos clave) para catar el maná.

Evidentemente nadie es perfecto y siempre puedes encontrarte con sorpresas ya que muchas veces te puedes pasar más de media hora "persiguiendo a Rosebud" —así lo llamamos oficialmente— por la discoteca para finalmente llevarte al estómago un líquido no deseado. Pero joder, qué bonito es encontrarte con algo que no te esperabas, jugar con la belleza del azar joder.

Y es que claro, otra cosa muy distinta es dejar que el azar actúe por su propia cuenta —una iniciativa que personalmente veo como muy valiente y necesaria, y que, de algún modo, cierra el círculo de la lógica existencial del ladrón de cubatas— y robar lo que tengas más a mano, sin importar el qué. Es más, a veces puede que veas un líquido que potencialmente (por su color) no te apetezca pero la dificultad que supone te atraiga más que ese sabor en tu garganta.

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Cuando el líquido recorre tu gaznate no estás saboreando sus ingredientes sino una cosa llamada VICTORIA. El peligro siempre ha sido el compañero de los campeones, esa electricidad que recorre tu cuerpo como cuando miras el viento atravesar la melena de tu amada o abres un paquete nuevo de Snickers y sabes que esta vez NO lo vas a compartir.

TÉCNICAS

Teníais ganas de llegar aquí, ¿verdad pequeños cabrones ladronzuelos? Pues ahora me voy a callar y os habréis leído el artículo hasta aquí sin saber cómo coño robar un puto cubata. ¡Que no! Joder, ¡que no! Soy de la broma, ya lo sabéis. Vamos allá.

"Robar" no siempre quiere decir robar de la misma forma que "follar" no siempre significa follar. Esto para empezar. Hay muchas formas de agenciarse sutilmente con el cáliz ajeno y no todas estas implican cierto hurto, entendido como tal. A los no-iniciados les recomiendo la técnica del "aprovechamiento de culitos". Es totalmente legal y no tiene peligro ni emoción pero te familiariza con el hecho de coger cosas de los demás y aceptar la idea de beber un líquido que ha pasado por los labios de un desconocido.

La cosa consiste en hacer rondetas en la discoteca e ir pillando culitos de cubata. Puedes bebértelos directamente pero lo mejor es mezclar cubatas de color parecido para fingir que te has comprado un buen señor cubatilla. Ciertamente tiene un sabor muy aguado pero, ¿a quién le importa si es algo totalmente gratuito?

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El Santo Grial del ladrón de cubatas son los baños. Ahí la gente se olvida de sus vasos para centrarse en sus genitales. La gente los deja apoyados en el suelo o en cornisas o encima de los meaderos. Es fácil arrebatarlos sutilmente sin ser descubierto pero lo mejor es que, debido a la tarea a la que la víctima está encomendada, su reacción ante el hurto se ve absolutamente castrada. Está atado de manos y pies. No es muy digno pero es una buena forma de empezar a robar.

El núcleo duro se encuentra en los soportes para bebidas de las discotecas: barras, mesas y esas barras pequeñas que hay en las paredes de los antros donde la gente deja su bebida y cuelga sus harapos. Aquí la idea es localizar bien a los propietarios del gazpacho, conocer sus acciones, movimientos y sentimientos y actuar en el momento justo, que visualmente se podría plasmar como esta imagen.

Solamente existe una pequeña fracción de segundo en la que puedes convertir lo de "ellos" en lo "tuyo", escógela bien; un giro de la cabeza, un beso, una visita al baño, un estornudo, una corrección del cordón de cierto calzado… Son muchas las opciones pero solamente uno el instante. Vigila a sus amigos o parejas, recuerda siempre que tu víctima no tiene solamente dos ojos, sino infinitos. Toda la gente de la discoteca es tu potencial enemiga. Estás solo y esta es la jodida gracia.

Recuerda que a ciertas horas de la noche es fácil encontrarse cubatas desperdigados por la discoteca, los llamados "huérfanos". La gente, aunque parezca mentira, se olvida de ellos y los deja abandonados en mesas o barras. Tienes que crear coordenadas mentales de dónde se encuentran estos potenciales "huérfanos" e ir catando su presencia constantemente. Si pasada media hora o más siguen ahí con el mismo nivel de bebida es que ya no tienen propietario, han pasado a ser de dominio público, ergo, tuyos.

Finalmente sorbe con calma. Lo has logrado. Siente esa vida líquida y el orgullo de haber conseguido algo con todo lo que eres (tus manos, tu cerebro, tu velocidad…). Date un buen abrazo a ti mismo y escoge la siguiente víctima. No hay tiempo y solamente quedan 2 horas para que este garito del infierno cierre sus puertas. Dos horas y cientos de cubatas disponibles.

Sigue a Pol en @rodellaroficial.

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