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Soy la cara de la pobreza campesina
Mi inocencia y fuerza son la respuesta a tu injusticia…"En 2013, en respuesta a una convocatoria fallida del Instituto Distrital de las Artes, en la que los jueces descalificaron a la mayoría de los trabajos así como a la historieta colombiana en general, este grupo de artistas-músicos-diseñadores decidió narrar en forma de fábula, con ratones, cuervos y perros de presa, la historia de once civiles desaparecidos durante la toma del Palacio de Justicia en 1985 por los guerrilleros del M-19.
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Pero les vamos a enseñar a cantar…"Boceto de 'El Naya'.«Puede ser que por eso se vea diferente del género al que estamos acostumbrados en Colombia, donde nuestros referentes del cómic siempre han sido Memín Pingüín y las historietas de Marvel y DC», retoma de pronto, una vez terminada la escena, «pero me parece que de esta forma contribuyen a generar una cultura propia del cómic en Colombia, donde no existen escuelas del género y en dónde todos venimos de mundos diferentes: del cine, de la ilustración o de la fotografía. Aunque con la misma meta, claro: narrar lo que pasó, antes de que se nos olviden las masacres ocurridas en este país sin memoria…», concluye, mientras hurga en su bolsa antes de recordar que tanto el disco duro como su libreta con los bocetos del cómic del Naya le fueron robados durante una asalto el mismo día de la presentación del proyecto.Imagen de 'El Naya'.***Recientemente, algunos cómics como Los Once o El Naya han sido tímidamente llamados a ser parte de programas educativos de fomento a la lectura en el país. Ya que frente a la alta tasa de analfabetismo que aún azota numerosas regiones de Colombia, la narrativa aguda y generalmente mordaz que caracteriza a la historieta parece presentarse como una herramienta pedagógica de invitación a la lectura adecuada, en momentos en los que la memoria histórica busca nuevos canales de expresión para ampliar su difusión.
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