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La CONCACAF, el "chiquero" del fútbol mundial

La confederación huele a putrefacción, hiede a burla y apesta a ridículo. Cinco de los siete detenidos en Suiza pertenecían a ella. Nos cansamos de la corrupción.

La CONCACAF huele a putrefacción, hiede a burla y apesta a ridículo. La actual Copa Oro sólo comprueba el chiste en el que se ha convertido la región más corrupta y vulgar de todo el planeta futbolístico.

En los últimos años hemos visto cosas descomunales en los distintos continentes, pero hoy el premio, con todo y estrellita de oro en la frente, se lo lleva la CONCACAF, una de las confederaciones con el peor nivel futbolístico que existe, y que gracias a las "negociaciones" de sus dirigentes cuenta con tres boletos y medio para acceder a un Mundial (podrían ser cuatro en un futuro).

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El "FIFA-gate" sólo llegó a confirmar que la mierda la tenemos en nuestra propia cama y que, con el paso de los años, se ha ido acumulando hasta que la casa entera reventó.

Lo que se vio durante la etapa final de la Copa Oro es para indignar a cualquier persona, no sólo a mexicanos o a panameños, sino a todo personaje al que le guste este deporte.

Quien crea que somos doblemoralinos o que nos damos golpes en el pecho con una biblia está totalmente errado. La descomposición de la CONCACAF viene a través de un tobogán que tiene como sitio de inicio Suiza y como bandera la FIFA. ¿Cierto que sí, Joseph Blatter?

La necesidad y necedad de poder por parte del patriarca suizo tuvo como sus más poderosos peones a los directivos de la CONCACAF. Si en la FIFA el voto de Alemania tiene el mismo poder que el de Haití, uno de los países más pobres del mundo, entenderemos cuánta es la fortaleza de un maletín cargado de euros.

Si el nombre oficial del escándalo fue "FIFA-gate", su derivado bien podría conocerse como "CONCACAF-gate". Cinco de los siete detenidos en Suiza, pertenecían a nuestra confederación. Eso, sin sumar al "soplón" del chisme. Seis en total.

Entre esos directivos detenidos y que tienen línea directa a la silla de oro de la FIFA encontramos los puestos más altos de la CONCACAF, encabezados por Jeffrey Webb, Jack Warner, Eduardo Li y nuestro querido "informante", Chuck Blazer. Gente corrupta que inclinó la balanza hacia los intereses que más le convenían con tal de ganar plata y tener todavía más poder.

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Foto: Szilard Koszticsak / AP

En ese contexto ha vivido una región, en su mayoría pobre, que ha tenido que transitar deportivamente bajo la atadura del dinero. Por eso mismo, su máximo torneo se juega siempre en Estados Unidos con la única finalidad de sacar mayores beneficios económicos, sin importarle la sana competencia y el mejoramiento en nivel de la región.

Aprovechando los millones de mexicanos que viven en la Unión Americana, han creado un silencio que todos escuchamos a grito herido: la necedad de siempre tener en la final a México y a Estados Unidos.

No sabemos si los partidos están arreglados. Quien lo afirme, que lo compruebe. Que no sea un simple chisme. A lo que nos referimos es a la triste manera en la que la organización de la Copa Oro acomoda a Estados Unidos y a México para que no se vean las caras en el torneo sino hasta la final. Es innegable que hay una poderosa protección a estas dos naciones.

Todo era y es dinero. Antes, el nivel no le daba a los equipos de la región para meterle un susto a los dos autonombrados "gigantes", pero todo inicio tiene fecha de expiración, y el dominio de Estados Unidos y México se terminó en el instante que el resto decidió levantarse y retar al desgraciado destino. Costa Rica, Honduras, Panamá, Jamaica o Trinidad y Tobago ya no son equipos pésimos, y esto es precisamente lo que ha jodido con todas las palabras a la CONCACAF.

Hay países que ya no se conforman con un maletín lleno de dólares. Tampoco se quedan callados y bajan las manos; esos tiempos ya se acabaron. Hoy piensan, gritan y exigen y, sobre todo, se dan cuenta de las tristes miserias y las grandes verdades que envuelven a la mentira que se ha convertido la CONCACAF.

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Como mexicano, me parece terrible lo que se vivió el pasado 23 de julio en Atlanta. Vergüenza es la palabra que sentí al ver el desenlace del partido de semifinales. Soy consciente de que el jugador mexicano es el menos culpable de lo que pasó, pero lo que vi ese día es algo que nunca olvidaré y que siempre me dará tristeza. La mierda que estaba en la cama, se salió de la casa y ahora, nos invade y nos tiene sometidos la corrupción. Es hora de gritar "¡Basta!", porque como mexicanos, estamos tan cansados de ella, que ya nos cansamos hasta de cuando nos beneficia.

La CONCACAF tiene que renacer y relanzarse. Debe investigar, ya no sólo a los directivos encerrados, sino a las personas cercanas a ellos; tiene imperativamente que limpiar las camas para que la casa quede limpia y que la mierda se deje de desbordar. Tiene que dejar de proteger a México y a Estados Unidos y pensar un poco más en el resto de los países que la integran.

Es estúpido que haya dos Copas Oro entre un Mundial y otro. En ningún sitio del planeta se juega el torneo más importante de una confederación en un sólo país; tampoco se tarda tanto en replantear a la cabeza y figura de la región.

Tras los 90 o 120 minutos del México - Panamá, no es suficiente pedir disculpas, exigir venganza o señalar sin pruebas. El Fair Play debe unificarse bajo un sólo camino y no sólo para el trayecto que un día nos conviene y al otro no. De no hacerlo, el chiquero se mantendrá y ya no sabremos diferenciar entre lo correcto y la mierda que hay y que, tristemente, hoy reside al interior de la CONCACAF.