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Cultură

Un viaje por Colombia en las canoas de Pedro Ruiz

Su obra nace de la desesperanza, ese sentimiento que conocemos tanto.

Este artículo hace parte de ¡PACIFISTA! nuestra plataforma para la generación de paz.

El pintor Pedro Ruiz.

–– Ojalá todo el mundo pasara por eso. Como sociedad estamos en la misma situación, esa desesperanza, de que esto no fue. Tenemos que agarrarnos de otra cosa ––dice Pedro Ruiz, sentado en su estudio al norte de Bogotá, recordando lo que sintió cuando se fue de su casa y que, quizá, le dio origen y sentido a su obra.

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Pedro Ruiz nació en Bogotá, y aunque su diploma dice que es publicista, él asegura que es pintor desde los 8 años, cuando descubrió a Miguel Ángel. Estudió en París en la escuela de Bellas Artes. Años después volvió a Colombia y trabajó durante tres años como publicista, hasta que empezó a ejercer lo que siempre había sido. Su obra, profundamente bella, es además pertinente y oportuna, pues nace de la desesperanza, ese sentimiento que como colombianos conocemos tanto.

Muchos lo conocen como el pintor de las canoas. Canoas que navegan sobre lienzos de colores cargando árboles, ballenas, flores, ríos, mariposas, vendedores ambulantes, carreteras, amapolas, guacamayas, platanales, ciudades, paisajes, palmas de cera. De las canoas que cargan y mueven a Colombia.

Podríamos decir que todo empezó el día en que Pedro se fue de su casa, donde lo tenía todo. Terminó trabajando para comer y sufriendo para vivir. Pero, abrazado por la solidaridad de los que no tienen nada, de los colombianos de a pie, que son mayoría. Fue ahí cuando aprendió a ver las singularidades nuestras: la solidaridad, la incondicionalidad, esa capacidad tan nuestra de sobreponernos a las dificultades. Lo vivió y luego, más adelante, lo plasmó en su obra. "A los 59 años, cuando ves tu vida, parece que estuviera perfectamente organizada para que te conocieras ––dice Pedro justo el día de su cumpleaños––. Eso era parte de la formación del artista, de permitirme a mí ver cosas en carne viva".

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Sonriente, de voz suave y hablar pausado, Ruiz logra con su obra cuestionar las convicciones y las certezas de las culturas dominantes, nos ayuda a re-conocernos, y apunta de color y realismo crea toda una revolución.

"El arte para mí es un sistema de conocimiento, es un sistema de comunicación y de abrir conciencia. Nos estamos hablando a otro nivel que no es de la razón sino del corazón", dice. Entonces, de corazón a corazón, Pedro habla demuchas cosas, reflexiona sobre Colombia y sus fenómenos: el desplazamiento, el narcotráfico, la selva, la riqueza, las fumigaciones, la cocaína, y nos crea incluso nuestros propios héroes, señalando siempre el otro lado, el punto ciego, lo que ya nadie mira y que, si mira, no ve. Pedro resignifica, partiendo de la sinceridad y haciendo uso del realismo para ser preciso.

Sin mencionarlos en orden cronológico, Pedro recuerda con claridad el chispazo detrás de cada creación. Por ejemplo, un día después de un viaje a Nueva York, la ciudad de inmensos rascacielos, Pedro se preguntó: ¿qué tenemos que ofrecer nosotros ante semejante cosa tan fuerte, tan imponente? Y él mismo se respondió: la selva, nuestra selva. Así nació Ciudades perdidas.

"Lo que hago es contraponer a esa civilización tan estilizada y tan prepotente, la selva, la manigua colombiana como diciendo: ustedes tienen eso, nosotros tenemos esto. La manigua tragándose la cultura europea y gringa". Se trata de dialogar con quien observa sobre el valor de lo nuestro, porque nada ni nadie pasa por encima de nosotros, de lo que somos, porque nosotros no podemos pretender ser iguales a nadie, y por no ser iguales no podemos tampoco pensar que somos más o menos. Simplemente somos.

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"Basta ese trazo blanco en el cielo para que los paisajes pierdan su inocencia y nuestra morada en la tierra se llene de un horror sutil y de una pavorosa advertencia", escribió William Ospina, en el libro de Pedro Ruiz, editado por Villegas Editores, para describir Love is in the air, un conjunto de obras que ponen sobre la mesa el tema de las drogas y el narcotráfico.

Desde paisajes nacionales atravesados por el polvo blanco del glifosato que lo fumiga todo, hasta soldados con camuflados de flor de amapola y páginas de revista donde, detrás de cada flor, se esconde el rostro de algún personaje de la farándula mundial o campañas publicitarias de grandes casas de moda.

"La mayoría de las canciones de los americanos son de amor. Y la exposición se pregunta ¿donde está todo ese amor cuando nos fumigan?", dice Pedro. Viendo cada pintura no es tan difícil imaginarse a los pilotos norteamericanos tarareando Where is the love, Let it be, Everybody loves somebody o I love the way you lie mientras esparcen el polvo blanco que baña de muerte los paisajes.

A la vista del observador, Pedro corta las distancias, acerca al productor y al consumidor y cuenta el mismo cuento de las drogas, pero pintando el relato completo, con un humor enmarcado en la ironía. "La solución del problema es que nosotros nos muramos y que matemos nuestra tierra y nuestros bienes", dice Pedro.

"Los (paisajes) de Pedro Ruiz no lo son. Dicen más de lo que se proponen pero saben lo que quieren decir. Tienen la técnica del arte clásico y el amor por la naturaleza que nos legó la tradición humanista, pero no hay en ellos ingenuidad alguna… No están hechos para que nuestra buena conciencia se regodee en el deleite del mundo natural", escribió también William Ospina.

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Otro de los temas profundamente tratado y múltiples veces pintado por Pedro Ruiz ha sido el desplazamiento:

––El chispazo inicial fue un documental de unos desplazados en Medellín tratando de acomodarse. El Gobierno trata de ayudarles y les dice: bueno, nosotros no podemos hacer todo, ustedes van a traer mañana una tarea, imaginándose cómo se pueden ayudar económicamente. Y al otro día aparece un señor y dice: Yo puedo criar dos marranos. Porque es lo que sabe hacer. Y otro señor sorprendido le dice: pero es que usted vive en un tercer piso ¿cómo va a hacer?

Y para mí eso fue una imagen del problema, es profundo. Lo más grave es quitarnos la tierra, porque nosotros la necesitamos––, dice Ruiz.

Si uno tiene que irse, de repente, dejarlo todo, llevarse apenas lo que puede cargar en un viaje sin rumbo, ¿qué se lleva? ¿Cómo lo carga? Quizás en los hombros, la maleta con algo de ropa. Pero los paisajes, los recuerdos, la historia, ¿dónde se llevan?

Pedro Ruiz las montó en canoas y ahí viajan las cosas añoradas que caben solo en la cabeza y en el corazón. "Recuerdo que los desplazamientos conmovían mucho a la gente, a los ricos y a los pobres por igual", recuerda.

"Todo lo que se pierde queda escrito en el alma. Y sin duda, cuanto más dolorosamente se perdió, y cuanto más querido era lo perdido, tanto más arraigada en la memoria su huella. Porque nadie abandona con gusto lo que ama. Y la memoria, como el amor, es aquello que no puede sernos arrebatado, es la voz que nos recuerda cada día todo lo que tenemos que recuperar" , escribió William Ospina.

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––Es un encuentro con una visión amorosa del país, una visión amable de nosotros mismos ––dice Pedro Ruiz para describir Oro, un conjunto de pinturas que no exceden los 30 centímetros.

Son apenas 30 cuadros de canoas que se abren camino cargadas de paisajes, animales, ríos, carreteras, malocas, canciones y otras cosas más, que llevan a quien observa a un viaje por Colombia, su drama y sus paisajes, lo bello y lo real. "La posibilidad de encontrar cosas valiosas en este país son infinitas, entonces una manera es contagiar lo que me pasó a mi ––dice Pedro––. Yo encontré el oro. Simplemente con la idea de ver lo positivo y lo valioso".

Pedro lo vio, y ahora lo pinta y lo expone para que quien pase y observe también lo pueda ver. Un trabajo pequeño, íntimo, que habla de la belleza de Colombia, de nuestros valores, de nuestra identidad, de lo nuestro. "Son ideas mías y también de otras personas. Es como un retrato del corazón de la gente. El oro del que yo hablo es una metáfora de los valores que tenemos nosotros, de la riqueza natural y cultural que tenemos", dice Pedro.

No es posible galopar con tanta velocidad por las obras de Ruiz, hace falta detenerse y reflexionar. Love is in the air, Desplazamientos y Oro son solo una muestra de una rebeldía divertida, conmovedora y profundamente bella que acerca realidades y voltea perspectivas. Que hace del oro y las canoas una metáfora para llevarnos por el paisaje de nuestro y por lo más valioso que tenemos como país.

––Este es un país lleno de problemas, yo lo sé, lo vivo, no soy ingenuo. Pero hay veces pienso que no nos ayuda reiterar tanto el problema, sino las cualidades que tenemos y nuestra vida cotidiana, que está llena de belleza. Tenemos un privilegio de gentes y de paisajes––, dice Pedro.