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Música

¡Clásico instantáneo!: todo lo que podemos hacer en estos momentos es apreciar el genio de Kendrick Lamar en ‘To Pimp a Butterfly’

La gente ya adora 'To Pimp A Butterfly' y así es como debe ser.

“Recuerdo que estabas en conflicto. Usando mal tu influencia. Algunas veces yo hacía lo mismo. Abusando de mi poder, lleno de resentimiento. Resentimiento que se convertía en una profunda depresión. Me encontré a mí mismo gritando en el cuarto de hotel. No quería autodestruirme. Los males de Lucy estaban a mi alrededor. Entonces corrí por respuestas. Hasta que llegué a casa. Pero eso no detuvo la culpa de los sobrevivientes. Yendo y viniendo intentando convencerme a mí mismo de las bandas que había ganado. O tal vez que tan A1 era mi fundación. Pero mientras mis seres queridos estaban peleando una continua guerra en la ciudad, yo estaba entrando en una nueva. Una guerra basada en el apartheid y la discriminación. Me hizo querer regresar a la ciudad y decirle a los demás lo que había aprendido. La palabra era respeto. Sólo porque usas un color de pandilla distinto al mío no significa que no pueda respetarte como un hombre negro. Olvidando todo el dolor y el daño que nos hicimos unos a otros en las calles, si te respeto nos unimos y evitamos que el enemigo nos mate. Pero no sé. No soy un hombre mortal. Tal vez sólo sea un negro más.” – el “no realmente un poema de Kendrick Lamar, repitiéndose a lo largo de To Pimp a Butterfly

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Si vas a la página de Wikipedia del álbum de Marvin Gaye del 71, What’s Going On, aprenderás que es un álbum conceptual de nueve canciones, “contado desde el punto de vista de un veterano de la Guerra de Vietnam regresando al país por el que ha peleado, viendo nada más que injusticia, sufrimiento y odio”. Ese resumen puede ofrecer algún sentido de por qué el álbum es especial, pero, a fin de cuentas, también podría ser una descripción del personaje de Sylvester Stallone, Rambo. What’s Going On es uno de los más grandes álbumes de todos los tiempos no porque Wikipedia lo diga sino porque está impregnado de emoción. Es un álbum que en el que terminas inmerso, que sientes profundamente, que experimentas en formas que están mucho más conectadas con tu vida de lo que la Guerra de Vietnam pueda llegar a estar. El trasfondo político de la vida real es casi incidental; el arraigado sentimiento político es atemporal.

Desde que se comenzó a hacer ruido unos meses antes del lanzamiento de su álbum del 2012, good kid m.A.A.d. city, Kendrick Lamar ha sido un artista del que la gente—fans y críticos—esperan material “clásico” y canónico. Esa etiqueta llegó tan pronto como gkmc se estrenó, y se ha quedado, ayudado en parte por el hecho de que el álbum se presenta muy conscientemente a sí mismo como uno. Justo en ese momento, hubo múltiples quejas de que era muy pronto para designar al álbum como un clásico porque es un término que pueda ser ociosamente arrojado, y esas quejas siguen rondando. Por mi parte, no escuché gkmc hasta un mes y medio después de su estreno. Resultó ser bastante bueno. No le he vuelto a escuchar completo en un año. Pero, vean, la gente ama ése álbum. Llámenlo un clásico si se inclinan a hacerlo y estemos de acuerdo todos en estar bien con eso.

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El lunes, Kendrick lanzó su muy esperado segundo álbum, To Pimp a Butterfly, casi una semana antes de lo pactado, en un mundo que, una vez más, había estado esperando un “clásico”. Así que vamos a saltar a discutirlo adecuadamente (la personalidad de Twitter y comentarista cultural @desusnice rapidamente enmarcó la situación: “No he descargado ni escuchado el álbum de Kendrick pero me adelantaré y lo llamaré un clásico según las leyes de Twitter”). Basado en mi marco de referencia, la gente ya ama To Pimp a Butterfly, y deberían. Es simultáneamente todo lo que todos querían de un álbum de Kendrick—listo, político, sentimental, en contacto con la tradición musical pero aún así moderno y aventurado—sin ser obvio o sermoneador.

A pesar de todo, existe un cinismo cauteloso de que el lanzamiento nocturno signifique que las reseñas saldrán muy pronto, de que hay muchas capas como para desempacarlas escuchándolo una sola vez, de que no lo entenderemos hasta que seamos capaces de escucharlo más y leer y escribir una tonelada de ensayos. Esto es cierto hasta cierto punto. To Pimp a Butterfly es un álbum increíblemente denso, novelístico en la forma en que sus canciones se unen unas con otras y cambian unas con otras y vuelven a tocar los mismos temas una y otra vez. Y no estoy usando el término “novelístico” vanamente—la forma en que el álbum inmediatamente introduce sus ideas centrales antes de regresar a ellas y llenarlas con más información es la misma y genial forma en que grandes novelas estadounidenses como Absalom, Absalom! o Beloved está estructuradas. Obviamente hay mucho para explorar, y hay muchos elementos más a los que podemos meterles el diente. ¡Hablemos del jazz! ¡Del soul! ¡Del funk! ¡El maldito George Clinton está en el viaje, y también Snoop Dogg!

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Pero tengo un buen sentimiento de este nuevo álbum de Kendrick porque también es un disco que no tienes que desenvolver para entender. To Pimp a Butterfly es un álbum lleno de funk y soul que está enraizado en la emoción, y, como toda la emoción y todo el funk y todo el soul, lo entiendes mejor simplemente dejándote llevar. Las inevitables diatribas de Genius y las teorías de conspiración de Reddit y los resúmenes de Wikipedia estarán, en gran medida, perdiéndose el punto. El punto no es tratar de entender lo que Kendrick quiso decir en su monólogo que se despliega gradualmente acerca de gritar en un cuarto de hotel. El punto es que Kendrick Lamar está gritando en un cuarto de hotel.

Regresemos un poco. Uniendo todo el álbum se encuentra un monólogo, citado arriba en su totalidad, que Kendrick Lamar repite al final de muchas de las canciones, añadiendo líneas en cada repetición sucesiva. Contextualmente, está dedicado a Tupac. Para mí, la frase clave es la preocupación de Kendrick por estar “usando mal tu influencia”. La presión obvia sobre Kendrick Lamar—compuesta por las discusiones sobre gkmc como un álbum clásico y su verso en “Control” como un evento que cambió el juego en el mundo del hip hop y la reacción dentro de la comunidad hiphopera en contra de los raperos de alto perfil como figuras públicas a raíz de acontecimientos como los de Ferguson—no era sólo la de entregar otro álbum “clásico” sino hablar de la condición más amplia de ser negro en América y, si había tiempo, tal vez salvar al hip-hop del creciente espectro de canciones que hablan de cambiar en el proceso. Cualquiera con ese tipo de expectativas puestas sobre él, probablemente no lo lograría. Que Kendrick haya logrado hacer un álbum que no solo cumpla con esas expectativas sino que discuta la presión de llenarlas—mientras que también encuentra una forma de no lidiar con ellas directamente—es un milagro.

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To Pimp a Butterfly, ya sea que creas que es muy temprano para decirlo o no, saca el mismo truco que What’s Going On, sublimando todos sus complejos temas en un llamado directo y emocional. Te invita, antes que otra cosa, a perderte en su mundo sónico. Sus lecciones están hechas para ser tan fácilmente apreciadas con un churro en tu mano mientras estás en tu sillón o en el salón de clases. Se supone que las dejes crecer contigo y te hundas en tu vida. Sólo ve cuánto sentido tienen las muestras que habían emergido previamente en el contexto del álbum, lo mejor que se sienten.

Kendrick Lamar es, desafortunadamente para aquellos que quisieran escuchar su música en paz, en el centro del debate acerca de lo que el hip-hop y la música en general deberían de representar. Para muchos fans, Kendrick encarna un regreso a los ideales sociales y líricos clásicos. Por extensión, él también ofrece un rechazo a la fijación del hip-hop contemporáneo (y de la música contemporánea en general) de crear hits rápidos, vacíos y desechables. Él es un recordatorio de que la música es un arte que es trabajado y profundamente embestido con significado, que puede después ser exhaustivamente desempacado. good kid m.A.A.d. city no es sólo un reflejo de la realidad emocional de crecer en Compton, es un texto para ser disecado y estudiado. Me siento satisfecho de que la gente pueda apreciar a Kendrick de esta manera—por todos los medios, disfrutar la música de una forma que te haga feliz—pero también me siento satisfecho de que To Pimp a Butterfly sea un álbum que evita este debate en favor de algo más elemental, así como inevitablemente apelará a aquellos que prefieren ver a Kendrick como el salvador del hip-hop. Como recientemente le comentó al New York Times, pensar en este álbum como algo meramente político “sería estafarlo”. ya que “es un disco lleno de fuerza y coraje y honestidad” así como “crecimiento y reconocimiento y negación”.

Si gkmc fue un álbum acerca de Compton, To Pimp a Butterfly es un álbum acerca de Estados Unidos. Eso es claro cuando Kendrick aborda el tema de ser negro en Estados Unidos en canciones como “The Blacker the Berry” con letras como “Sé que me odias, ¿tú no? / Odias a mi gente, lo sé porque sólo hay amenazas cuando te veo”. Es claro dada la portada del disco mostrando un grupo de caras negras al frente de la Casa Blanca. Pero también está enterrado en el ADN del álbum, de la misma forma que en Black Messiah de D’Angelo o en You're Dead de Flying Lotus, que se presentan a sí mismos como discos políticos aún cuando sus letras no lo son. Asume al funk, el soul y el jazz como un default sónico y explícitamente ubica al hip-hop dentro del linaje de música canónica americana, que también es inextricablemente música negra.

Está lleno de vibraciones. Es funky. No es, como gkmc, una representación de un lugar tal y como es (Compton) sino la imaginación de cómo uno (Estados Unidos) podría ser. El pene de Kendrick Lamar, alguna vez tan grande como la Torre Eiffel, hicnchado por la bravata del hip-hop, está de regreso a una forma simple, humana, básica, midiendo en “For Free? (Interlude)” unos saludables 17 cms. La escala de éste álbum es similarmente accesible, aún cuando probablemente al final sea más difícil de captar. La clave para entenderlo es dejar de intentar entenderlo tanto. Dejen de preocuparse por si hay muchas capas o muchos hilos por seguir o mucho por decodificar. To Pimp a Butterfly es inmediato. Su sonido es inmediatamente atemporal. Todo aquí es directamente humano, evidentemente negro, implícitamente estadounidense, transparentemente importante, inevitablemente imperfecto y tranquilizadora y críticamente hecho para ser sentido.

Kyle Kramer no quiere autodestruirse. Síguelo en Twitter.