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Música

Cuarenta años de resistencia: Bienvenidos al mes del punk de Noisey

Celebramos esta música que explotó como bomba de racimo y que hoy sigue siendo una herida que no cicatriza.

Ilustración por Curzi.

Hace 40 años el punk explotó como bomba de racimo. Las ciudades europeas al este y el oeste de la muralla de Berlín y la ciudades de EEUU empezaron a reventar en cadena: Londres, Nueva York, Berlín, Amsterdam, Madrid, Belgrado. El ruido de la guitarras y la velocidad dieron vida a un género que cambio la historia cultural de occidente. Y más allá.

Un género que no es un género. Es más bien una mirada que se puso en la raya para decir que no.

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Un no a la autoridad: al Estado, a la monarquía, a la religión.

Un no a las viejas generaciones: a eso gobernantes que habían salido de la Segunda Guerra mundial con visiones obsoletas del mundo.

Un no a la cultura dominante, vistiéndose a punta de ropa desechable y creando la anti música.

Un no a las promesas falsas y a las conductas sociales que esconden la mano en la espalda con una piedra.

Pero en la negación inventó nuevos mundos. Porque el no puede ser la afirmación más contundente. Y más difusa.

De pronto era un sí a la libertad individual. A la liberación personal.

Una lucha beligerante por la libre expresión.

por el derecho a regirse por normas propias.

por la creatividad.

por la destrucción y la creación.

Pero al final de cuentas eso es todo y nada. El punk no se decide, no se clasifica, no se psicoanaliza. Quizás en lo etéreo de su propuesta está su solidez. Su libertad.

Y así, la explosión en cadena siguió. Llegó a Latinoamérica. A Medellín primero, a Bogotá después. Y se expandió por todo el territorio. Por un país que en la década del 80 veía de cara la crueldad de la violencia, el fracaso de los valores que tanto defendía. Que se diluía como proyecto de patria.

Por una sensación, más que por un manifiesto, muchos se identificaron con este. Creció un monstruo de mil cabezas. Con múltiples facetas.

Con el humor de los españoles de Siniestro Total aspirando trabajar para el enemigo y así vender secretos de estado. Con la resistencia de Peste Mutantex cantando "Nunca triunfé" o Secta Suicida con "Vencido". Con el sabotaje de los Sex Pistols cuando cantaron “God Save The Queen” y “Anarchy in the UK” en el río Támesis durante el jubileo de la reina. O el de Crass, que casi arma la tercera guerra mundial cuando editaron discursos de Thatcher y Reagan para que pareciera una conversación telefónica, que luego adjudicaron KGB como estrategia para desestabilizar la democracia de estos países.

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Con la política de los Clash, saliendo con camisetas de guerrillas urbanas del momento como la Brigadas Rojas de Italia o la RAF de Alemania. O Dead Kennedys sentenciando que esto no es democracia, es un mundo regido por mafias. Un mensaje que vivieron, de la forma más visceral, los punkeros de Medallo en los 80, como bien lo narra I.R.A en su canción "Los Ochentas"

Con la rabia encarnizada de GG Allin, el nihilismo de Eskorbuto o de Triple X , con su rock de los viciosos.

Y no importa si sale Jonnhy Rotten en un comercial de mantequilla o el Museo de Nueva York hace una exposición de moda- que al final el punk también lo es- estetizando y reduciendo su voltaje.

El punk sigue vivo. O de pronto es un bebé que nació muerto. Y de ahí que su espíritu parezca inmortal.

Es un mambo marginal que, para muchos, se convirtió en un ritual frente al vacío. Un ritual que como virus infeccioso no para de sacar ampollas. De develar mentiras, cantar verdades, de burlarse, prenderle fuego a la hipocresía.

Es la mística urbana. El punk es una herida que no cicatriza.

Celebramos sus 40 años con este especial durante el mes de agosto. Con fotos, entrevistas, crónicas e historias. Festejando lo de ayer y lo de hoy. Y, sobre todo, lo nacional. Acudiendo a nuestros protagonistas. A quienes se apropiaron del ruido para que lo sintieramos en la sangre, nos identificaramos y nos permitieramos ser. Sin importar nada más.

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