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Música

Boundary: cuando el tiempo se diluye y el cerebro se desorienta

"Still Life" es el mejor disco de música electrónica del año. O casi. Y Jesús Pacheco se sentó a hablar con su creador.

En casa de Ghislain Poirier, se escuchaba música popular cuando él era pequeño, algunos cantantes quebequenses y algunas cosas anglosajonas. Su papá también era muy dado a la música clásica, que al pequeño Ghislain no le gustaba. Ya adolescente, comenzó a ir a las grandes tiendas de discos del centro de Montreal, cuando las tiendas eran auténticos templos a los que se iba a adorar a múltiples avatares y si uno era capaz de ofrecer jugosas limosnas, recibía a cambio CDs, pero que en el caso de Ghislain, solían ser cassettes de hip-hop y de techno –toda la música electrónica era llamada techno en aquella época. También pasaban por sus revisiones y recorridos todas las tienditas de material importado que había escondidas en sitios extraños, así como a las de segunda mano. Siempre a buscar música e información. Internet no existía por entonces, así que encontrar música era una auténtica expedición.

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–Y es importante notar que a mis papás les encantaba el new age y que yo lo odiaba por aquellos días –cuenta Ghislain en entrevista a unos días del estreno de su live act como Boundary para la edición 2014 de MUTEK.MX—. Es chistoso, porque hoy algunos de los tracks de Boundary les parecen muy atractivos a mis papás, así que supongo que de alguna manera se cerró un círculo.

Entre todos los recuerdos relacionados con música electrónica también figura en la mente RAM de Ghislain las tardes en que se sentaba en la sala de su casa a escuchar un vinilo de Pierre Henry, que más tarde incluso samplearía: Messe pour le temps présent. Pero en su memoria también se acumulan todos esos montones de exploraciones electrónicas de finales de los 70 y principios de los 80 que de una u otra manera llegaban al mainstream: Hot Butter, Mike Oldfield, Vangelis… Pero el momento en que ocurrió el verdadero flechazo entre Ghislain y la electrónica fue en septiembre de 1991, mientras escuchaba CISM, la radio colegial de Montreal. En uno de los programas comenzaron a sonar Aphex Twin, The Prodigy, The Orb, The Shamen…, y Ghislain enloqueció: se obsesionó con esa música que llevaba ritmos y sintetizadores por rumbos que le resultaban completamente nuevos y emocionantes. Y tras más de tres lustros de transitar del minimal al bass de tintes futuristas y difumina-fronteras, esta década decidió volver a aquellas influencias y entusiasmos tempranos, creando un personalísimo acercamiento al IDM, música que se aleja de las pistas de baile. O visto de otra manera, que lleva la pista de baile a nuestras cabezas, para que quienes les habiten bailen en cámara lenta… Muy lenta.

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Aunque para ser fieles a lo que Ghislain nos platicó, Boundary no está hecho pensando en pistas de baile. Pero con toda honestidad nos dijo que no le importará si la gente baila lo que ha preparado en los dos álbumes que ha publicado en estos dos años: Boundary y el recientísimo Still Life, para cuyo lanzamiento incluso prefirió que se tratara de una sesión de escucha en oscuridad casi absoluta en la Satosphère de Montreal. La gente estaba sentada o recostada en los silloncitos especiales de ese espacio; algunos más, de plano echados en el piso. Y unos minutos antes de dejar correr el disco, pidió a la gente que no vieran sus teléfonos, no platicaran y más bien se concentraran en la música por los 47 minutos que dura el álbum.

–Y funcionó, fue un momento hermoso, muy intenso, casi como un ritual –dice conmovido—. Con frecuencia nos olvidamos de concentrarnos, de tomarnos el tiempo en recibir lo que nos rodea.

NOISEY: Escuchando tu trabajo como Boundary, se tiene la sensación de que querías descansar de ciertos géneros, como el soca o el dancehall, pero en algunos tracks, parecieras llevar esos ritmos a los que nos tienes acostumbrados por rumbos nuevos, atípicos. ¿Querías salir de alguna manera de tu zona de confort?

Boundary: Boundary llegó de manera muy natural. En 2011, hice la música para dos documentales, y eso me puso en esa vibra ambiental y atmosférica. La música que hice después estaba influida por ese proceso, y dejé que fluyera sin hacerme ninguna pregunta. Supongo que también necesitaba un descanso de lo que había estado haciendo, necesitaba un equilibrio, explorar nuevos territorios sonoros. Crear el sonido Boundary llegó de manera muy natural para mí. Soy yo, es muy personal. Y para el segundo disco, definitivamente tomé decisiones formales que me sacaron de mi zona de confort mientras expandía otros aspectos.

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Cuando te refieres a Boundary, sueles mencionar a muchos de tus primeros entusiasmos en música electrónica, y a diversos proyectos de IDM de los 90. ¿Qué te emocionaba tanto de todos ellos?

Me gustaba el aspecto “personal” y muy intimista de la música. Que no estuviera hecha con las masas en mente, sino más como una persona hablándole a otra directamente a través de la música. Fue un aspecto que me conmovió mucho, y que todavía me conmueve. Estamos en una época en la que la música electrónica está llegando a una fase de “estadio” o “arena”. Y Boundary no está tomando ese camino. Boundary está intentando capturar estados de ánimo más ambiguos, tratando de ir más profundo. Pero cuando estaba haciendo Still Life no escuché de nuevo la música que me influyó. Solo su recuerdo me impulsó, el recuerdo de lo que sentía cuando la escuchaba; intentaba ir a esa zona. Y una vez que tuve terminado Still Life, finalmente oí otra vez las cosas que tenía en mente y me tranquilicé, porque había conseguido lo que quería.

¿Por qué decides bautizar el proyecto como Boundary cuando incorporas múltiples influencias? Pareciera haber cierta ironía en el nombre.

Para nada es irónico. Es más geopolítico. Estoy fascinado por la manera en que los humanos dividen el territorio, el real y el imaginario, y en cómo la política, la codicia y el colonialismo
–todavía muy activo en la actualidad, muros se construyen en montones de sitios en el mundo— lo joden todo. Y vivimos en medio de todo eso, de esos grandes movimientos y decisiones del gobierno y la milicia casi siempre impulsados por intereses comerciales. Quieren controlar los desplazamientos humanos de un “país” a otro, la manera en que pensamos, quieren formatearnos. Podría extenderme muchísimo en el tema…

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Cuando estrenaste Boundary allá en Montreal, el año pasado, estuviste en el escenario con un baterista, Chris Olsen. Pero para las presentaciones recientes, se te ha unido alguien más. ¿Quién es?

Daniel Thouin, que toca el sintetizador. Cuando tocamos en Montreal, lleva su hermoso Prophet 5. En México, puede que toque con otro sintetizador. Y Boundary definitivamente se siente completo con Chris y Daniel.

¿Cómo nace Still Life? ¿Qué buscabas?

Cuando comencé a trabajar en él, tenía dos tracks del primer disco en mente como punto de partida: “Long Story” y “Étoiles”. Lo que me gusta de esos temas en particular es el hecho de que el tiempo se diluye un poco cuando los escuchas, tu cerebro comienza a desorientarse, y quería alcanzar esa misma zona con el nuevo material.

Cuéntame un poco sobre la portada. Me gusta esa especie de muro morisco rodeado de nieve, una escena casi onírica.

Todas las fotos en Still Life son de Sophie Cadieux, una actriz bastante conocida en Quebec, pero lo que la gente no sabe tanto es que le encanta la fotografía y que siempre lleva una cámara consigo. Ella hizo las fotos de los dos discos de Boundary. Sentí que había una buena continuidad, e incluso me parece lógico desde ya que el tercer álbum de Boundary incluya también sus fotos. Al igual que la música, sus imágenes tienen algo de misterio, no queda claro de qué se trata y quedan abiertas a distintas interpretaciones.

Ya has tocado en México varias veces…

Sí, he tocado varias veces, pero esta será la primera vez como Boundary, y estoy muy emocionado de presentar especialmente este proyecto en MUTEK.MX. Creo que es el contexto perfecto y estoy en verdad esperando ese momento.

@peach_melba