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Música

Pet Shop Boys y sus lecciones de Alan Turing para gays principiantes (y un poco mensos)

La historia de Alan Turing, el genio de la computación humillado por su preferencia sexual, contada por el dúo gay favorito del Reino Unido. En musical.

Resulta curiosamente timorato ver cómo los así entendidos íconos gay a mitad de lo intelectual y lo pop, son más asimilados y popularizados al interior de la comunidad (desfavorable palabra) conforme amalgamen en esa fantasía del homosexual innecesariamente prepotente y guiñolesco al mismo tiempo que debilucho y resignado, a mi mente vienen imágenes sobrevaloradas de Salvador Novo y cómo al mismo tiempo, muchos gays ven como psicópata traidor de la comunidad al gran Dennis Cooper.

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Grandes personajes de la historia también homosexuales no han podido consolidarse como referentes del imaginario homosexual pop, quizás porque su personalidad no es fácil de imitar o no abunda en lo que los gays quieren escuchar o bien por lo complejo de su pensamiento.

Ahí está el tremendo caso de Ludwig Wittgenstein al que muy pocos gays contemporáneos le han hecho justicia, salvo por la biografía dirigida en manos de Derek Jarman (famoso por dirigir los videos de aquellos sencillos que hicieron grandes a los Smiths o a las Pet Shop Boys) y una canción en su honor compuesta por el grupo de rock rock experimental Matmos.

Wittgenstein es prácticamente ignorado por muchas generaciones de gays.

Ni qué decir del gran Alan Turing, genio inglés que sentó precedente de la informática tal y como la conocemos ahora, creador de La Máquina de Turing, dispositivo capaz de manipular símbolos sobre una tira de papel según un patrón de combinación de reglas previamente establecidas y que dada su ejecución orgánica, sirve de analogía para ver cómo funcionan la emulsión de algoritmos al interior de un típico CPU de una computadora. Por lo mismo a Turing también se le considera el padre de la computación. Dada su inteligencia y destreza para las matemáticas, fue reclutado por el ejército británico para decodificar los mensajes encriptados que emitía la Máquina Enigma manipulada por el bando nazi, permitiendo a los países aliados prever estrategias militares que se adelantaban a los movimientos del enemigo alemán y así poder derrocar el despliegue hitleriano.

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En 1952 un ladrón entró al departamento de Turing. Al levantar la respectiva denuncia, la investigación policiaca apuntaba como cómplice del robo a Arnold Murray, amante de Alan quien aceptó públicamente su homosexualidad. Por aquel entonces las leyes del Reino Unido consideraban a la homosexualidad como un acto ilegal, prescrita como delito de “indecencia grave y perversión sexual”.

Según el libro The Tragic Life of Alan Turing de Fergus Manson, en ningún momento Turing intentó ocultar o evadir su atracción por el mismo sexo, razón por la cual fue condenado. El gobierno británico sólo le propuso dos opciones con el que “consignar su delito”: ir a prisión o someterse a un tratamiento hormonal de reducción de la líbido, la cual consistió en la inyección de estrógenos durante un año, proceso que le generó traumáticas alteraciones físicas como aumento de senos y un sobrepeso inusual para su típico garbo delgado.

Turing murió tras comer una manzana adicionada con cianuro. Hasta el día de hoy existen dudas del supuesto suicidio pues Turing era poseedor de muchos secretos de estado codificados en secuencias numéricas y algoritmos.

Y es que hay una horda de homosexuales que se las dan de ilustradas al mismo tiempo que no se pierden las ofertas del departamento de blancos de Liverpool, El palacio de hierro y Zara Home. Nunca sabes si son sus departamentos o un showroom al que le sobran cojines en los sillones o vasos de colores y en los estantes de compactos siempre te terminas topando con dvds porno. Son la clase de tipos que creen dominar la obra de Oscar Wilde sólo porque tienen aquella sobadísima frase de “The only way to get rid of temptation is to yield to it…” o su respectiva traducción al español: “La única forma de liberarse de la tentación es cayendo en ella” ya sea escrita en un cuadro, en una vajilla o en un juego de tazas o bien en la cortina del baño.

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Oscar Wilde se ha convertido en un cómodo lugar común para muchos homosexuales que creen que su obra se reduce a una continuidad de reflexiones sobre la homosexualidad desde una elegancia arrogante y retadora; una suerte de refugio en el que la conducta del hombre afeminado con agudo sentido del buen vestir y el buen gusto (devastadoramente confundido hoy con un consumismo simplista) puede ser emancipado frente a una mayoría buga lineal y burda. Paja para impresionar y autoengañarse. La verdad es que algunos gays (me atrevería a decir que una penosa mayoría) apenas terminan un libro de Wilde, ni siquiera intentan emular su ironía políticamente incorrecta (y atemporal), su desenvolvimiento individualista (cuántos gays de hoy no pueden ir siquiera a la tiendita sin sus comadres) y mucho menos se detienen en su compleja convicción anárquico-socialista, como lo deja claro en su revelador ensayo The soul of men under socialism escrito en 1891 dónde empieza refiriéndose a “esa sórdida necesidad de vivir para los demás”, curiosamente, una faena cada vez más frecuente en la cotidianeidad gay…

Pero ahora y con la ayuda de los Pet Shop Boys, el histórico dúo gay quienes gracias a su electropop siempre refinado y contenido la dignidad de los homosexuales no termina de irse por la coladera, el lugar de Alan Turing en la historia esté a punto de cambiar.

Como parte del recién finalizado Proms BBC (legendario festival del Reino Unido que se lleva a cabo desde 1895 y que consiste en una serie de conciertos de música orquestal mayoritariamente clásica que suceden al interior del monumental Royal Albert Hall), se presentó Un hombre del futuro, pieza a mitad de la ópera, el teatro y el performance basada en la vida de Alan Turing con música compuesta por los Chicos de la tienda de mascotas que combinaron instrumentos tradicionales de una sinfónica con sus características secuencias electrónicas.

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En A men of the future participaron las voces de Juliet Stevenson, quien narró en prosa algunos pasajes de la vida del matemático mientras que las canciones (escritas a manera de reflexiones en primera persona del propio Turing y baladas melancólicas con fuerte acercamiento al jazz) fueron interpretadas por Chrissie Handye, la inconfundible vocalista de los Pretenders y el propio Neil Tennant. Al fondo, Chris Lowe con sus permanentes gafas oscuras se hacía cargo de los teclados y el software.

La siempre sensibilidad gay de los Pet Shop Boys se adapta magistral y melancólicamente a la genialidad informática de Alan Turing así como su trágico final y tienen planeado grabar un disco al respecto así como una posible gira en la que se difundirá la vida de Turing mediante la música del dúo pionero en la electrónica-dance.

De ser así y apenas salga el álbum, los gays deberían correr por el disco de los Pet para que Alan Turing se vuelva un referente más en el imaginario icónico gay e ir abandonando la idea de la jotita artista como premio de consolación contemporáneo.

El 24 de diciembre de 2013, Alan Turing fue absuelto de todo delito y recibió una absolución póstuma por parte de la Reina Isabel II.