FYI.

This story is over 5 years old.

Identidad

Testigos de Jehová: salmos, vino y exluchadores de kickboxing

Decidimos que pasar el Viernes Santo en compañía de los miembros de este culto podía ser una buena idea.

La mayoría de las fotos se hicieron de incógnito, por eso son un poco borrosas.

Madrid, 20 h. del Viernes Santo. Aquí estamos, agazapados en la última fila de la celebración que los Testigos de Jehová ofician en la segunda planta del Hotel Metropolitano, a un paso de Cuatro Caminos. Mucho salmo y poco 'punch'. El hombre que coordina el acto deambula con su voz como fatigada de capítulo en capítulo de la Biblia mientras los dos centenares de asistentes, con aspecto de invitados a una boda-bautizo, le siguen al unísono. En nuestras mentes no deja de resonar la escena de La Vida de Brian en la un grupo de mujeres disfrazadas con un bigote espera para lapidar a una chica (lo tenían prohibido), hasta que una de ellas lanza la primera piedra: "Jehová, Jehová (…) Ha sido ella, ha sido ella (…) ¡Perdón! Ha sido él, ha sido él".

Publicidad

Aquí seguimos, en este Salón del Reino improvisado, compartiendo una Biblia roída que nos ofrece una de las asistentes, una mujer entrada en los cincuenta que nos marca el compás de cada salmo con su uña lacada de blanco. Una uña con experiencia en la materia a juzgar por lo rápido que se mueve y lo bien que subraya las palabras que escuchamos en la sala. Es la misma mujer a la que al rato le suena el móvil y gran parte de la sala se gira hacia ella, haciendo más visible la presencia de los dos únicos asistentes que no llevan chaqueta, ni corbata, ni zapatos bien lustrosos… Ni tenemos un Biblia en nuestras manos.

El murmullo raca-raca de Jehová se apodera del templo. De repente todo acaba. Una hora de celebración que finaliza con algunas advertencias sobre el fin de nuestro mundo, con la promesa de otro mejor, y con una ronda de pan y vino. Una ronda que, eso sí, no prueba nadie: la copa de vino termina igual de llena y a la oblea le falta apenas una esquina cuando abandona las manos de los asistentes. Debe de ser la hora. Al terminar el acto, que según aseguran los asistentes está teniendo lugar al mismo tiempo "en cientos de ciudades del planeta, con 20 millones de personas celebrando la palabra de Jesús al mismo tiempo", Marvin se nos acerca. Es uno de los "acomodadores del acto", como se autodenominan los seis adultos que vigilan para que nadie moleste, interrumpa o desconcentre a los oradores. Y que también nos habilitaron cortésmente dos sillas cuando entramos.

Publicidad

"Hola chicos, es la primera vez que venís, ¿no?", nos pregunta Marvin. En ese momento pensamos que nuestra cara de periodistas nos ha delatado. Falsa Alarma. Marvin nos pregunta cómo hemos llegado hasta allí y le respondemos que hemos visto un anuncio en el portal de una de nuestras casas, que está en el barrio. Marvin sonríe: "O sea, que hemos llegado hasta vuestra puerta, literalmente. ¿Y qué os ha parecido? ¿Queréis saber más? ¿Queréis que os deje mi móvil y me llamáis para quedar un día y conocernos mejor?". Respondemos al unísono: "Claaaaro, Marvin. Eso está hecho. Te llamamos un día de estos". Nos da su teléfono y nos advierte que podemos empezar a estudiar la Biblia por el lugar que más nos interese, ahí dónde creamos que más jugo podemos sacar. Servicio personalizado, sin duda.

Acto seguido nos encontramos con Alfonso, que lleva "desde 1974 ayudando a gente como testigo de Jehová". Es uno de los acomodadores: "ya ni me acuerdo de cómo empecé, pero sí sé que cada semana voy dos veces a nuestro local para seguir trabajando y ayudando a mis compañeros". En cuanto le decimos que somos periodistas, Alfonso se niega a seguir hablando con nosotros. Todo lo contrario que Anne, una holandesa de 25 años que acaba de llegar a Madrid "a estudiar turismo". Anne también nos ofrece su móvil: "Mi madre es testigo como yo, y ahora tengo la oportunidad de conocer cómo funciona esto en España mientras estudio. Es un privilegio".

Cómo son, cómo funcionan -dineros y financiación aparte, asuntos para una investigación a fondo y no para una crónica- y cómo respiran los Testigos de Jehová en España lo sabe bien Roberto, al que preguntamos al terminar el acto. Roberto ha salido del hotel para acompañar al metro a Andrei, un joven búlgaro de origen ucraniano con el que ha acudido a la ceremonia. Roberto vive en Fuenlabrada y "hace siete meses" tuvo "la experiencia más indescriptible" de su vida. Con aire de lo que es -dependiente de grandes almacenes, seguramente en la sección colonias de hombre-, Roberto nos cuenta cómo conoció a Andrei: "Yo trabajo en El Corte Inglés y él venía a veces, hasta que le ofrecí una revista porque le veía perdido… Y a partir de ahí se interesó".

Andrei lo recuerda al detalle, no sin antes obligarnos a tirar al suelo los cigarros que nos estamos fumando "porque molestan" a la gente. Algo que hacemos al instante, algo intimidados. "Hace casi siete meses que soy Testigo -rememora Andrei- y gracias a Dios he cambiado. Ahora estoy más tranquilo, ya no bebo alcohol y ya no soy violento". Y señala a su pastor particular: "Él [Roberto] me ha ayudado siendo el instrumento para poder cambiar, pero en realidad el que me he ayudado he sido yo". Roberto completa el salmo improvisado: "El creador del universo y la palabra de nuestra Biblia han penetrado en Andrei hasta lo más hondo de su sentimiento. Solo con la palabra, se ha convencido". Roberto lo cree ciegamente: "Lo que me pasó con Andrei es indescriptible. Es una persona muy especial que está haciendo un esfuerzo muy grande".

Andrei, cinturón de pinchos, pantalones tres tallas grandes y camisa con corbata mal anudada, nos explica por qué: "Mi padre es búlgaro, pero nací en Ucrania, en Crimea, y viví un tiempo en Bulgaria. He sido alcohólico y fui profesional de kickboxing durante siete años y medio, y en España he combatido tres veces. Te digo una cosa: los españoles tienen buen corazón pero tienen miedo, no valen para pegarse… Pero eso es el pasado: yo ahora solo quiero estudiar la Biblia. Antes, cuando me ponía nervioso, era como un lobo". Roberto toma la palabra: "Ahora es un cordero". Un cordero que espera lo "inevitable": que "el gobierno mundial de Naciones Unidas dé paso al Reino de los Cielos. Cuándo pasará solo lo sabe Dios y puede que algún ángel. Lo que sí sabemos es que está cerca".