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Un director de cine contra ETA: hablamos con Iñaki Arteta

"Si han matado, que lo paguen".

Iñaki Arteta. Todas las imágenes cortesía de Iñaki Arteta

Los documentales de Iñaki Arteta tienen un tacto rugoso. El tacto granulado de aquellos informativos en los que se daba paso a reporteros de mullido bigote desde un plató acartonado. El tacto, en definitiva, que describe la Transición española y que para miles de víctimas del terrorismo de ETA aún no se ha suavizado, por mucho que el conflicto vasco se haya trasladado de la agenda política a los guiones de cine.

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Hasta ahora. Con 'Impunidad', Arteta ha recobrado la alta definición. Este nuevo proyecto, en proceso de crowdfunding para financiarlo, pretende recuperar la memoria de los más de 300 casos de asesinatos sin resolver. Abrir la caja de los truenos de "la negligencia" y seguir acusando a ETA sin cortapisas: "Es el mejor momento, porque ya no matan y parece que les estamos perdonando. También en este asunto tan reciente hay que mantener el pulso de la memoria. Y el número de fallos y descuidos judiciales es alarmante", comenta por teléfono el director bilbaíno, de 57 años.

Teaser de 'Impunidad'

Esta vez necesitaba darles contraste. Brillo. Porque en un país de cambios -como lo fue el nuestro hace cuatro décadas y lo vuelve a ser ahora- el medio es tan importante como el mensaje. Ya no bastan las imágenes gruesas de los telediarios que ha usado hasta este año. La dictadura forjó unos recuerdos populares en un blanco y negro hosco, de miseria. Luego, el paso a la democracia introdujo algo de tintura borrosa, como la rúbrica heterogénea en una Constitución cargada de amnistías. Y la actualidad requiere esa luminosidad propia de las tablets, con un ligero toque espectral.

Pero la violencia en el País Vasco, los atentados y las explosiones de automóviles siempre se imaginan como un fresco plomizo parecido al que lleva pintando Iñaki Arteta desde que coqueteó con el medio audiovisual. Después de dos décadas, el documentalista sigue fijando su cámara en la realidad de Euskadi, pero dándole un toque distinto. "Mis reivindicaciones siempre han sido la libertad y el derecho a la vida, la inocencia de las víctimas y denunciar un pasado lleno de complicidades. Por eso creo que la memoria histórica debe reivindicarse en todas las épocas, incluso la más reciente, inacabada", resume con voz firme.

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La misma con la que defiende de forma contundente su postura. Arteta jamás ha querido poner en equidistancia a "asesinos" y "víctimas". Sus bloques están bien definidos. Y no tiene previsto dar su brazo a torcer. Podría decirse que suscribe aquel aforismo recitado por Juan Goytisolo en la película 'Notre Musique', de Jean Luc Godard: "Matar a una persona por defender un ideal no es defender un ideal, es matar a una persona".

Desde 'Voces sin libertad', su primer documental, en 2004, hasta 'Impunidad', en preparación, pasando por '1980', de 2013, Iñaki Arteta siempre se ha enfrentado a la banda terrorista como lo que pensaba que eran: unos asesinos.

Trailer de 1980

"Así se les tiene que tratar", sostiene. "Cuando 'salí del armario' pronunciándome contra el nacionalismo me pasaron cosas. No de violencia hacia mi persona, pero sí de cambios en mi entorno. Perdí el trabajo y mi oficio y mi persona aquí [por el País Vasco] están nulos. No sé si estuve en alguna lista, pero sé que nunca me callé". El pasado que utiliza se convierte en presente continuo cuando habla de su última película proyectada, '1980'. Estrenada hace un par de años, nunca pasó el filtro de los galardones, a pesar de aparecer en el momento en que las ficciones se llenaban de argumentos sobre conflicto en Euskadi. Ahí están Ocho apellidos vascos , taquillazo del cine español que juega con los estereotipos entre andaluces y vascos, Lasa y Zabala, sobre los GAL, o Negociador, sobre las conversaciones de paz. El tabú parece haberse difuminado.

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"Cada uno hace la película que quiere, pero hay que tener cuidado. Hay que ser prudente con las sensibilidades de las familias que han perdido hijos, maridos o conocidos", alega Arteta. "Está bien hacer chistes, pero que no se trate el tema con frivolidad: han sido 50 años de terrorismo", cuenta mientras arremete contra los que ahora "tunean" su pasado: "Muchos retocan de repente los años en que no dijeron nada, pero ¿dónde estaban en las fotos de las protestas? ¿Qué firmaron en contra de la violencia?", inquiere.

Fotograma de '13 entre 1000'

La trayectoria de este articulista y cineasta se desvió al terminar la técnica de Arquitectura. Sus "inquietudes artísticas" le hicieron ejercer como fotoperiodista en el diario Deia o como publicista con su propia productora, Leize Producciones. En 1996 rodó su primer anuncio contra la violencia etarra, 'No tienes por qué esconderte'. Y en 2005 dirigió 'Trece entre mil', una selección de relatos sobrecogedores de personas cuya vida resquebrajaron los terroristas. Este registro sustentado en el dolor sí que llegó a ser finalista como mejor documental para la Academia y para el jurado del Festival de Cine de Valladolid. "Entonces se mataba casi a diario. Más de una vez nos enterábamos que alguien que había participado en la película estaba muerto", comenta apenado. Desde entonces no ha dejado de militar contra el olvido y a utilizar el dolor de los afectados como magma.

Pero sus personajes no son fotogénicos. No son el José Coronado de 'Todos estamos invitados'. Ni el Unax Ugalde de 'Lasa y Zabala'. Ni el Dani Rovira de 'Ocho apellidos vascos'. Son vecinos de Vizcaya o Guipuzcoa o migrantes que llegaron al norte en la explosión industrial. Su rostro no busca el lado bueno sino que refleja el dolor marcado por el asesinato de un esposo, un hijo o un compañero de trabajo. Es el caso de Gregorio Ordoñez o de muchos otros, incluso como supuestos 'daños colaterales'. En el tríptico que podrían formar 'Trece entre mil', 'El infierno vasco' (2009) y '1980' no hay ni un solo minuto dedicado a los verdugos o sus allegados. "Nos costó mucho encontrar testimonios en primera persona. Queríamos evitar la opinión política o histórica para hacerlo atemporal, que sirva como un ejercicio de memoria colectiva para todas las generaciones que vengan", razona contraponiéndose a, por ejemplo, 'La pelota vasca', de Julio Medem. "Se ha hecho mucho desde la falta de rigor, desde el impulso", apostilla.

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Trailer de 'Voces sin libertad'

En su obra siempre prima la labor sociológica. Una pretensión de mostrar el miedo, la inseguridad y lo que cataloga como "silencio" de la población con respecto al tema. "La actitud ha sido la de mirar a otro lado. No querían que les salpicara. Se ha obviado un problema gravísimo de terrorismo ligado a una ideología. No gustaba que mataran, pero tampoco se condenaba de forma tajante, se dejaba entender que se apoyaba el por qué lo hacían. Si hubieran sido de extrema derecha habría sido distinto. Poca gente se ha arrepentido de haberles apoyado", afirma el bilbaíno.

Como en 1980. El año que da título a su anterior película es el más sangriento en la historia de la banda terrorista. El Ministerio de Interior le otorga 91 muertos. Las víctimas, un centenar. Un tiro en la nuca, una bomba lapa en el coche o un explosivo en la oficina cada 60 horas. En el documental, Arteta acude hasta el lugar de los hechos y muestra fotografías, enseres y noticias al respecto en una época donde el síndrome de 'burnout' entre periodistas y fotógrafos que cubrían asesinatos llevaba el nombre de rutina. "Los medios eran y siguen siendo totalmente parciales y sectarios. Eso influía en que nunca hubiera una represalia seria. Les interesaba", reitera.

¿Y ahora? "Cuando desapareció el terrorismo perdió interés. Se miraba de otra forma. Pero la situación social es idéntica a hace 10, 15 años: la ausencia de violencia aligera nuestras vidas, pero sigue siendo compleja. Si no es un infierno, es un 'infiernillo'. La falta de discursos antinacionalistas tiene todavía mucho peligro, y las reticencias o el filtrado a la hora de hablar hace las cosas difíciles", advierte. "Es alarmante cómo los asesinatos y los casos sin resolver han pasado a un segundo plano. En 'Impunidad' se habla de lo más doloroso, de esa sensación de que un asesino se ha ido de rositas o las investigaciones no se han hecho como deberían", subraya.

Serio con lo que ha ocurrido y poco esperanzado con lo que viene, Iñaki Arteta se sorprende con la reacción ciudadana ante los nuevos tiempos. Según apunta, cuando ETA anunció el fin de la violencia, en octubre de 2011, "los que más se alegraron fueron aquellos que nunca habían tenido problemas". Sus personajes, las víctimas, aún ven de lejos la libertad. El reposo. "Hay que cambiar la cultura, porque los que los han apoyado siguen en la composición social. Por eso seguiré haciendo películas, aunque me pregunten si no me canso", afirma sin titubeos. Arteta podrá cambiar las lentes o los dispositivos, el trazo grueso o el fino, pero el trazo le seguirá devolviendo una realidad a brochazos. El filtro siempre será la persistencia del sufrimiento. Independientemente de las medidas que se tomen para la normalización del conflicto: "Veo mucha preocupación por unos asesinos. Si han matado, que lo paguen", concluye.