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Vice Blog

Christian Bale está preñado

A juzgar por su panza en La Gran Estafa Americana.

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David O. Russell es el Lemmy Kilmister del cine. Hace películas al mismo ritmo que el de Motörhead publica discos, y siempre consigue nominaciones para premios y que la crítica se humedezca con el ingenio de sus historias. Tiene tomada la medida del éxito y le resulta tan fácil conseguirlo como al inglés de la verruga meter un "hey-hey" antes de un riff. También tiene fama de merendar periodistas cuando le entra hambre en las entrevistas.

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Y como a Lemmy, a él también le va la bronca. Dice que sólo fue un par de veces, que se le piro la pinza, pero llamo puta a Lily Tomlin en el rodaje de Extrañas coincidencias y se peleó con George Clooney en el de Tres Reyes. Sobre este combate no hay muchos datos, unos dicen que el actor se lanzó a su cuello porque trataba mal a su equipo, y otros hablan de puños fuera. Tres Reyes era una gran película. Lo mejor que ha hecho en su carrera.

The Fighter no estaba mal y El lado bueno de las cosas brillaba por ser una comedia con dos personajes complicados, pero acababa resultando obvia y convencional. En ambos casos coleccionó nominaciones a los Oscar como un niño guarda las tapas de los yogures. Y ahora lo ha vuelto a conseguir con La gran estafa americana (American Hustle) que suma diez boletos para hacerse con el perrito piloto. Ha reclutado a sus actores habituales porque ahora es bueno y ya no se pega con ellos.

Un señor con sandalias se ha comido a Christian Bale.

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Con peinado imposible y pancha tamaño balón Molten de baloncesto (otro nuevo ejercicio de transformismo de esos que le gustan tanto), Christian Bale interpreta a un timador que se une al FBI para atrapar a unos políticos corruptos. Unos espabilados que quieren poner en marcha un Eurovegas en Atlantic City con ayuda de la siempre apañada mafia local. Bradley Cooper -con tirabuzones- es su contacto en la agencia.

Amy Adams ya no es la cursi de Encantada, si no una femme fatale con vestidos escotados hasta el ombligo que incluso nos dejan ver un poquito de mamas. Sus senos vienen acompañados por Jeremy Renner, que es el político; Jennifer Lawrence, la mujer del timador; y aparición estelar del gran Louis C.K. Hay que reconocer que David O. Russell tiene gusto para los repartos. Seguro que todos quieren estar a su lado, igual que Dave Grohl mata por rozarse con Motörhead.

Los actores son, de hecho, lo mejor de la película, junto con esa cuidada estética setentera, una banda sonora digna de lista de Spotify para fiestas de disfraces y Robert De Niro parodiando a todos los mafiosos que alguna vez interpretó. Echamos de menos interés en el rollo sentimental, en las relaciones, y punch y mala idea en lo que tiene de crítica. Justo toda la coca del El lobo de Wall Street, es lo que le falta. Quizá con un tiro más…

La gran estafa americana confirma que ya hace treinta años los políticos, banqueros y demás calaña se las ingeniaban en EEUU de la misma forma para trincar el dinero ajeno y no paraban ni cuando dormían. Y que por eso todos acaban en el infierno. Donde seguro que les espera Lemmy, tomando un trago, mientras Russell va a los Oscar vestido de alta costura, con gafas de pasta y pinta de empollón. Ahora es un niño bueno de la industria. Por eso le quieren tanto. Su peli este viernes en tu cine más cercano.