Especial de narrativa: Mi refresco, Parte 1

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Especial de narrativa 2015

Especial de narrativa: Mi refresco, Parte 1

Un cuento de Allen Pearl.

Foto por myLoupe/Universal Images Group vía Getty Images.

Perdí mis bolsitas urinarias en Suecia. Siempre las pierdo. Las dejo en taxis, hoteles, bares. No es la gran cosa. Siempre vuelven a mí. No obstante, en el Admirals Club de American Airlines en Copenhague, un piloto de la flota suiza me escuchó mientras preguntaba por los baños.

—¿ Vamos? —preguntó.

—Estoy buscando a Karl Ove Knausgård —anuncié e hice un gesto abstracto hacia mi corazón —A KOK, 1 —dije.

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El piloto sonrió —¿ Vamos? —insistió.

—Ba-ño s—dije lentamente, ya que mi danés estaba algo oxidado—. Estoy. En Dinamarca. Escribiendo sobre el gran autor Knausgård ¿KarlOve? Perdí. Mis bolsitas urinarias. Pipí. Las dejé en el sillón de un tipo. Lo conocí allí. Me dio el mail de Knausgård y le escribí y me dijo que nos encontráramos. El gran escritor.

Storforfatter?—El piloto se veía confundido. Estaba guapo, cincuentón, traía lentes de piloto, cabello rizado, pelirrojo con canas y con un aire severo— Mener du Ho C Annersen?—(Hans Christian Andersen, el escritor de cuentos infantiles)— Eller Mener du, du vil have sex? Med en mand mener du?

—Bueno, sí, Knausgård, pero en este momento quiero ir a la pipí ¿El baño? —hice como si orinara en la pared—. Las perdí. Meine bolsitas ¡No es tan difícil!

Me preocupé de que el piloto fuera un idiota, tal como muchos otros con los que he interactuado a lo largo de los años. De seguro no me ayudaría en nada. Pero entonces se bajó el cierre y sacó su enorme miembro. Lo frotó discretamente. — Hvadmenerdu?—dijo.

—Sí —entonces me saqué el mío. Él sonrió; su sonrisa era amistosa, no crítica—. Perdí mis bolsitas. Necesito un baño ya.

Minutos después los dos guardamos nuestros respectivos penes. El piloto avanzó y lo seguí hacia un baño público. Se sentó en el asiento de la taza y hubo un discreto frotamiento. Cuando terminamos, me dio una palmadita en la espalda y dijo: — Tak. Tak for det.

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—Perdí mis bolsitas —dije un poco ansioso— En Suecia.

Se guardó el pene, como que al fin me entendió. —Tan sólo ve y cómprate pañales para viajar, amigo—, dijo en un perfecto inglés—. Puedes comprarlos en el súper.

Eso fue directo al grano. Lastimó mis sentimientos, debo admitirlo. Como si no supiera que en Dinamarca puedo comprar pañales de viaje en cualquier tiendita. Acababa de hacerle una buena chaqueta a un piloto de la flota suiza y aún así no estaba ni cerca de obtener un reemplazo de mis bolsitas y mucho menos de encontrarme con Knausgård para tomar algo y tal vez conversar un poco. Con todo, yo no estaba preocupado; a fin de cuentas todo saldría bien. ¿Acaso no muchos de mis trabajos periodísticos empezaron un poco así? El piloto se subió el cierre, se lavó las manos, se puso la gorra y salió del baño. Yo me dirigí hacia el extraño mingitorio en forma de huevo e hice pipí. Mi chorro de orina brillaba en la porcelana. Encendí un cigarro e inhalé profundamente ¿Por qué no compré dos o tres paquetes de bolsitas antes de irme de Estados Unidos? Podría haber tenido una reserva. Sé muy bien lo propenso que soy a perder las cosas ¿Cómo pude ser tan estúpido para no haber tomado cartas en el asunto antes de irme? ¿Qué tan difícil era?

***

Cuando el semanario The Village Voice me contactó para preguntarme si estaría interesado en entrevistar a Knausgård en, como dijo mi editor, "su rancho", yo no podría haber estado más de acuerdo. A menudo tenía extraños sueños sexuales en los que los editores me llamaban y preguntaban si me podían pagar para que divagara durante cientos de palabras (entonces las cosas se ponían muy raras). De todos modos, ahí estaba yo, viajando por trabajo, aparentemente para The Village Voice, aunque esperaba poner el artículo completo en VICE. Larga historia. La versión corta: Ramsés tiene buen culo.2 Ramsés es asistente editorial de VICE, y quien revisó mi texto. La noche antes de irme a Dinamarca lo empedé con Goldschläger y le mandé un mensaje desde la sala de espera: ¿Qué pensaba de que fuera a Dinamarca y escribiera el artículo por él? Ramsés contestó: "¡¡¡Te odio!!!"

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Después le mandé un mail desde el avión 3: "¡No te imaginas desde dónde te escribo!" "¿Desde la cárcel?" me contestó.

"PD. El crítico James Woods dice sobre Knausgård: 'Este tipo escribe prosa como debería escribirse; esto es, en éxtasis".


1. En inglés cock —que suena igual a KOK— significa verga.  [N. de la T.]

2. Algunos nombres han sido cambiados para darle a los personajes más dignidad de la que merecen. Digamos que Ramsés en realidad no es un faraón.

3. Gogo Inflight Internet. Cuando el cielo es tu oficina, necesitas una conexión que te esté esperando. Viaja sin límites y empieza a ahorrar ahora. [Editor: Allen, ¿esto es un anuncio?] [Allen Pearl: No]. [Editor: ¿Te puedo llamar? [Editor: ¿Me estás rechazando las llamadas?] [Editor: ¿Allen?] [AP: ¡Tú no sabes lo que siento! No conoces ni mi corazón ni mi historia]. [Editor: ¿Qué?] [AP: Desperté con dos ligas en el culo, ¿ok? No es tan difícil sacarlas ni nada, sólo que no sé cómo llegaron allí. Así las cosas].


Luego le mandé otro mail: "¿Acaso nos acabamos de mentir? En la publicación (revisar), la famosa autora (revisar) Zadie Smith, una de las primeras escritoras inglesas en reconocer el genio de Knausgaard, exaltó las virtudes de su (revisar) (No te creas)" Inserta aquí una larga cita de alguna gran personalidad (revisar) [Allen, ¿podemos quitar lo de Goldschläger? Digo, ya sabes ¿Y crees que también podríamos a dejar al Voice fuera de esto?]. La literatura, le expliqué a mi amigo amante del Goldschlänger, empezó en las frías regiones nórdicas [¿Fuente?]. En tiempos ancestrales, la literatura (es decir, el poder de la historia humana) era empleada por nuestros ancestros para, no sé, tener algo que hacer mientras se acurrucaban alrededor del fuego [¿Fuente?]. Recuerden que esto fue después de la caída del mastodonte, cuando los humanos mostraban todos sus genitales: el pene masculino, la vagina femenina y el fliij o tercer sexo. Sí, los primero humanos eran hermafroditas. Como en ese entonces el pene era pequeño y removible, cabía fácilmente dentro de la vagina y el fliij servía como una especie de tapa de carne, no muy diferente al abrefácil de las latas de pepinillos. Cuando maduraba, el fliij funcionaba como un poderoso superego en el trío de genitales. Que no te sorprenda que a menudo los primeros humanos perdieran su fliij o que lo dejaran por ahí a propósito. Los registros fósiles apoyan esto: sólo en contadas ocasiones se encuentran especímenes adultos con un fliij intacto, mientras que en todo el mundo se han encontrado pilas con treinta, cuarenta o incluso cincuenta fliijs [¿Leíste esto en algún lado?]. Era una época interesante, aunque también brutal, y era para estas personas que se hacían las historias. Los nórdicos entendieron esta verdad mucho mejor que otros. O quizá lo hicieron primero o, digo, ¿a quién le importa?

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Adelantémonos al siglo 21, cuando en Dinamarca un solitario y célebre sueco empezó a escribir un recuento de su propia vida con confuso, y algunos dirían aburridísimo, detalle [¿Es sueco? Pensé que era noruego y que se mudó a Suecia, ¿o acaso estoy mal? No está en Dinamarca, ¿o sí?]. Él era de muchos lados y su nombre era Karl Ove Knausgård. Era idéntico al papá de Brad Pitt si el personaje de Brad Pitt en la película Kalifornia hubiera tenido un papá chido. Su libro —el de Knausgård, no del papá de Brad Pitt (quien por cierto también es muy guapo y es de Misuri)— 4 era como un diario pero con más reflexiones. Como si hubiera tenido un plato de müsli —según escribió— pero pensó en el müsli, o en la caja, o tal vez en alguna vez en que su mamá comía müsli cuando era niño (Era la mamá. De Brad Pitt. Y yo. Almorzamos, juntos. Una vez. Luego me mandó un mail. Se disculpó por haberme invitado a almorzar, se dio cuenta de que nunca debió haberlo hecho y me pidió que no le contestara el mail. Equis, raaarooo). Luego, si Knausgård tenía una tremenda erección, también la describía, con no más orgullo o estilo del que le atribuía a su plato de cereal. O si después de un buen. MI (movimiento intestinal) tocaba la guitarra, te hacía saber que la tocaba muy mal, que era una sorprendente confesión viniendo de alguien tan realizado. Con el tiempo, Knausgård, o KOK, como le dicen, logró llenar incontables volúmenes con sus sutiles meditaciones. [Allen, tu tono aquí parece un poco fuera de lugar. Parece que no te gusta Knausgård. Pero en tu propuesta dijiste que era "el mejor escritor vivo" y que había "resuelto él solo el problema de la novela estadunidense". Luego dijiste que era el único escritor que hablaba honestamente de los niños y que la escena del nacimiento te hizo llorar. Además, los volúmenes, ¿en serio son incontables? Digo, podríamos contarlos, ¿no? Hay que arreglar esto, ¿va? Grax. ]. Había al menos seis, o tal vez siente, volúmenes en total y los lectores amaban cada página de ellos.

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Foto por Oleg Nikishin/Getty Images.

***

Estaba en una estación en Jylland (los novatos pueden decirle Jutlandia). En este viaje era parada tras parada, ya que yo seguía sin encontrar mis bolsitas y no podía conseguir una alternativa danesa y no estaba dispuesto a usar pañales. Estaba buscando coffee shops (o expendios de mota) —KOK va a una cada tarde, ése es su "arreglo"—, pero parecía ser que la campiña de Jylland no tenía ninguna de ésas, sino sólo grandes agrupaciones de cerdos (¿manadas? No son rebaños, ¿o sí?), rumiando frente a sus pastores quienes, con inmensos bastones para cerdos, sim- plemente les picalan las nalgas y decían cosas que no entendí, pero que seguro los cerdos sí entendían, ¿no? Yo debía llegar a København (los novatos pueden decirle Copenhague).

Timbró mi celular. Un mensaje. "Eres un gordo estupido idiota", decía. "Estupido" debería ser "estúpido", pero recordemos que era mi hijo. Tiene siete años y es muy chistoso. Seguro acababa de despertarse. Lo imaginé en Nueva York, en su cama, rodeado de juguetes; peluches, sobre todo, con algunas otras cosas tiernas como monstruos; tenía unos treinta de éstos, ¿pero cómo le pones límites? ¿O mejor no lo haces? ¿Quizá tal vez sólo hablas de lo llena que parece estar la cama y dejas que el pequeñito deduzca tus ocultas intenciones? Esto es algo que me pregunto mucho.

Como sea, los lectores regulares, o incluso los ocasionales que creen que tienen que leer para ser mejores, podrían expresar su consternación de que Allen Pearl (vividor, bla, bla, bla) sea, gulp, papá. Mira, es una larga historia, pero sí, soy papá. Así que acostúmbrate. La versión corta es que hice que una mujer aceptara recibir una inyección de mi esperma. Le pagué bien. Ella usó una jeringa de cocina. Leí en internet que eso es lo que se debe hacer. La mujer es de las estepas de Mongolia. Hermoso país, simplemente precioso. He visto algunas fotos. La mujer trabaja en un tiradero de muebles usados al que siempre intento venderle sillas. Me estoy deshaciendo a lo grande del estilo Hollywood, gente. Sólo por decir algo. Así que esta mujer hizo que le llevara el dinero, en billetes de veinte dólares, a la tienda. Cuando le pregunté a qué hora salía, me vio raro. —Hay que aclarar algo —dijo—, esto no es una cita—. Bueno, no sé cómo llamarlo, pero unas semanas después recibimos un email que decía, básicamente, que estaba panzona. Mi pareja y yo (mi pareja de ese entonces, debería decir) nos moríamos de alegría. Y así Íbamos a ser co-padres, o lo que sea. Y lo fuimos durante un rato. Y neta que criar al pequeñín fue un desmadre: alimentarlo todo el tiempo, evitar que se lastimara, tratar de encontrar la mejor forma de limpiar su vómito de mi colección de películas porno vintage de 8mm. Estoy hablando de vómito real, por si alguien tiene alguna sugerencia. Lo llamábamos el Señor de las Guerras de cariño por lo autoritario que era, desde muy chiquito, autoritario y tiránico. Además se parecía un poco a los dibujos de Genghis Khan.

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Los vagos lo amaban. Estaban locos por el Señor de las Guerras; siempre lo saludaban y trataban de sacarle plática. Yo andaría caminando por allí, empujando su carriola y sonriendo dando las gracias y siguiendo con mi vida. Un vago dijo: —¿Es niña? —Niño —dije—. Necesita un corte de cabello. Como yo— Le respondí con mi gran sonrisa y el vago no dijo nada. —Un corte de cabello, —repetí más fuerte—. ¿Cuántos años tiene? —preguntó Ledije— Qué padre,¿y es tu hijo?—Claro que es mi hijo. —¿Acaso creía que lo rentaba? Eso último no lo dije Estábamos cruzando la calle, el vago estaba a mi lado. Esperaba que me pidiera dinero, pero no lo hizo. En lugar de eso señaló al Señor de las Guerras y dijo: —Él es el futuro —y yo pensé Ok, gracias, güey, así como dándole el avión pero educadamente. Y luego dijo: —No, el futuro está aquí, en tus manos—. Fue sólo hasta después que pensé, ya sabes, que el vaguito loco tiene razón: el Señor de las Guerras es el futuro. Claro que no es el único futuro. No es como que sea el último de su especie o algo así. Digo, mira a tu alrededor, bebés por todos lados. Por supuesto, el Señor de las Guerras es parte del futuro. Pero también el vaguito loco es parte del futuro. Como yo. Como tú.

Como sea, la rosa de la crianza compartida duró unos dos años, tres meses y catorce días, aproximadamente, que es bastante tiempo si hablas de una rosa, pero como yo hablo de un ser humano, en realidad no fue tanto. ¡El Señor de las Guerras aún seguía en pañales, por el amor de dios! Siendo bebé y así. Con el tiempo, mi pareja, Tutankamón, o Tut, demostró ser un pedazo de ya sabes qué. Rara vez teníamos sexo. O estábamos muy cansados, o uno estaba enfermo, o algo. Terminé sintiéndome afortunado si llegaba a verlo desvistiéndose y al menos tener esa pequeña visión antes de ir a la cama. Lo que intento decir es que el Rey Tut se largó para perseguir sus propias nociones de felicidad en los muslos de nuestro instructor de pilates. Enfatizo que era nuestro instructor de pilates, aunque bien es cierto que muchas veces no logré llegar al gimnasio. Aunque yo tenía las mejores intenciones.

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Bueno, entonces me convertí en papá soltero. Busqué en el aviso de ocasión y rápidamente vi que en ese momento no había niñeras mongolas buscando trabajo. Llamé a la mujer de los muebles. Cuando le expliqué de nuevo quién era, dijo que seguramente era una broma y colgó. Creí que era importante que el Señor de las Guerras estuviera cerca de alguien que entendiera la cultura de sus ancestros, alguien que supiera de manteca de yak y de yurtas, o así. Antes de que la semana terminara, logré contratar a una niñera filipina algo experimentada que no sabía nada de Mongolia y no hablaba inglés, pero indicaba, por sus enérgicos movimientos con la cabeza, que estaría dispuesta a enseñarle tagalo a mi niño, lo que pensé que podría ser de ayuda si es que decidía quedarse con nosotros, cosa que gracias a dios sí hizo. Se llama Ginjie, por cierto. De hecho a veces suena como Gini, así que yo le digo de ambas formas, intercalándolas, esperando a que se escuche más o menos bien. Ya es demasiado tarde para pedirle que lo aclare.

Le contesté a mi hijo: "Qué onda, ¿qué vas a hacer hoy".

No tuve que esperar mucho tiempo para que respondiera.

"Eh, creo que la niñera y yo vamos a vernos fijamente el uno al otro". ¡El niño es tan chistoso!

Le escribí: "Estoy en Dinamarca, creo".

"Espero que haga mucho, mucho frío".

"Te extraño".

"Ok, adiós".

Tengo un mensaje suyo de hace tiempo, un mensaje de voz. Yo acababa de perder mis guantes y estaba 99 por ciento seguro de que los había dejado en un lugar donde me gustaba ir a tomarme una cerveza. Dije que me gustaba. Es el restaurante al que me gustaba ir, un lugar italiano en Park Slope, en Brooklyn. Todavía como allí. Tienen un buen fetuccini Alfredo. En los días oscuros solía ir allá todas las noches, me sentaba en el bar, pedía una ensalada y algunas copas de Montepulciano. El barman (Eugene, que en paz descanse) sabía cómo llenarlas hasta el borde. Pero luego le hicieron una cirugía en el estómago y además hubo una noche en la que "alejé a los clientes" al "acercármeles a sus mesas" y "hacerles preguntas inapropiadas e indeseables". Pues perdón. No sabía que "¿Qué estás tomando?", "Creo que pediré lo mismo", "¿En serio están casados?", "¿Qué clase de jeans son esos?" eran preguntas inapropiadas. Como sea, entonces llamé a Ginjie y le dije si podía pasar al restaurante después de recoger al niño y recuperar mis guantes, pero sólo decía que no quería que le pagara con guantes. Así que esperé a la hora de la salida y llamé al Señor de las Guerras. Me mandó al buzón, como siempre (como padre no puedes tomártelo personal, todos los expertos dirán eso). Después recibí un mensaje suyo. Sólo quería informarme que habían ido por los guantes, y guardé ese mensajito porque suena muy tierno, muy seguro, y no sé, me pegó. Como sea, escuché el mensaje en aquel momento, en Dinamarca, mientras estaba sentado en el coche rentado.

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Foto por Camilo Rueda López vía Flickr.

***

No es fácil fumar y hacer una paja al mismo tiempo, pero puedo hacerlo si tengo que.

Su nombre era Østergaard. Un sesentón con la cara muy arrugada y, detrás de los anteojos, unos ojos muy amables. Estaba guapo y bronceado. Dejó un mingitorio de distancia entre él y yo, sacó su modesta dotación y jugó discretamente con ella. Ay, lector, debo decir que me decepcionó. Yo tenía mi paquete en la mano y lo frotaba discretamente. Me guiñó el ojo con sus largas pestañas pelirrojas. Encendí un cigarro e inhalé todo el humo hasta que me doliera. Por cierto, fumar en el baño es lo mejor. Había olvidado lo mucho que lo extrañaba. Hay ceniceros de diseños extraordinarios y de muy buen gusto dentro de los mingitorios. Y en los cubículos los ponen encima del dispensador de papel de baño, exactamente donde los necesitas. Empecé a pensar en formar una compañía de viajes y venderles a los fumadores estadunidenses paquetes caros y lujosos que los lleven a increíbles paseos por Jylland o a København, o a donde sea. Nos detendríamos en las mejores paradas y simplemente, ya sabes, fumaríamos. O, si no, también entraríamos al baño ya fumando porque ¿a quién le importa? A los daneses, no. A mí tampoco. Aquellos que quisieran recibir pajas podrían tenerlas, y si no, bueno, pues no habría problema. Mientras contemplaba cuánto dinero podría ganar (y también la posibilidad de hacerlo o si no tenía ya muchas cosas de las que preocuparme) vi que la puerta de un cubículo estaba entreabierta. La pared detrás estaba llena de grafitis "Chupo pitos", había escrito un hombre en danés. Ponía las horas en las que atendía. Pensé en el refresco que quiero comercializar. No tendría azúcar y sería cien por ciento natural. De jengibre, de limón, agua mineral. Estoy pensando en colaborar con la gente de la escuela de negocios local. Allá tienen un programa para empresarios y conozco a personas allí. Sólo debo llamarlos. El mercado de refrescos sin azúcar está creciendo. Empecé a verlo desde que tuve la idea hace varios años. Esto fue antes del té carbonatado. Yo tenía mi idea, pero no la había soltado. Pensaba en que si hubiera empezado a bailar desde joven, desde la primera vez que pensé en hacerlo, cuando mi amiga Hilary empezó a bailar y yo la visitaba en sus clases de ballet, ¿acaso podría haber sido un Baryshnikov? Luego me pregunté si tal vez Knausgård frecuentaba este mismo mingitorio ¿En serio era éste su lugar, como dicen? Todos los enunciados que le he leído siempre tienen un sello o estilo particular y entonces caí en cuenta de que si él escribiera en un cubículo de un baño público y pusiera sus horarios, lo pondría así: "Chupo pitos". Elegante, sin afectación, pero también real. Yo preguntaría cuándo nos reuniríamos para tomar algo.

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Østergaard hizo un ruido como de ladrido. Miré hacia arriba y me cayó en la cara. Fue la peor experiencia de todas.

***

Fui al baño. Había estado estreñido desde que salí de Estados Unidos, así que el resultado fue muy bueno. Me limpié todo y luego le bajé.

En lugar de que el agua desapareciera antes de que la taza se llenara de nuevo, ésta empezó a subir. La observé durante un rato. El nivel de agua no mostró señales de volver a bajar. Estaba tapado. Le bajé de nuevo, pensando que quizá eso incrementaría la presión. En lugar de eso, el agua se desbordó por ambos lados y se derramó en el piso. La sequé con un poco de papel de baño, puse el papel mojado en la basura y busqué alguna herramienta. Simplemente no iba a llamar a mi editor para preguntarle qué hacer.

Busqué en cada rincón pero no encontré nada que pudiera usar para quitar el tapón de heces y papel de baño que seguro estaba obstruyendo el drenaje. Más bien me enrollé una bolsa de plástico en el brazo y metí la mano en la helada agua que emanaba de la taza.

Mi brazo no llegaba lejos.

¿Qué tanta mala suerte puede tener alguien?

Eché la bolsa al bote, me lavé las manos con cuidado, cerré la puerta dejando todo el desmadre adentro y regresé a mi coche. Manejé unas 37 millas,5 luego di la vuelta y regresé. Sin embargo, en el baño la situación seguía igual.

Estuve allí parado un buen rato mientras me preguntaba si debería bajarle una vez más. Lo hice. Pero nada cambió. El agua volvió a brotar, se derramó del borde y por los lados. La sequé. Con papel de baño. El papel de baño de las estaciones danesas es lo que esperas: ni mejor ni peor. De nuevo busqué una herramienta adecuada, me quedé como pendejo durante un rato con un rollo de papel de baño; el rollo era muy grande para el drenaje ¿Pero y si lo rompía, o si lo doblaba como origami?

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Con un poco de esfuerzo pude manipular el rollo como si fuera una cobra. Ésta sería mi herramienta. Saqué otra bolsa de plástico de mi coche, le saqué la ropa sucia, me la enrollé en el brazo y, sosteniendo la cobra por la cola, esta vez intenté meter la mano más adentro del drenaje, sin éxito. Mi cobra se deshizo, quedó inservible.

No había nada más que hacer que llamarle a mi editor.

Después de todo, no era mi culpa.

Seguramente pasaba todo el tiempo.

Pero simplemente no podía hacerlo. Regresé a mi coche. Manejé unas 7.5 millas,6 luego di la vuelta y regresé. De nuevo, en el baño la situación seguía igual.

Me acosté en el frío piso del baño y seguí leyendo parte de la saga de KOK, el cuarto libro, creo, o el tercero, ya ni sé. Me quedé dormido y empecé a soñar. Estaba volando por todo Copenhague buscando a KOK. La Tierra y el Sol eran como son, excepto que alrededor de la Tierra orbitaban tres lunas idénticas. ¡Eran tan hermosas! Últimamente había estado yendo al museo. Me gusta una estatua en el ala egipcia. Creo que no es una pieza que la gente note. Mide tan sólo unos treinta centímetros. Es sólo un hombre con el brazo alrededor de los hombros de dos mujeres. No te diré cómo se llama, ya que el nombre será un buen título para mi libro que saldrá bajo el histórico sello W. W. Norton y Liverlight.7 Como sea, en mi sueño todos negaban la existencia de otras dos lunas. Yo veía a un chamán y le preguntaba qué hacer. Él me dijo que fuera con un siquiatra. Luego dijo: —Mejor ve a Rusia y encuentra a tal pintor con una pipa—. Luego dijo: —Olvídalo, ve y busca a Karl Ove —Karl, te encontré en aquel bar del centro. Estabas sentado junto a otro hombre. Yo aventé un bote de basura por la ventana e hice que se fracturara, pero no se rompió. Tú saliste y nos subimos al tren. Cuando llegamos a mi casa tuve que cargarte porque estabas vomitando en el piso. Yo pensaba: ¡Güey, mira, tres lunas! Luego todo se puso pornográfico y quisiste tener sexo conmigo y lo hicimos, pero luego dijiste: —Una luna, Mike—. Por alguna razón me decías Mike.

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4. Una vez almorcé con su papá, por si te interesa. [Editor: Revisar si esto pasó. ¿Quitar?]

5. Unos 60 kilómetros, idiota.

6. 12 kilómetros, cabroncito.

7. Estoy tan infinitamente agradecido y emocionado por lo que vendrá. Gracias a todos por su apoyo.


Cuando desperté revisé el baño de nuevo. Para este entonces como que se había arreglado solito; toda el agua se había drenado. Le bajé y la taza se llenó con agua fresca y limpia [Allen, esto parece como sacado del texto de Knausgård del Times, ¿no?].

Foto por Keenpress vía Getty Images.

***

El paisaje se mantuvo igual toda la mañana, arboleda tras arboleda creando sombras sobre la carretera llena de nieve, la cual se veía interrumpida por campos abiertos o pequeños pueblos que a veces eran poco más que filas de casas alumbradas por el sol a ambos lados del camino. En realidad estoy teniendo problemas de concentración [¿Otra vez algo de Knausgård?]. Parece que la lavadora de aquí va a explotar. Vibra y hace ruidos. Digo, aquí donde estoy escribiendo, en Misuri. Me estoy quedando en el nuevo dúplex de mi mamá. Ella viene regresando de California. Tomándose su dulce tiempo. Perdió su tarjeta de débito o algo así. No sé. Los de la mudanza llegaron la semana pasada con sus cajas. Eran tres. Le escribí: "¿Tres cajas? ¿Es todo? ¿Y lo muebles? ¿Sólo ropa de cama y la estatua y ese tapete?" y luego me dejó de hablar durante algunos días. Luego escribió: "Sip".

En lo que llega ando haciéndola de niñero de casas. Yo y el Señor de las Guerras. Como acampando. Le dije que estábamos acampando. Mi mamá nos tiene aquí sin pagar renta a cambio de que le oscurezcamos los pisos de la sala y el comedor. Ella vio una foto del búngalo de Stellan Skarsgård en Houzz y ahora quiere que su dúplex tenga el mismo look. Al primer brochazo de pintura, después de haber rentado una pulidora en Home Depot y todo eso para crear el look, le mandé una foto del piso y ella contestó: "Sabré que es negro hasta que no vea los tonos marrones". Luego me puso: "Puedo ver la textura". Puso: "¿Podrías ver este video?" Era del búngalo de Skarsgård. "Mira esos pisos", escribió "Hermosos".

Resultó que el único lugar donde puedes conseguir el sellador que Skarsgård usó para crear ese efecto tan devastador era una bodega encabronadamente lejos. El Señor de las Guerras y yo tomamos un Uber hacia allá. En el campo, el cielo estaba lleno de aves que creo que eran halcones. Tuve que pedirle al chofer que se detuviera para que pudiera mear. Nos detuvimos varias veces. Tengo que mear mucho. Últimamente, quiero decir. Me la paso meando todo el tiempo. Tal vez tenga una infección. Pfff. Esta mañana desperté con marcas de mordidas alrededor de la pretina de los pantalones. Estaban en línea recta. No sé No necesito más chinches. Justo antes de irnos de Nueva York, el Señor de las Guerras pasó la noche en el departamento de la mamá de Ginjie (es una larga historia de la que te salvas). Odiaba tener que culpar a Ginjie o a su madre, así que le mandé un mensaje: "¿Tienes chinches, Ginje? ¿O tu mamá o algo? Necesito saber". Ella me contestó: "Sí, señor, estoy disponible en el verano con el mismo horario y tarifas. Le deseo lo mejor, Ginjie". Mientras tanto, el Señor de las Guerras estaba en su celular mandando mensajes. —Mi abue dice que le hables cuando tengas el sellador —me dijo. Asentí mientras pensaba en todas las formas en las que Ginjie podía irse a chingar a su madre. De todos modos, el tipo en la bodega dijo que sólo vendían al mayoreo, pero que como me veía que estaba muy conmovido —en sus palabras— me ayudaría. Tan sólo necesitaba un galón.

Así que lo puse, hice una prueba, envié una foto. Aparecieron esos tres puntitos. Mamá escribió:"¿Cuántas capas?¿Le pusiste agua?" Regresé, volví a rentar la pulidora y compré algunos galones más de sellador. En este momento estoy esperando a que se seque la tercera capa. Tal vez son esos vapores… Le dije al Señor de las Guerras que jugara afuera, pero más bien bajó a lavar la ropa de cama de su abuela. Me preugntó: —¿Si no dónde va a dormir, papá? —Mi dulce niñito. Pero justo ahora me acabo de dar cuenta de algo importante: hacer un perfil de alguien no significa encontrar al sujeto ni hacerle preguntas. Tampoco lo es sentarte con él y comer juntos y luego disculparte a cada rato para ir al baño y hacer notas sobre cómo come. ¡Mierda, se trata de dar chaquetas gratis! Se trata del autor y todos los pequeños detalles que lo llevaron a su última pelea con el editor, cuando Ramsés sugiere que yo, Allen Pearl, soy un flojo que sólo tuvo un éxito y luego yo sugiero que Ramsés es un idiota sin talento con un saco de diez dólares,8 y que luego nos emputemos. El autor se queja con su mamá o con su hijo. Ramsés se queja con un amigo editor en alguna fiesta o tal vez en el Scratches (que, por cierto, ¡construyó Allen Pearl, perras!, estúpidas perras, Allen Pearl hizo ese bar; si no fuera por Weird Stevie y Allen Pearl, ustedes estarían chupando en, no sé, otro bar). Los días pasan. El texto se va a la imprenta.

[Allen, ¿por qué no mejor quitamos esto último y lo reemplazamos con algo como que llamas a tu hijo del aeropuerto y te manda al buzón? No es la gran cosa, es lo que los niños hacen. Te vas al bar del aeropuerto y te tomas un par de tragos. De repente estás mensajéandote con King Tut y aunque sabes que no deberías hacerlo, lo haces. Él está como: "Mándame una foto sexy" Y tú así de: "Pensé que ya no haríamos eso". "Por fa", dice Luego tal vez puedas relacionarlo a los orígenes de la literatura escandinava, algo sobre la tradición oral, pero en tus propias palabras. Digo, ya perdimos este tipo de narraciones, en Estados Unidos. Digo, ¿a poco no? ¿Esa intimidad y cotidianeidad? y es por eso que Knausgård es único… luego quizá algo de los smartphones para cerrar. Cambio y fuera].


8. Ah, ese pinche saco.