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VICE Sports

El fut no es el opio (bueno fuera)

Es de lo más incomprensible que, en la tele, las conversaciones y la prensa, se sigan refiriendo al fut como un juego.

Es de lo más incomprensible que, en la tele, las conversaciones y la prensa, se sigan refiriendo al fut como un juego. Hasta donde sé, un juego es una actividad recreativa y reglamentada, que tiene como fin más importante el solo hecho de practicarlo (y el intento de ganar, claro, pero el caldo es parte de la sopa). Puede que tenga otros fines, como el educativo, pero son laterales o secundarios. No creo que a los jugadores, metidos en una chamba que les engorda la chequera por millones de dólares al año y que puede ocasionarles una crucifixión mediática si no se aplican, salir a la cancha les parezca un juego. (Y no es meramente un deporte, por cierto. No están ahí sólo para ejercitarse).

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Tampoco se puede decir que los burócratas y empresarios del futbol estén jugando. Aunque podríamos decir que el poder económico y político está sobre el tablero, pero en ese caso el juego transcurre en la Bolsa de Valores, no sobre el pasto. Además, ellos ven los pelotazos a su manera muy particular, desde su torre de Sauron. Así como alguien dijo una vez (y se repitió tanto, que ya me resulta imposible recordar de dónde salió la frase) que los empresarios no tienen ideas ni convicciones, sino intereses, de igual forma no creo que los que tienen las canicas puestas en el fut le "vayan" a un equipo, ni que estén al pendiente del marcador por razones que tengan remotamente que ver con las de un aficionado promedio. Y de los funcionarios de los organismos futboleros, puede que varios tengan alguna preferencia secreta por uno de los contrincantes en un partido cualquiera, pero me inclino más a creer que en general les vale pito el resultado. Tal como los empresarios y burócratas (la frontera entre las dos categorías es de lo más frágil) de la religión, como Norberto Rivera por ejemplo, seguramente no pueden creer en Dios, porque se trata de una idea que les estorbaría para repartir lana, puestos eclesiásticos, bendiciones millonarias y pasaportes falsos para pederastas.

Luego están (estamos) los demás: millones de personas que ven los partidos, casi siempre por tele, y para quienes, con rigor, tampoco es un juego,  porque no participan de él. Tienen (tenemos) que limitarse a verlo y en ese sentido, se trata de un espectáculo. Y de uno bastante particular, por la profundidad con la que se involucran en él. Quiero decir que no es tan probable que alguien se agarre a madrazos por defender el talento de Chespirito o la heterosexualidad (quimérica) de Alejandro Fernández, como que lo haga por llevar a sus últimas consecuencias el argumento de que el penal que le metieron al América no era legítimo.

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Esta entrega, que con gran frecuencia es prerreflexiva ("pasión", le dicen; la reflexión tiene lugar como apoyo de una decisión que se tomó previamente: defender a un equipo) y chingonamente intensa, es usada por muchos como argumento para sostener que el fut es, sobre todo, un arma política y mediática para "desactivar" la resistencia de la población en el plano político. Se trata de otra categoría de las formas de relacionarse con el fut, en la que no caen los jugadores, los empresarios y burócratas, ni los aficionados, ni quienes sienten más bien indiferencia ante él (casi me cuento ahí, aunque a ratos no tanto, como en estos días: el mundial es cabrón), sino quienes lo odian, poquito o mucho. En este caso, quienes lo odian por razones políticas.

Es difícil negar que a veces ("a veces", dije. Y sólo en ciertos aspectos, así que aguanten) se hace un uso político del fut. Para hablar de lo que sucede esta temporada, la selección nacional (dicen que se tiene que poner en mayúsculas, pero como que no mamen) es, al menos por ahora, más popular que coger. Si Peña Nieto se toma la foto con ellos…

…no es porque los de la verde (camiseta) le fueran a pedir un autógrafo al presi y a que les deseara suerte. Tampoco fue una pura ocurrencia que, después del juego partevergas que dio Ochoa en el partido contra Brasil, el mismo Quique (su "joven de cuentas", pues) saliera a tuitearle elogios, para ver si se le pegaba tantito carisma, o que use actualmente una foto con El Tri como avatar. (Dije "El Tri". Por si gustas demandarme, Chela Lora).

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Se necesitan mayores acrobacias discursivas para justificar la tesis de que el mundial es usado como anestesia mientras los senadores aprueban las leyes secundarias de la reforma energética, aunque tampoco hay que dar un triple salto mortal. El hecho es que el calendario de las dos cosas (partidos y sesiones para aprobar las leyes secundarias) coincide y hasta ahora, las segundas van sucediendo sin problemas. Sin problemas para los senadores, en todo caso, porque para buena parte del resto, puede que se anuncien broncas más espesas que el engrudo, como la pretensión de expropiar terrenos para su explotación a manos de empresas del ramo energético. Es muy probable que esa coincidencia de fechas haya sido intencional. Que sea decisiva para "domesticar" a la oposición es mucho más difícil de sostener.

Lo que al parecer pasan por alto los detractores del fut como espectáculo (que lo llaman el nuevo "opio del pueblo"; aunque estaría más padre que en lugar de deportes televisados se tratara de opio-opio, pero bueno, es sólo la opinión de una ciudadana) es que con o sin fut, no ha habido una oposición organizada a las reformas que hasta ahora ha metido el PRI como con barrenadora. El año pasado me di una vuelta al Senado, cuando supuestamente se debería haber dejado ir la banda como en la Toma de la Bastilla, durante la discusión de las leyes primarias, y el asunto estaba de lo más triste. Los ánimos estaban más abajo que en un concierto de un cuarteto de cuerdas en el INAPAM, y había(mos) como tres gatos. Y sin mundial, a todo esto.

Y para mayores muestras de que el activismo político no está peleado con el peloteo, hay que volver a traer al tema el ejemplo más choteado: cómo un país que no reniega de ser el más futbolero del planeta, anfitrión del torneo que se está jugando, sale a la calle también, aprovechando la atención que los medios extranjeros le ponen al país por estos días. Al menos hasta ahora, las protestas no han implicado disrupciones en el calendario de juego, pero los manifestantes han tenido varias victorias. Entre otras, el aumento al salario de los transportistas, que amenazaban con parar el metro en Sao Paulo y Rio de Janeiro durante los días del mundial.

Además, hay por lo menos un ejemplo, chingón por cierto, de cómo en México se tomó la oportunidad que supuso el juego de ayer para llevar a cabo una rebelión. Esto fue en el bote de Cancún, donde los reos se amotinaron para exigir que mandaran al orto al director del penal, mientras los custodios se la jalaban con las atajadas de Ochoa. Es decir, que sí se puede.

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