Salud Mental

Cómo el acaparamiento compulsivo de mi madre afectó a mi infancia

“La comida podrida era algo normal en casa... En los primeros recuerdos que tengo había mucho desorden".
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“Crecí no solo rodeada de acaparadores compulsivos sino también entre mugre y suciedad”, cuenta Ceci Garret cuando pregunto por su infancia. “La comida podrida era algo normal en casa. Cuando estaba en el instituto, teníamos animales en casa así que a eso añade las heces y la orina”.

Ceci pasó creció en una casa a las afueras de Washington DC con su madre, que sufría el síndrome del acaparador compulsivo, además de bipolaridad y un trastorno límite de la personalidad. La infancia de Ceci fue dura. Ella cuenta que tenía que moverse entre el salón y el comedor de su casa pasando por pasillos estrechos entre montañas de objetos. Desde la cama, podía ver el baúl de los juguetes y el escritorio, pero el espacio entremedias estaba tan abarrotado que no podía llegar hasta ellos. Tenía tan solo un metro cuadrado libre donde podía sentarse y jugar. Cuando los electrodomésticos se rompían, no se arreglaban o cambiaban, y la cocina al final se convirtió en un espacio de almacenamiento más.

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“Solíamos ir a restaurantes de comida rápida, ya fuese para comer allí o para llevar”, explica. “Nunca cocinábamos en casa… Obviamente, nunca invitaba a mis amigos”.

“En los primeros recuerdos que tengo había mucho desorden”, continua. “Más o menos me di cuenta en esa edad que las niñas empiezan a invitar a los amigos a casa por su cumpleaños y a fiestas de pijamas”.

Ceci era consciente de que su situación no era normal, pero le llevó décadas entender y poner nombre a lo que había experimentado siendo niña con una madre con un síndrome del acaparador compulsivo. Ceci ahora tiene 43 años y se pasa la mayor parte del tiempo tratando de entender este trastorno. Está haciendo un máster en Trabajo Social Clínico; ha salido en el programa de televisión Lo guardo por si acaso dos veces con su madre; y ha dado una charla de Tedx Talk llamada Hoarding as a Mental Health Issue [El acaparamiento como problema de salud mental].

El síndrome del acaparador compulsivo se recoge como una enfermedad en el DSM-5 ( Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales) desde el 2013, lo cual es bastante reciente. Explicado de forma sencilla, el síndrome supone la inhabilidad de deshacerse de cosas, lo que lleva a vivir en un espacio disfuncional. Los acaparadores compulsivos no son necesariamente sucios, de hecho, en algunas ocasiones, son muy limpios y pulcros, pero el acaparamiento prolongado puede llevar al síndrome de Diógenes, que es cuando la casa se vuelve antihigiénica.

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Ceci empezó a pasarlo mal siendo una adolescente, cuando contrajo la mononucleosis infecciosa. Dejó de ir al colegio y tuvo que quedarse con su madre entre la suciedad que reinaba en la casa. Recuerda que durante ese tiempo se cayó por las escaleras, y nos explica que en realidad fue “un intento secreto de cometer suicidio”.

“Había unas escaleras que bajaban directamente desde mi habitación en el ático y pensé: ‘Puedo acabar con todo, ya no tengo porque lidiar con esto’. E intenté tirarme hacia abajo, lo cual me dejó las costillas magulladas y tuve que ir a Emergencias, pero obviamente la situación no mejoró”.

Llegó una ambulancia con una camilla y Ceci recuerda que el equipo médico no pudo hacerse paso entre todos los objetos. Tuvieron que poner la camilla en vertical para poder sacarla del edificio. Esto fue en los 90, mucho antes de que este trastorno fuera reconocido como una enfermedad de salud mental, lo cual podría explicar por qué el médico que la trató no informó a los Servicios Sociales de las condiciones en las que vivía Ceci. Ella ahora sabe que debería haberlo hecho.

La Dra. Jan Eppingstall de Melbourne lleva estudiando el síndrome del acaparador compulsivo desde hace siete años. Según ella, esta enfermedad cada vez afecta a más personas, sobre todo mayores, y la sufren entre un dos y un cinco por ciento de la población.

“Es un trastorno crónico y empeora poco a poco con el tiempo”, dice la Dra. Eppingstall. “No creo que la psicopatología cambie necesariamente con el tiempo, creo que está subyacente, pero el volumen de cosas sigue creciendo y creciendo”.

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“Quizás sientan alguna responsabilidad para con el objeto”, continua. “Puede que crean que son completamente responsables del uso del producto o el objeto hasta que se gaste. O utilizar el champú hasta la última gota, como si fuera su responsabilidad”.

Estos comportamientos son normales o, al menos, comunes en muchas personas, así que quiero saber cuál es el límite entre un comportamiento normal y el síndrome.

“Ahí es donde la cosa se pone difícil”, dice. “El límite es físico, cuando no te puedes mover por la casa cómodamente y con seguridad, cuando no puedes usar las habitaciones para lo que se supone que son y faltas al trabajo, o el resto de la gente que vive en la casa, niños o padres mayores, no pueden hacer su vida normal”.

Ahora, más que nunca, vivimos en una sociedad consumidora, lo cual ha afectado y mucho a los acaparadores. La facilidad de comprar por internet en plataformas como Amazon, Facebook, Wallapop y eBay puede ser un desencadenante para los acumuladores.

“Los algoritmos se aprovechan de eso”, dice la Dra. Eppingstall. “Saben quién está mirando esos sitios web y muestran el anuncio. Se vuelve mucho más difícil controlar los impulsos. Piensan, ¿Y si me pierdo algo especial? Solo está a ese precio hasta dentro de dos días, mejor comprarlo. Y Amazon se lo trae a la puerta de casa”.

Ceci se siente identificada con esto. “Íbamos a comprar casi todos los día cuando era pequeña e incluso en la adolescencia. Ahora es algo cultural. ¿Cómo se llama? Terapia de compras”. Pero ella tiene mucho cuidado de no caer en la tentación de comprar como mecanismo de defensa, y dice: “No quiero ser ese tipo de persona que va a comprar cada vez tiene un mal día”.

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El proceso de recuperación de Ceci ha sido largo. Se casó y mudó cuando tenía 18 años, dos meses después de graduarse del colegio. Después empezó a ir a psicoterapia y se embarcó en un viaje de recuperación personal. Entre 2009 y 2012, estudió en la universidad y dice que leyó todos los artículos académicos que existían sobre el síndrome. También, se puso en contacto con otros hijos ya adultos de acaparadores, lo cual fue un descubrimiento importante.

“Toda la vida, he creído ser la única que creció así, pero no lo soy. Y ha sido realmente horrible y doloroso, ¿pero y si puedo sacar algo bueno de todo esto?”, cuenta.

Describe el punto de inflexión en su recuperación: “Se trata de tomar la decisión adecuada: No puedo controlar a mi madre, no puedo hacer que mi madre sea mejor, pero no tengo por qué dejar que sus elecciones me sigan controlando. Ahora, soy adulta. Puedo tomar decisiones extremadamente difíciles para mejorar”.

Ceci ahora tiene 43 años, una familia y trabaja como gerente de oficina en una organización de salud mental. Le pregunto si existe algún comportamiento residual de su infancia. ¿Alguna vez acapara objetos, o se ha convertido en una minimalista acérrima?

“No diría que soy una minimalista acérrima, pero siempre pienso dos veces cuando voy a comprar algo. Soy más de deshacerme de cosas, donar o regalar que la mayoría de la gente”, dice. Si mi escritorio está empantanado, incluso en el trabajo, por lo general, lo organizo todo en pilas. Si se desorganiza, tengo que parar y colocarlo o no puedo continuar. Dejo de funcionar”.

Ahora, Ceci hace todo lo posible por educar a las agencias y a las instituciones en el síndrome del acaparador y los efectos que tiene en los niños que viven en hogares como en el que ella creció. “Mi deseo para el futuro es mostrar a las agencias de protección de menores lo que es y no es el acaparamiento y el impacto que tiene en los niños”, dice.

“Estábamos aisladas. Mis padres no reconocían que tenían un problema y nos habían enseñado desde pequeños que nosotros éramos el problema, y no las cosas o nuestros padres”.