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El número de la farándula

La rumana que puso voz a Chuck Norris

Irina Margareta Nistor tiene la voz más reconocible de Rumanía, desde 1986 hasta el hundimiento del régimen comunista dobló más de 5.000 películas

Irina Margareta Nistor, de 54 años, tiene la voz más reconocible de Rumanía. Desde 1986 hasta el hundimiento del régimen comunista dobló más de 5.000 películas, principalmente películas de Hollywood que entraban de contrabando en el país. Le ha puesto voz a todo el mundo, desde Jesús y Bruce Lee hasta Baloo, de El libro de la selva. En los años 90 se convirtió en una crítica de cine muy conocida, y hace poco se unió al director Ilinca Călugăreanu para rodar un documental sobre las películas ilegales a las que puso voz. La llamamos para preguntarle sobre su carrera como dobladora, esperando que sonase como el mayor Scott McCoy.

VICE: ¿Cómo terminaste doblando películas de Hollywood prohibidas?
Irina Margareta Nistor: Ya trabajaba traduciendo películas para la televisión del estado. Tenían un comité que decidía qué películas podían emitirse y cuáles no: escenas de amor, curas, mucha comida, piscinas, etcétera. ¿Cómo pasaste de eso a doblar películas ilegales?
En 1985, un bombero que trabajaba en la estación me preguntó si estaba interesada en ver unas películas en vídeo. No tenía ni idea de quién era, ni siquiera sabía qué eran las cintas VHS. Nosotros trabajábamos con Betamax. Por supuesto dije que sí, porque era la única oportunidad de ver películas nuevas. Me llevó a la casa de un tipo llamado Zamfir, quien me hizo una prueba de doblaje con Doctor Zhivago. Por suerte ya la había visto, no como el otro 99% de las películas que tuve que traducir. ¿Cómo era un día típico de trabajo?
Me llamaban cuando llegaba un envío. Las cintas tenían que traducirse y ser entregadas rápidamente. Doblaba seis o siete películas al día, todas seguidas en un estudio improvisado en el sótano de Zamfir, que constaba de dos VCR, un micro y una tele. Cuando me tocaba doblar dibujos animados, sus dos hijos se sentaban en mi regazo. ¿Quién veía las películas que doblabas?
Los que podían permitirse comprar un vídeo. Nosotros no teníamos, así que mis padres me escucharon por primera vez después de la revolución. Alguna gente vendía su casa o su coche para comprarse un vídeo. Los políticos solían tener esos aparatos, y necesitaban que alguien doblara las películas porque no conocían los idiomas extranjeros. Poco a poco permitieron lo que hacíamos. Si alguien tenía un vídeo, su casa se convertía en un cine para los vecinos. Vendían entradas y pipas de girasol. No teníamos palomitas.