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Música

Fuimos a la cata de vinos de Devo

Gerald Casale, del grupo Devo, ha lanzado su propia marca de vinos. Hablamos con él en su casa sobre su nuevo negocio.

Fotos por Chelsea Lauren

El alcohol y la música van de la mano, por lo que la evolución natural para muchos rockeros cuando se hacen mayores es convertirse en enófilos. Gerald Casale, del grupo Devo, es un buen ejemplo de ello, pero llevado al extremo: hace poco ha lanzado su propia marca de vinos, 50 By 50.

Como cabía esperar de una estrella del rock, el miércoles pasado Casale organizó una fiesta en Hollywood Hills para celebrar el nacimiento de su nuevo vino. Unas vistas espectaculares de Los Ángeles, beaucoup de platos de queso y pan y beaucoup de mujeres bonitas enfundadas en breves vestidos negros: este fue el entorno en que Casale presentó su Pinot Noir y su otro caldo rosado.

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Antes de la cata de vinos, charlé con Casale en su casa de 1936 sobre su nuevo negocio. A pesar de sus 66 años, sigue haciendo gala de esa irreverencia tan característica de la música de Devo a lo largo de toda su carrera. Además, el hombre sabe muchísimo de vinos. Hablamos sobre la industria del vino toscano punk rock, los descabellados planes de Casale para su nueva gira y los motivos por los que Miley Cyrus está triunfando.

Noisey: ¿Cómo son los preparativos para una cata de vinos en comparación con los de un concierto?

Gerald:Mucho menos trabajosos (risas).

He visto por aquí los sombreros de Devo.

Usamos los sombreros como escupideras. En las catas, la gente prueba los vinos y dice “este no me gusta”. La verdad es que son las escupideras más estilosas que he visto en mi vida. Hay algo de art déco en ellas, así que son ideales para una casa de Richard Neutra construida en 1936.

¿Cómo empezó lo de crear 50 By 50? ¿Siempre has sido un enófilo?

No siempre. Empecé a serlo la primera vez que probé un buen vino. Tuve una revelación.

¿Qué vino era?

En la Universidad Estatal de Kent conocí a un grupo de estudiantes de Nueva York. A diferencia de mí, ellos sabían algo de vinos. Así que reunieron dinero y compraron una botella de Chateau Lafite Rothschild, un Burdeos.

¿Qué edad tenías?

Tenía 20 años y fue una pasada probar un vino bueno.

¿Cuáles han sido tus paraísos del vino a lo largo de los años?

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Italia fue uno de los primeros, concretamente la Toscana. Empecé a probar los Brunellos y los supervinos toscanos con los que todos los enólogos empezaban a experimentar en aquella época. Estaban rompiendo las reglas y cabreando a la gran mayoría de los enólogos. Usaban variedades francesas. Cogían, por ejemplo, Cabernet Sauvignon y merlot y las mezclaban con Sangioevse, de la Toscana, y eso no está bien. ¿Qué ocurre, entonces? Que acaban creando algunos de los mejores vinos de Italia y, actualmente, los más caros del mundo.

Así que, como músico y como enólogo, siempre has tendido a transgredir la norma, ¿no?

Supongo, pero no por rebeldía, sino movido por el interés. Quería saber por qué había tanto revuelo al respecto, así que lo probé. Y sabía muy bien. Para saber si algo está bueno, hay que probarlo. No basta con que una banda sea rebelde. Si además de rebeldes son buenos, ya vamos por buen camino.

¿Mezclas ambos mundos o los mantienes separados?

Son dos mundos totalmente independientes. Es cierto que hay alguna conexión y, si todavía no existen, pronto se escribirán libros sobre músicos a los que les sedujo el mundo del vino. Yo conozco a Maynard [James Keenan], de Tool. Él se lo toma en serio, está fabricando su propio vino. La música y el vino tienen mucho en común; cada vez que bebes una botella de vino —incluso siendo del mismo productor, el mismo tipo y de la misma marca— es diferente. Cada vez que subes al escenario, tocas la misma canción, es diferente, es un ritual. Te sientas a cenar con amigos y todos bebéis el mismo vino, pero cada uno experimenta algo distinto. Lo mismo pasa con un concierto. La música tiene un componente científico, artesanal, pero también de intuición y experimentación, al igual que ocurre con la elaboración del vino. Tiene un poco de agricultura, de ciencia y de puro talento antidemocrático.

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¿Qué probabilidad hay de que veamos una fiesta del vino Devo?

(Se parte de risa)Si dependiera de mí, lo haríamos.

Dime tres o cuatro a las que invitarías a una fiesta del vino Devo.

Uno tendría que ser Maynard con Puscifer, porque es más raro y más puramente artístico y experimental. Fue muy divertido beber vino con Maynard. Lo hicimos en el Palace Kitchen, en Seattle. Esos chicos son grandes aficionados, y el guitarrista tiene una bodega increíble. Realmente lo disfrutan.

¿Qué perspectivas tenéis musicalmente?

La semana que viene empezamos a ensayar para el “Hardcore Tour”, en el que tocaremos temas que no interpretamos desde hace 35 años. Son las canciones que compusimos en un sótano en Akron, básicamente. Entre 1974 y 1977 escribimos como 35 o 40 temas que nunca llegaron a comercializarse. Durante los ochenta, Ryko sacó las canciones en discos de cuatro temas, que estuvieron a la venta durante seis meses y luego desaparecieron (eran ediciones limitadas). Volvimos a lanzarlas con Superior Viaduct. Eran tan locas, extrañas y absurdas, y tan experimental y políticamente incorrectas que pensamos, “esto supone un giro de 180 grados respecto a una carrera impoluta”.

Cuando mi hermano [Bob] murió, hubo una explosión espiritual y mucho malestar, y pensamos, “toquemos los temas que nadie nos ha oído tocar, los que hacíamos en el sótano cuando éramos como los White Stripes o los Black Keys —muy básicos, minimalistas, raros y experimentales—. Toquémoslos delante del público”. Eso nos obligará a mirarnos al espejo y vernos a nosotros mismos cuando éramos inocentes. Y probablemente a la gente no le gustará. Quizá recibiremos el mismo rechazo que cuando las tocamos en aquella época.

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Cuando echáis la vista atrás a vuestra primera etapa, lo hacéis desde una nueva perspectiva y, a menudo, con un criterio muy distinto de lo que funcionaba y lo que no. ¿Cuáles de los primeros temas siguen siendo válidos para vosotros?

Devo se mueve en el ámbito de lo infantil y lo insensato. Lo admitimos. Nunca nos ha avergonzado reconocerlo. Me molesta la gente que de repente intenta madurar y ser seria, no confío en ella. Las canciones que siguen funcionando son, sin duda, “Oh No” y “Be Stiff”, que creo que por entonces aparecía en una cara B. Otra es “Mechanical Man” y una que se llama “The Fountain of Filth”, que probablemente nos llevó a “Jocko Homo”, aunque creo que se trata de un manifiesto, al igual que “Jocko Homo”.

Dices que no confías en la gente que madura…

Y se vuelven moralistas conscientes de sí mismos.

Yo creo que ese es uno de los grandes problemas de la música hoy día, que la gente no sabe divertirse. ¿Qué artistas del panorama actual crees que son merecedores de llevar el sombrero Devo?

Bueno, no se puede decir que Miley Cyrus no se lo esté pasando bien, y creo que el gorro le sentaría mejor que a ninguno de nosotros. Me encantaría verla con el sombrero Devo y nada más puesto. Me reí mucho con ella, con todo el escándalo con Robin Thicke y la gala de premios. Creo que ella fue el único momento memorable de aquella gala. Robin Thicke es tan tonto. Me encanta lo que Miley le hizo.

Resulta interesante, porque cuesta pensar en un grupo de rock que merezca llevar los sombreros.

Es lo que estoy intentando pensar, en un grupo. En eso pensaba. Hubo un tiempo en que habría dicho LCD Soundsystem porque me gustaban mucho al principio y en directo suenan genial. Me encantaban en 2007. Pero no he vuelto a ver nada parecido desde entonces. También me gustaban Franz Ferdinand en sus comienzos, y los Arctic Monkeys.

Sigue a Steve Baltin en Twitter - @SBaltin