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Furia travesti

Entiéndanlo: las trans nacimos con pene, pero nunca hemos sido hombres

OPINIÓN | La sociedad se niega a reconocer lo evidente: que las mujeres trans somos mujeres.
Fotograma Señorita María, la falda de la montaña | Still vía YouTube

En una conferencia en internet una reconocida feminista nigeriana, Chimamanda Ngozi Adichie, hablaba de "el peligro de la única historia". Allí se refería a lo dañino de tener una única historia y de no poder contrastar diferentes versiones para tener varias piezas del rompecabezas. En la conferencia, explicó que cuando se fue a estudiar a Estados Unidos la gente sentía lástima por ella y que la trataban con una actitud condescendiente, aún antes de conocerla. Por ejemplo, su compañera de cuarto asumía que ella no sabía cómo manejar una estufa. Luego, Adichie se dio cuenta de que a su compañera de cuarto sólo le habían contado una historia sobre África: la del continente con paisajes lindos y animales salvajes, pero con gente irracional que se moría de SIDA y de pobreza, un lugar lleno de guerras y de personas incapaces de hablar por ellas mismas, siempre a la espera del rescate.

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En esa única historia, los africanos no se parecían en nada a su compañera de cuarto. No era una imagen con la que ella, Adichie, se sintiera identificada. Del lado de su compañera, los africanos no podían verse como iguales, sino como víctimas que siempre estaban en un lugar peor que el de ella. Sólo podía sentir lástima por ellos. Adichie advierte que esto puede evitarse si hay un equilibrio entre las versiones que se cuentan desde afuera y desde adentro, y entre las versiones positivas y las negativas. Termina su conferencia diciendo que "cuando nos damos cuenta de que existe más de una historia y cuando nos damos cuenta de que nunca hay una única historia sobre ningún lugar, recuperamos una suerte de paraíso".

Las mujeres trans también tienen una "única historia" que ha sido predominante en los medios de comunicación, en la televisión, en el cine, e inclusive dentro de algunos sectores del feminismo. Dice esa historia que las mujeres trans son "mujeres atrapadas en cuerpos de hombres", que son personas que "nacen hombres" pero que "quieren ser" o "convertirse" en mujeres. Para Lohanna Berkins, una activista trans argentina, estas versiones constituyen insultos que "remiten a las travestis a un supuesto origen biológico masculino", impugnando "nuestras posibilidades de existir en nuestros propios términos".

A pesar de que en el mundo cada vez hay más personas trans visibles intentando cambiar estas narrativas por otras versiones, esa "única historia" sigue vigente. En Colombia, hay dos ejemplos recientes y bastante agridulces: el documental sobre la Señorita María de Rubén Mendoza, donde se cuenta la historia de una mujer trans campesina en Colombia; y el reciente documental de VICE Colombia Transamázonicas: las reinas de la selva, sobre el reinado de unas mujeres trans indígenas en el Amazonas. Son dulces porque tanto VICE Colombia como Rubén Mendoza tuvieron en cuenta a mujeres trans indígenas y campesinas, y miraron a donde el movimiento LGBT y los movimientos trans urbanos no hemos querido mirar. También es dulce porque las historias predominantes en los medios de comunicación son sobre mujeres trans que han tenido privilegios de clase y raza, y estos documentales son importantes para que no se nos olvide que la mayoría de las mujeres trans viven en los márgenes.

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Pero son agrios porque en las preguntas que hacen reproducen esa única historia. La primera pregunta del director a la señorita María es "¿Usted qué siente al haber nacido en el cuerpo de un hombre?" y más tarde le recuerda que "Dios no es cirujano". Por su parte, la presentadora de VICE Colombia le pregunta a su entrevistada "¿La gente cómo se comporta cuando ve a un hombre maquillado?". Por supuesto que son errores bienintencionados, pero eso no los hace menos prejuiciosos, menos dañinos o menos reproductores de esa historia que se niega a reconocer lo evidente: que las mujeres trans somos mujeres.

Hace unos días la misma Chimamanda Adichie, en una entrevista para 4 News, repitió esa única historia. Dijo que las mujeres trans nacían hombres y que por eso no eran equiparables a las mujeres que no eran trans. Agregó que cuando la gente se preguntaba si las mujeres trans eran mujeres ella sentía que "las mujeres trans eran mujeres trans". Señaló que el problema del género era sobre cómo nos trataba el mundo y no sobre "cómo llevamos nuestro cabello o si tenemos una vagina o un pene". Indicó que no se podía equiparar la experiencia de una mujer que había "vivido desde su inicio en el mundo como una mujer" y que no había "tenido los privilegios que los hombres sí han tenido", con la experiencia de una mujer trans. Días más tarde clarificó su entrevista y dijo que: "una mujer trans es una persona que nace hombre y una persona que, antes de transicionar, era tratada como hombre por el mundo".

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Las preguntas de los entrevistadores y la respuesta de Chimamanda tienen su origen en varios prejuicios, entre ellos, pensar que los genitales determinan el sexo de las personas, creer que el pene es masculino y que la vulva es femenina o que la gente nace hombre o mujer. Estos prejuicios dan origen a la forma en la que cuentan el inicio de nuestras historias: nacieron hombres. En nuestra "única historia" hay que cambiar muchas cosas, pero lo que peor cuentan es el inicio. Tal vez ni los realizadores de los documentales ni Chimamanda han escuchado la versión de los movimientos trans sobre su propia historia.

¿Cuál sería la historia de las personas trans si se atrevieran a escuchar otras definiciones más creativas y menos simplistas sobre qué significa ser trans? Como la de Susan Stryker, autora del libro Historia Trans: "es moverse cruzando un límite socialmente impuesto desde un punto de partida no escogido". Quizás cambiarían de opinión sobre nuestros puntos de partida y sobre aquello que cruzamos. No creerían que el inicio de nuestras historias es incontrovertible. No pensarían que nuestros cambios en el cuerpo son producto de un deseo caprichoso desde un punto de partida cómodo y fácil. Las mujeres trans que deciden tomar hormonas u operarse, lo hacen porque son mujeres, no porque quieran serlo. En ese sentido, las personas trans no somos hombres que nos convertimos en mujeres, somos mujeres con puntos de partida no escogidos determinados por nuestros genitales y el prejuicio que existe sobre ellos. Eso quiere decir que somos mujeres antes de tomar hormonas o de operarnos y aún si no queremos operarnos porque ser mujer no se limita a la forma con la que nace el cuerpo. Estar en esos puntos de partida no escogidos es una imposición que nos encadena desde que nacemos y no una especie de privilegio como lo propone Adichie.

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De pronto nos ha faltado decir más duro —o con mayor claridad— que cuando a la gente la clasifican en un sexo cuando nace, es porque culturalmente nos hemos equivocado al asumir que los genitales determinan el sexo de todo el mundo, sin excepciones. Quizás no hemos escuchado suficiente a las personas trans cuando dicen que la experiencia de haber sido clasificadas con un sexo con el que no se identifican ha sido un error traumático. Tocará repetir hasta más allá del cansancio que: el sexo es una categoría utilizada para hacer clasificaciones, que es diferente a lo que la gente tiene entre las piernas porque eso no se llama sexo sino genitales, y que si bien la mayoría de las veces parecería que hay una correspondencia entre los genitales y el sexo con el que se identifica la persona, las historias de las personas trans nos han enseñado que esa correspondencia no era tan fija como pensábamos. El peligro de creer que los genitales determinan el sexo, es que las personas trans sean infelices y presas de una historia que otros escribieron por ellas.


Lea la respuesta de Rubén Mendoza, director de Señorita María, la falda de la montaña:


* Este es un espacio de opinión. No representa la visión de Vice Media Inc.