J Balvin como tienes que escucharlo

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Música

J Balvin como tienes que escucharlo

Como muchos de mis colegas, tenía un prejuicio hacia la música del colombiano. Pero fui a su concierto sold out en el Auditorio Nacional y cambié de parecer.

Todas las fotos cortesía de Universal Music.

¿Te ha pasado que escuchas la música grabada de un artista y no te llega tanto como cuando lo ves en vivo? Seguro que sí.

A mí me pasa frecuentemente. La última vez fue la noche de este 21 de octubre, en el concierto de J Balvin en el Auditorio Nacional de la Ciudad de México.

Nada como salirte de tu zona de confort

Cuando me llegó la invitación para acudir a la presentación de J Balvin en el Auditorio, lo primero que me vino a la mente fue una publicación que hicieron justamente aquí en Noisey, en la que aseguraban que el último disco del colombiano Energía, fue uno de los mejores de 2016.

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Por supuesto, no suelo caer en esas trampas tan fácil, pero me pareció que hacía falta tener pantalones para asegurar algo así, sobre todo desde un medio dirigido más a seguidores del rock indie y géneros similares, además de que la cascada de comentarios de indignación que provocó dicha publicación, me hizo preguntarme por enésima vez: ¿Qué les pasa a los rockeros, que se irritan tan fácilmente?

Me di a la tarea de escuchar el disco mencionado, así como las producciones anteriores de Balvin, y aunque no encontré la razón de tanto furor mediático –el colombiano tiene decenas de millones de seguidores en sus redes sociales y en algunos casos cientos de millones de reproducciones de su música–, tampoco vi la razón de tanto enojo contra él. Eso sí, algo me decía que tenía que investigar más.

Así que me lancé al recital, acompañado de alguien que sabe más que yo del tema (gracias, Nanzi) para tratar de averiguar por qué tanto alboroto alrededor de este hombre.

Antes del show sonó una breve pero contundente selección de hip-hop de la vieja escuela que me dio buena espina: al menos alguien de la producción sabe de dónde viene todo el numerito, pensé. Aunque de todos modos los asistentes, la mayoría menores de 25 años, se veían más interesados en hacerse selfies que en la música que salía de los parlantes.

Al iniciar el recital empezaron también a desfilar los éxitos, que aunque no seas seguidor del artista, los conoces de menos vagamente porque los has escuchado allá afuera en… todas partes.

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Lo primero que me llamó la atención fue que en realidad esto no iba totalmente de reggaetón, sino de una fusión más amplia entre música urbana, pop y baladas cachondas; eso sí, con sus infaltables guiños gangsta y sus letras principalmente enfocadas en el flirteo, el amor, el cachondeo y todas sus variables.

Por momentos me recordaron a C. Tangana o a la mejor etapa de Calle 13 –aquella de su segundo y tercer disco, cuando estaban enfocados en un rap de letras ingeniosas, más que en la incontinencia panfletaria que les vino después.

Y sí, se escuchó mucho mejor en directo

Pero lo más interesante fue que, ahora sí, las canciones que antes me parecieron muy estándar, aquí crecieron con la ayuda de una banda de músicos, formada por un bajo y una batería remarcando con fuerza el ritmo (tan importante en este género) más una sutil guitarra eléctrica, que en conjunto inyectaron algo de la calidez, la inventiva y contundencia que no encontré en las grabaciones en estudio de los mismos temas.

Y aquí es donde me quiero detener un poco. Vivimos tiempos en los que a pesar de los múltiples avances tecnológicos –o quizá por ellos–, la mayoría de los artistas de la música popular no logran sonar en sus grabaciones tan bien como lo pueden hacer sobre el escenario. No todos, no siempre.

Obviamente, la primera razón es que la música nunca podrá ser ejecutada ni apreciada tan bien como se hace en vivo; sin embargo, cuando la brecha entre ambos formatos (grabación en estudio y ejecución en directo) es amplia y lo peor: tiende a hacerse cada vez mayor, sí que hay un problema.

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De la calidad del audio comprimido y del tipo de parlantes con los que muchos escuchan música, ya ni hablar.

Sé que los detractores del reggaetón dirán que "calidad de grabación" y "reggaetón" son dos términos que no deberían estar juntos en ningún texto, pero a donde quiero llegar es a que quizá la música de varios artistas, al estar grabada para tener éxito instantáneo, no está siendo registrada de un modo en que podamos descubrir todas sus cualidades, como sí sucede cuando los vemos en vivo, en un espectáculo bien producido como el que vi.

¿Qué tiene que pasar para que los artistas cuenten con cartas de presentación (discos o canciones) que reflejen de mejor manera lo que son capaces de hacer en directo?

¿Hacen falta más Quincy Jones y más Neptunes que vengan a arreglar todo este desmadre?

¿O sólo por ser reggaeton –la música más denostada de nuestro tiempo– no merece grabarse mejor?

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