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VICE World News

Encuentra un dron estadounidense y lo vende a piezas a Al-Qaeda y al gobierno paquistaní

VICE News se encontró con el hombre que descubrió un dron estadounidense en su patio trasero y luego vendió sus partes a al-Qaeda y al gobierno pakistaní.
Imagen por Gohar Mehsud

Hacía muchos años que quería escribir sobre los campos de fabricación de bombas de los talibanes y de Al-Qaeda en las inmediaciones de la frontera afgano-pakistaní. Después de muchas dificultades, conseguí visitar un campo talibán enclavado en las montañas del norte de Waziristán. Fue en febrero de 2014. Sin embargo, el viaje no discurrió tal y como me lo esperaba. A pesar de que llegué ávido de aprender cómo se fabrican bombas, enseguida me encontré con que la conversación viraba hacia terrenos mucho más insólitos. De pronto estábamos hablando de un viejo de la aldea, el hombre más viejo de todo el poblado de hecho, que había descubierto un dron estadounidense estrellado.

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Unos días después, enfilé rumbo al campamento. Un joven aprendiz de talibán me llevó hasta un mercado cercano para que me abasteciera de alimentos para los próximos días. El cielo estaba cubierto por pequeñas nubes que dejaban entrever un azul radiante, un cielo luminoso recortado contra las poderosas montañas. Era un panorama hermoso. Sin embargo, el zumbido constante de los drones que nos sobrevolaban me hizo recordar enseguida donde me encontraba.

El mercado quedaba a unos diez minutos del campamento y consistía en tres pequeños colmados armados sobre paredes de ladrillos cubiertas de barro. Habría unas 20 personas en el exterior. Parecían estar muy concentradas en su conversación. Mientras nos aproximábamos hacia ellos, los aldeanos se incorporaron y nos estrecharon las manos. Fueron muy amables y generosos, y enseguida nos ofrecieron té y nos invitaron a que nos sumáramos a ellos. Aceptamos. Los talibanes me presentaron. Contaron que soy periodista, lo cual disparó todavía más el interés de los vecinos en mi persona. En aquellas latitudes remotas se tiene a los periodistas en muy alta estima, a pesar de que la presencia mediática en la zona sea casi inexistente. Allí, las condiciones para informar son de lo más hostiles.

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Algunos vecinos de la zona conversan a la salida de un colmado local. Todas las fotos, de Gohar Mehsud.

Una residencia de la tribu situada cerca de la frontera entre Pakistán y Afganistán.

El más anciano de los aldeanos, que exigió que su nombre no fuese desvelado, se sentó frente a mí. Quería saber cuál era mi opinión sobre el estado actual del mundo. "Hay guerra y violencia en todas partes. ¿Por qué?", me preguntó. Yo le conté que, desde mi punto de vista, la violencia era el resultado de los intereses políticos y del fanatismo religioso. Y que ambos venían manifestándose desde hacía siglos. Entonces respiró hondo y me dijo: "Deseo en nombre de Dios que la retirada estadounidense de Afganistán empiece bien pronto, porque es la raíz de todos nuestros problemas". Muchos de los allí presentes están convencidos de que Estados Unidos invadió Afganistán por su religión y por sus abundantes reservas minerales.

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Yo le pregunté al anciano cómo se sentían los vecinos de la aldea con la presencia de los drones. Me contó que el norte de Waziristán es una de las zonas más tranquilas del planeta, pero que la guerra y los ataques de los drones la habían convertido en una de las más peligrosas.

Para entonces ya había sido servido el té y estábamos sentados afuera, disfrutando de nuestros calientes brebajes. Entonces el viejo me dijo: "Déjame que te cuenta una interesante historia…".

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* * *

Fue un día de 2007. El más viejo de todos los viejos estaba tranquilo en el patio de su casa. De pronto escuchó un cúmulo de voces agitadas. Estaban gritando. Decían que un dron estaba cayendo en picado desde el cielo.

El viejo más viejo alzó la vista y observó el errático movimiento del planeador — que daba bandazos en el cielo — hasta que se estampó en una montaña cercana. El viejo más viejo corrió entonces rumbo al lugar del accidente. Sin embargo, antes de que llegara, su hijo mayor y los amigos de este — que estaban cazando por la montaña — rodearon el aparato y proclamaron que era suyo, de acuerdo con las leyes locales.

'Lo sacamos afuera y lo escondimos en una montaña cercana. Lo vigilamos durante toda la noche para que nadie lo robara'

Enseguida se personaron otros aldeanos en la escena del siniestro. El más viejo me contó que los vecinos de la zona odian profundamente a los drones. Detestan especialmente el sonido que emiten mientras les sobrevuelan. De tal manera, descubrir un dron en el suelo, quieto y silencioso frente a ellos, les pareció algo completamente bizarro. Los aldeanos reaccionaron de formas muy variopintas. Algunos estaban emocionados, otros se enfadaron o se mostraron preocupados, y algunos más se quedaron en estado de shock.

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¿Cómo se suponía que tenían que lidiar con aquella situación? Mientras se concentraban alrededor del dron, un hombre alzó su voz repentinamente y les ordenó que se alejaran del aparato. Les advirtió que podría explotar en cualquier momento. Así que, de inmediato, todos se movilizaron para salir en busca de un hacha y cortar así los dos misiles que seguían encajados bajo las alas del planeador. El más viejo y su hijo se llevaron entonces el dron rumbo a casa. Según los vecinos, el aparato era de un blanco parduzco y llevaba incorporadas varias cámaras en su parte inferior.

Todas las fotos de Gohar Mehsud.

* * *

El más viejo me invitó entonces a su casa a cenar. Quería seguir contándome la historia. Me mostró fotografías de sus hijos y de otros aldeanos posando frente al dron. De hecho, había clavado algunas de las imágenes en la pared de su casa. Sacarse fotos con el dron había sido, sin lugar a dudas, un motivo de orgullo.

El más viejo todavía guarda el motor, la ojiva hueca del aparato y otras partes de los misiles, en su casa. Me permitió que los sostuviera entre mis manos. Sin embargo, cuando le pregunté si podía hacerme una foto con el dron, me dijo que no. Me explicó que se trataba de un asunto muy delicado y que no quería meterse en problemas.

Al servirse la cena, le pregunté al hijo mayor cómo se sintió el día que llevaron el dron a casa. "Perturbado y asustado" contestó. "Nos asustaba pensar que el ejército de Estados Unidos pudiera enviar otro dron y que este volara nuestra casa y a la familia entera por los aires", contestó. "De modo que lo sacamos afuera y lo escondimos en una montaña cercana. Lo vigilamos durante toda la noche para que nadie lo robara. Y mi padre se encargó de decirles a los aldeanos que todos debían de guardar el secreto del dron y no contárselo a nadie".

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Solo dos días después del descubrimiento, el más viejo y su familia fueron contactados por los talibanes de la zona y por algunos miembros de Al-Qaeda. Cuenta que intentaron presionarle para que les entregara el dron. Y cuenta también que se negó a hacerlo porque su plan era venderlo y sacarse un poco de dinero.

Todas las fotos de Gohar Mehsud.

También asegura que los gobiernos de India, Afganistán y de Estados Unidos le contactaron (todos de manera directa e indirecta) y que se interesaron por comprarle el dron. Algunos de ellos incluso llegaron a ofrecer una cantidad estimable, me contó. Sin embargo no quiso vendérselo por miedo a las represalias de los talibanes y de Al-Qaeda.

Unos días más tarde, algunos representantes de Al-Qaeda se personaron en su caso. Le pidieron que les enseñara el dron. Lo escrutaron a fondo, anotaron sus números de serie y luego compraron algunas de sus cámaras y de su placas de circuitos. Le contaron que las querían para experimentar con ellas y para ver averiguar cómo hacer un dron por sí mismos. Al poco tiempo, Baitullah Mehsud, el fundador de los talibanes en Pakistán y su máximo dirigente, que sería asesinado en 2009, fue el siguiente en visitarle.

Pakistán descubrió sus primeros drones domésticos de vigilancia en noviembre de 2013

Al más viejo le preocupaba qué sería de él. Tenía miedo de ser espiado y de que alguien le amenazara. O de que atacara a su familia. O a su casa, en mitad de la noche.

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Entonces otro líder local le contactó en nombre del gobierno de Pakistán. Le contó que le habían enviado hasta allí para comprar el dron. Ambos se sentaron a negociar hasta que cerraron un acuerdo por 10 millones de rupias pakistaníes, 100.00 dólares. El viejo percibiría, además, una comisión de 1 millón de rupias.

Todas las fotos de Gohar Mehsud.

Después de la visita, los funcionarios pakistaníes llegaron protegidos por la oscuridad de la noche, cargaron el dron en un camión y se lo llevaron hasta la base del ejército en Miranshah. Al día siguiente, un helicóptero trasladó el planeador hasta un destino desconocido.

El más viejo aseguró que no estaba del todo satisfecho con el negocio. Se creía que el dron valía mucho más que 10 millones de rupias. Claro que, al mismo tiempo, pensó que ni él ni su familia iban a encontrar una forma más sencilla ni más segura de venderlo.

El resto de líderes de las aldeas colindantes se mostraron, pese a todo, extremadamente apasionados con el dron. Todos contaban el incidente hasta el menor de sus detalles con un incuestionable orgullo. Según me contaron, la perdida del dron tenía que haber supuesto un grave problema para Estados Unidos, algo que les llenaba de satisfacción.

Una joven de 29 años lidera un movimiento estudiantil laico e independentista que Pakistán considera terrorista. Leer más aquí.

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En noviembre de 2013 Pakistán descubrió su primera camada de drones producidos en el país. El estado asiático llevaba años intentando desarrollar su propios modelos de drones de combate.

Un comandante talibán me contó este verano que los ataques que han padecido últimamente son extraordinariamente precisos. En junio de 2014 el ejército pakistaní lanzó la Operación Zarb-e-Azb. Se trataba de una ofensiva dirigida contra los talibanes, Al-Qaeda, la guerilla Haqqani y otros grupos. La campaña, que fue respaldada por el gobierno de Estados Unidos solo arrancó, una vez fracasadas las conversaciones entre el gobierno y los guerrilleros yihadistas, y solo una semana después del ataque terrorista contra el aeropuerto internacional de Jinnah, que se saldó con la muerte de 18 personas y de 10 combatientes.

El día 9 de julio, un portavoz del ejército pakistaní proclamó que el 80 por ciento de los objetivos en la zona donde estaba ubicada la aldea, al norte de Waziristán, había sido "limpiada de terroristas".

Después de una pausa de seis meses, Estados Unidos reanudó el pasado mes de junio sus ataques con drones. Desde entonces, las ofensivas no han dejado de intensificarse. El pasado 7 de octubre, los bombardeos estadounidenses asesinaron a un mínimo de 10 yihadistas en dos ataques separados. Tres semanas después se anunció que el día 30 de octubre, los ataques con drones se cobraron las vidas de, al menos, otros cinco combatientes.

Sigue a Gohar Mehsud en Twitter: @tribaljournlist