FYI.

This story is over 5 years old.

escándalo

Todos somos el pasajero expulsado por United Airlines

Mira la cara de ese tipo, la próxima vez podrías ser tú porque pagar tu billete no te garantiza volar.

Todos estaremos de acuerdo en que el vídeo del avión es revelador, sí, y lo es en varios sentidos. Pero primero recapitulemos un poco y recordemos el incidente para los más despistados. El vídeo se grabó antes de que un vuelo de la compañía United Airlines entre Chicago y Louisville despegara. Como resultado del tan temible overbooking la compañía se vió en la incómoda situación de tener que pedir voluntarios para que abandonaran el avión y tuvieran que esperar a coger otro vuelo. Lo más jodido del asunto es que los pasajeros tenían que ceder su sitio a miembros de la propia compañía United Airlines que tenían que volar por trabajo. El caso es que nadie se manifestó y los representantes ahí presentes de la compañía aérea decidieron aumentar la compensación económica para tal sacrificio pero, de nuevo, nadie sucumbió. Fue en estas circumstancias en que los profesionales aéreos decidieron escoger a un cliente al azar y obligarlo a abandonar el vuelo. Le tocó a un señor con gafas. Todo lo demás ya es historia de internet.

Publicidad

Por lo que parece la CNN ha conseguido comprar otro vídeo del incidente —como veis hay gente sacando tajada del incidente, gente como la que ha vendido ese vídeo a la CNN; gente como la CNN o gente como nosotros que estamos haciendo un artículo sobre el tema—, os lo enlazamos aquí:

El vídeo tiene varios niveles de indignación. El primero, y más evidente, es la brutalidad con la que se echa a un cliente de la aerolínea que HA PAGADO su vuelo. Indecente, por supuesto, como la existencia del turismo y de las compañías low cost que lo propagan y que, de paso, destruyen este planeta con sus emisiones de dióxido de carbono. No pasa nada, dentro del infierno hay otro infierno, es algo coherente.

Segundo. Bienvenidos al mundo real. Supongo que no acabáis de descubrir que las compañías aéreas pueden denegar el embarque a los pasajeros por haber vendido más billetes de los que puede albergar un avión. Esta es una práctica habitual que se utiliza para minimizar al máximo las pérdidas de la compañía aérea, siendo el pasajero que compra un billete y no se presenta, una herramienta para monetizar los incidentes personales —"Hoy no puedo volar porque tengo un divorcio que atender"—. El overbooking existe y es totalmente legal, de hecho es más legal que tú. Cuando uno descubre que las aerolíneas hacen esto de vender más pasajes de los que un vuelo puede soportar, entonces uno deja de vivir en un mundo de fantasía y felicidad y se da cuenta de que TODO, absolutamente TODO, está muy bien atado por las desgarradoras manos del capitalismo y que no somos absolutamente nada. Pero tranquilos, el Ministerio de Fomento contempla estas situaciones y, de hecho, nos garantiza ciertos derechos ante cualquier caso de overbooking.

Publicidad

Tercer punto complicado de la situación. Ese momento en el que se tiene que decidir quién debe marcharse. Quién debe sacrificarse para que el aparato de metal puede alzar el vuelo y devolver a las personas a su hogar o les permita vivir una agradable estancia en un país desconocido. En fin, ese momento de intentar dilucidar quién tiene el viaje menos importante, quién tiene la vida más insulsa. Quién es esa persona que nadie ni nada depende de ella. Es como si se buscase a alguien que hubiera pillado este vuelo sin ningún tipo de sentido, casi por azar, "por hacer algo", porque esa persona no tiene nada más que hacer en la vida que ir cogiendo vuelos y bajándose de ellos a la mínima.

Aceptar esta humillación ante los demás pasajeros deja a uno en una posición muy triste. Alzas el dedo, te levantas y dices que te bajas a cambio de un puñado de monedas y la gente piensa que A) eres un pesetero o B) estás solo en esta vida y nadie te espera en casa, ni siquiera un loro o un paquete de barritas de pescado rebozado congeladas. O aún peor, pueden pensar que A) y B).

Cuarto y último punto. En este vuelo (desconozco qué pasa exactamente en otros vuelos) existe una limitadísima empatía por parte de los otros pasajeros, quienes podrían haber sido ellos los que terminasen arrastrados por el pasillo del avión con la boca ensangrentada y las gafas mal puestas y farfullando cosas raras al final del pasillo.

En este caso, las reacciones de protesta se han realizado a través de la red, a base de likes y retuits, pero en ningún caso ha sido una reacción in situ. En directo, los pasajeros se limitan a grabar lo que sucede a modo de denuncia, a modo de protesta velada. La distanciada de lo que le está sucediendo a ese señor asiático (la víctima) y ellos (los suertudos) es abismal. Los pasajeros que van a volar perciben ese suceso a través de una pantalla, una ficción que ellos mismos están ayudando a ficcionar a través de la red y que nos llega a todos nosotros.

Cuando vemos el vídeo, está claro que no somos ese chino del suelo y creemos que nunca lo seremos. Pero la triste verdad es que ese tipo podría haber sido cualquier persona del avión, solo una cuestión de azar separa a ese tipo del resto del mundo. Tanto nosotros como esos pasajeros que van a volar felices hacia su casa somos como unos polluelos que miran como una enorme mano coge a uno de nosotros y lo separa y lo alza y lo lanza a la guarida de una serpiente (el reptil es como una metáfora del mercado y el capitalismo). Ni nos alegramos de nuestra suerte porque vemos totalmente imposible la idea de que esto nos ocurra a nosotros, cuando la cruda verdad es que ese pollito, ese tipo de gafas, somos todos nosotros.