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Rio 2016

"Soy como un tiburón que huele la sangre en el agua"

El nadador estadounidense Michael Phelps, el atleta más laureado en la historia de los Juegos Olímpicos, ha vuelto a encontrar su pasión por la competición... y promete destruir a cualquiera que se cruce en su camino hacia el oro.
Brendan Maloney-USA TODAY Sports

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Michael Phelps estaba entrenando en un gimnasio al lado del puerto de Baltimore mientras una docena de fotógrafos y equipos de vídeo lo grababan. El momento estaba diseñado para ser registrado: era una oportunidad para ver al atleta olímpico más condecorado de todos los tiempos realizar su preparación de cara a sus últimos Juegos Olímpicos. La única autenticidad del momento residía en el propio Phelps entrenándose a todo gas.

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Así ha sido la vida de Phelps durante casi dos décadas. La mitad de ese tiempo lo ha pasado bajo los focos mediáticos como atleta de élite. Phelps debutó en las Olimpiadas de Sídney con quince años… y de eso hace 16 ya.

Más natación: El valiente que compitió en unos JJOO sin saber nadar

El nadador estadounidense sido elogiado y ridiculizado en la esfera pública. Es el niño maravilla de la natación que creció para ser imperfecto y extremadamente exitoso. Esta rareza de otra estratosfera —las barras de entrenamiento, las cámaras y la certeza de que tal vez sea el mejor atleta en su disciplina de toda la historia— es su vida.

"Es el último adiós, lo juro", aseguró Phelps en su día. "No tengo de qué arrepentirme, ya que el pasado está a mis espaldas. El día de mañana me recuerda dónde quedó".

Cinco meses antes de su llegada a Río de Janeiro, Phelps se encuentra en las oficinas centrales de su patrocinador en su ciudad natal para el lanzamiento de la ultima campaña de la marca de ropa deportiva de cara a los Juegos Olímpicos de 2016.

Los versos citados arriba, que abren el anuncio, encapsulan la vida de Michael Phelps. En cuestión de horas, el spot era ya un fenómeno viral. Un par de semanas después de su lanzamiento, ya cuenta con más de cuatro millones de visitas en YouTube.

Sin embargo no parece el principio del final de Phelps, sino más bien un nuevo esfuerzo para reconstruir su imagen: ¡bienvenidos al Phelps 4.0! Antes veíamos al adolescente que braceó hasta el estrellato en el 2000, la superestrella que ganó ocho medallas de oro en Beijing 2008 y el Phelps que llegó a Londres cuatro años después con la esperanza de mantener parte de su éxito antes de la retirada: ganaría otras tres medallas de oro.

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Esta vez, Phelps se presenta como un hombre cambiado. Ahora tiene 30 tacos, una prometida y un hijo en camino. Ha sobrevivido a sus tormentas personales y ha aprendido algunas cosas sobre los beneficios de la sociedad de los medios y también las consecuencias negativas que acarrean, especialmente después de cualquiera de sus varios traspiés públicos.

"He aprendido a aceptarlo", comenta Phelps a VICE Sports. "Hacer lo que quería hacer tenía sus consecuencias y había que pagar un precio. Para mí, querer hacer algo que nadie más ha hecho en la historia de los Juegos Olímpicos es el tipo de precio debes costear. No cambiaría nada de lo que ha pasado en mi vida. Estoy feliz de seguir vivo y de que la salud me acompañe en todos los aspectos".

Cuando eres un viejo lobo de mar a los 31 años. Foto de Michael Madrid, USA TODAY Sports

Phelps dice esto mientras se encuentra sentado en una sala de conferencias en el último piso de las oficinas centrales de su sponsor. A las dos en punto se le ve cansado y fatigado. Ha sido un día largo, pero aún aguardan innumerables entrevistas con los medios y un vuelo a Los Angeles.

Ya a esta hora, dice, no existe pregunta alguna que no haya sido planteada y nada que no haya contestado un par de veces. Para comprobar lo que dice, le grita a un amigo sentado en la sala y le pide que calcule el número de entrevistas que ha dado en toda su trayectoria.

"¿Cuál dirías tú que sería el número aproximado de entrevistas?", le espeta. "¿Toda una vida? ¿Quince años, o unas 10.000? ¿15.000? ¿20.000? ¿50.000?". Sea como sea, son muchas. Esta es una más. Es parte de su vida.

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"Hasta cierto punto soy un libro abierto", comenta Phelps. "Básicamente lo sabéis todo de mí… menos algunas cosas que mantenemos en secreto".

Parece un reflejo de la realidad. Phelps ha sido alabado por sus triunfos en la natación pero, en ocasiones, también ha sido vilipendiado por sus problemas legales. Hace 18 meses fue arrestado en Baltimore por conducir bajo la influencia del alcohol, y no era la primera vez que ocurría.

El arresto fue público, pero a la sombra quedó la caída en picado y la revelación que experimentó después —hasta que se convirtieron en el tema principal de un artículo de Sports Illustrated el año pasado.

Phelps celebra su octavo oro olímpico junto a sus compañeros de relevos en Beijing 2008. Imagen vía WikiMedia Commons.

Phelps pasó 45 días en una unidad de rehabilitación, según SI, y reencontró el deseo de nadar. Phelps insiste que posee energías renovadas para el deporte, lo cual es un gran cambio comparado con su compromiso rumbo a las Olimpiadas de 2012. "Ir a Londres fue un chiste", dice mientras se ríe.

Un amigo le retó a alcanzar su máximo rendimiento y prepararse a consciencia de cara a los próximos Juegos. Phelps admite que lleva mucho tiempo lejos de su mejor forma física. Le frustra el hecho de que no haya logrado mejores marcas personales desde 2009.

"Es bastante raro admitirlo, pero no estoy seguro de haber dado mi 100% después del 2000". Ahora sí, lo está dando todo.

Su entrenamiento, dice Phelps, refleja su esfuerzo. Su cuerpo ha cambiado y se ha vuelto más ágil. En Londres Phelps tenía un 13% de grasa corporal y ahora posee un 5%, y disfruta más que nunca al nadar.

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"Vuelvo a amar lo que hago", comenta el estadounidense. "Ha pasado mucho tiempo para que pueda decirlo y de verdad lo digo de todo corazón. Me siento como un niño otra vez, justo así es como me sentía cuando di lo mejor de mí en la piscina".

"Disfruto yendo a entrenar y a las reuniones", prosigue Phelps. "Supongo que soy algo viejo, pero cuando estamos entrenando, si veo la oportunidad de ayudar a alguien o de destruirlo mentalmente me encanta"

Soy como un tiburón que huele sangre en el agua. Cualquier chaval nuevo que llegue, si habla de más o hace algo, encontraré la forma de partirle en dos.

Michael Phelps, nadador olímpico y depredador de sueños jóvenes

Esta última parte, la de utilizar a sus compañeros como cebos para su cabeza, parece llenarlo de felicidad.

Desde luego, Phelps también tiene la esperanza de que todos sus compañeros se preparación puedan conformar el equipo para los Juegos, pero también disfruta cuando los destruye por el camino. Su víctima más reciente es de hace menos de un mes, y aún sonríe como si lo acabara de aniquilar.

Como mínimo, Phelps llegará a estas Olimpiadas, sus últimas, con la misma pasión por la piscina que le convirtió en una estrella. "Me encanta", asegura. "Lo disfruto, soy un competidor nato en la piscina. No había sentido esto desde 2008, así que creo que esa parte de mí ha regresado".

"Y sí, es muy divertido. Aunque suena muy mal, realmente es muy divertido". Cuidado con el tiburón de Baltimore en las aguas de Río.

El autor no podría seguir la dieta de Phelps porque es un glotón, pero tú puedes seguirle en Twitter: @mike_vorkunov