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Fotos

Happy City

Para coger en Miami, Japón y Las Vegas en la misma noche, el destino es Santo Domingo.

D.

Este inesperado oasis de palmeras, bungalows y extravagante arquitectura con luces de neón no se encuentra en un desierto como Las Vegas, ni al lado de las Cataratas del Niágara —inspiraciones arquitectónicas de estos hoteles de amor— sino que se extiende a lo largo de una avenida del centro de Santo Domingo, llena de talleres mecánicos, gasolineras y fábricas. Estos son los hoteles de amor del siglo XXI en la capital de República Dominicana. El motel más viejo en esta zona fue construido apenas en el año 2000, el más nuevo, Happy City, fue construido hace cinco años, y los dueños y administradores son casi todos chinos.

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Algunos de los moteles fueron diseñados para parecerse a las exclusivas mansiones de los fraccionamientos en los suburbios de Santo Domingo, con pequeñas casas repartidas a lo largo de calles privadas y patios flanqueados por palmeras, mientras que otros parecen palacios reales con majestuosas cúpulas. Sea cual sea el estilo, estos moteles ofrecen a las parejas que los usan el lujo y la elegancia a los que la mayoría nunca podría acceder en ningún otro lugar.

A pesar de ser una ciudad de más de cinco millones de habitantes, esta capital caribeña sigue siendo bastante católica y conservadora. Aunque puede hablarse poco de sexo abiertamente, el tema está en la mente de muchos. La prostitución en República Dominicana es legal, y la isla es un destino popular entre los europeos y norteamericanos para el turismo sexual, pero estos moteles son visitados casi exclusivamente por parejas locales. Pocas ciudades en el mundo ofrecen retiros urbanos tan románticos a precios tan accesibles.

Muchas veces los nombres de los moteles buscan hacer el paro a los adúlteros (La Compañía, La Oficina); algunos están diseñados para lubricar la imaginación (Obsesión, Éxtasis), mientras que otros ofrecen la promesa de destinos más exóticos (Miami, Japón, Happy City).

Aunque los edificios parecen palacios de mármol, la mayoría de los materiales de construcción son más llamativos que lujosos; los hoteles resaltan más por la noche porque no hay otros edificios que sirvan como referencias (una réplica del Empire State de dos pisos parece un rascacielos en la distancia), y lo malhecho de todo a menudo se oculta por la oscuridad y las brillantes luces de neón.

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Los moteles están específicamente diseñados para que la gente no vea y no sea vista, y por lo tanto no hay ninguna interacción entre los huéspedes. Aparte de los gerentes chinos y el personal dominicano, no vi ni una sola persona entrar ni salir del motel, incluso con el flujo constante de vehículos por las tardes y durante la noche. Cuando tomé estas fotos, yo era una de las pocas personas caminando por la carretera en medio de todo el tráfico pesado.

A cualquier hora, cientos de parejas están teniendo relaciones íntimas en los moteles, pero todo se lleva a cabo en total privacidad y anonimato. Coches, muchos con vidrios polarizados, salen de la avenida y entran a cualquier garaje desocupado, la cochera desciende y la pareja sale del coche sin que nadie los vea. El pago se realiza a través de una ventana en forma de L para evitar cualquier contacto visual con el personal del motel. Esta invisibilidad permite que las personas de todas las tendencias sexuales usen estos gigantescos moteles de amor como su propio palacio de placer privado. Aunque la actividad sexual nunca estuvo a la vista, fuerte salsa, reggaeton y merengue se oían por todas partes, acompañados de fuertes gemidos o gritos.

Mientras hacía estas fotografías, me registré en uno de estos moteles. Igual que en México, se rentan normalmente sólo por unas horas pero decidí quedarme más tiempo —yo solo— por cuatro días en el mismo motel. Mi habitación tenía todos los ajustes necesarios para una estancia romántica. Una enorme cama, un sofá tántrico acompañado de un cartel en el que una pareja de negros ilustraba gráficamente decenas de diferentes posiciones que una pareja puede disfrutar en ese mueble erótico, espejos en la pared y en el techo, dos fotografías de asiáticas desnudas en la pared, una ducha con “dedos mágicos” y la silueta de otra mujer asiática grabada en la puerta corrediza de cristal. También me dieron una bolsa de plástico con dos jabones de limón, una toalla, dos chocolates y dos condones (hechos en Corea). Fue un poco difícil fotografiar estos moteles, ya que los clientes y el personal se pusieron nerviosos, por miedo a que publicara las imágenes en periódicos o que las utilizara para extorsionarlos.

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Una habitación individual en Happy City cuesta el equivalente de 200 pesos mexicanos por dos horas entre semana, y alrededor de 260 los fines de semana, pero también es posible pagar por hora. Puedes pedir servicio al cuarto (todo, desde pollo frito hasta chow mein con caracoles), botellas de alcohol y cocteles. Al encender el televisor, las opciones de canales porno son amplias. Sólo falta encender la radio y subirle el volumen al merengue o al reggaeton y el mood está listo. Llega la hora de un buen cachondeo.

Happy City es una instalación itinerante que transforma los espacios de exhibición en moteles de amor y moteles de amor en espacios de exhibición (que consta de 18 fotografías de gran formato, una cama, espejos, condones y música). Más información en kurthollander.com.

Lee más en nuestra Edición de los Enjaulados.

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Ojo, mucho ojo: Kurt Hollander