Un consumidor y tres dealers hablan sobre el decreto de Duque
Foto: Sebastián Comba | VICE Colombia.

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Drogas

Un consumidor y tres dealers hablan sobre el decreto de Duque

El decreto pone en papel lo que los policías hacen desde hace mucho tiempo: paran a las personas que les parecen sospechosas, las requisan y les quitan lo que tengan.
MB
tal y como se lo contó a Miguel Botero

Artículo publicado por VICE Colombia.


Julián Mesa echó mano de sus experiencias y contactos para hablar sobre el decreto que reglamenta la incautación de la dosis mínima.

Íbamos a escribir esto en tercera persona, pero es muy primera cuando compro la heroína, la preparo y me chuteo.

Yo me inyecto tres veces al día.

Yo me enfermo si no me pongo la inyección a tiempo.

Yo voy a tener que lidiar con el decreto que Iván Duque firmó.

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Digo lidiar, pero creo que esa firma no va a cambiar lo fundamental. El decreto pone en papel lo que los policías hacen desde hace mucho tiempo: paran a las personas que les parecen sospechosas, las requisan y les quitan lo que tengan. Da igual cuánto es o ¿alguien ha visto a un tombo con una gramera en la mano pesando perico o bareta en la calle?

Lo que no da igual es la pinta del consumidor porque el cálculo para saber si es sospechoso, al igual que el de los gramos, se hace a ojo. Si está muy chirri, muy metalero, muy punki o muy parado en parque, hay que requisarlo. Yo soy usuario y apuesto a que si me ven en la calle no sospecharían de mi consumo. Mis amigos y yo nos cuidamos, trabajamos, estudiamos, nos vemos como cualquier bogotano. Lo que la policía hace es perfilar a los usuarios a fuerza de prejuicios.

Quién sabe si ahora los tombos van a tener más ganas de requisar a la gente que tiene buen efectivo y mucho miedo de ir a una URI, la gente que rumbea en la 85 y paga un cover costoso para consumir en una discoteca. Porque el decreto pone en papel el procedimiento viejo e ignora la corrupción de siempre. Lo primero que muchos policías hacen cuando encuentran algo en la requisa es extorsionarnos. Una vez estaba con mis amigos en un bar en la Candelaria. Entró un policía, nos requisó, dio con la heroína que habíamos comprado. Dijo que sabía que era costosa y que si se la llevaba, nos iba a dar síndrome de abstinencia. Nos propuso que nos devolvía todo si le pagábamos el doble de lo que nos había costado.

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Podría decirle al editor de VICE que me contratara para contar todos los casos que conozco. Llenaríamos esta revista de requisas, chantajes y sobornos.

Las historias de los dealers son parecidas. Alejandra lleva tres años vendiendo heroína y marihuana. Le pregunté si había tenido algún encuentro con la policía. “Una vez no estaba vendiendo, estaba transitando. Me requisaron y encontraron varias cosas. Algunas las votaron. Solamente se quedaron con la marihuana y el perico porque es lo que conocen. Y pues entré a negociar con ellos. Dependiendo de la cantidad que vean, te van a cobrar. Pagué 80 mil pesos porque no era tanto lo que tenía”.

José, otro dealer conocido, lo dice sin anécdota: “he tenido encontrones con la Policía pero ya se cómo manejarlos. Uno ya va como preparado a que, si algo le pasa con la policía, tiene que tener dinero para podérselos quitar de encima”. Podría decirle al editor de VICE que me contratara para contar todos los casos que conozco. Llenaríamos esta revista de requisas, chantajes y sobornos. La misma fuerza policial lo reconoce. A diciembre del año pasado había 2.000 investigaciones por corrupción en la Inspección General. “Dentro de las conductas de mayor recurrencia está el concierto para delinquir, también la concusión y el cohecho”, declaró el general Carlos Mena.

Duque dice que hay que destruir las drogas porque son sustancias prohibidas en las calles. No sabía que mi bolsillo era espacio público, menos cuando llevo mi gramo, nada más. La senadora María del Rosario Guerra habla de proteger a “nuestros niños”. No sé por qué dice “nuestros”. Míos no son, no los conozco y nada tienen que ver con la inyección que me pongo en mi casa o la de mis amigos. Claro que ningún niño debe consumir sustancias psicoactivas pero la evidencia apunta a que la mejor manera de prevenir que lo hagan es enseñarles sobre los riesgos asociados al consumo y entrenarlos en habilidades sociales y toma de decisiones.

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Sé que hay gente que trata de vender drogas en los colegios. Yo conocí la marihuana en séptimo. Mi novia resultó ser la expendedora. Empezó comprando su dosis en la olla del barrio. Como iba en uniforme, los del expendio le ofrecieron un descuento a cambio de que vendiera en el colegio. Hubieran podido coger a mi novia y decomisar hasta el último moño pero la olla hubiera seguido distribuyendo. No se desmonta un expendio a punta de multas y requisas.

Tampoco se reduce el consumo o se desmonta el microtráfico cogiendo dealers. Según Dejusticia, entre 2005 y 2014 la Policía capturó en promedio a 80.787 personas al año por porte, tráfico o fabricación de drogas. Eso equivale a 221 capturas diarias o 9 por hora. Un tercio (29,3 %) de los arrestos de esos años fueron por delitos relacionados con las drogas. En cambio, las capturas por concierto de delinquir (delitos de grupos organizados y empresas criminales) y lavado de activos (los procesos para esconder la plata sucia) representan apenas el 0,7 y el 0,5 % del total. Pero sí, pongan a la fuerza pública a decomisar gramos y poner multas.

Conversé con tres dealers. Ninguno ronda parques y colegios. Todos trabajan a domicilio y atienden a clientes que conocen, adultos que tienen plata para gastar. Alejandra dice que la medida le parece ridícula. No saben qué va a pasar, pero van a seguir vendiendo y confían en que no los van a coger con más de un par de sustancias. “El expendedor no tiene todo encima”, dice Alejandra. “Carga lo que va a entregar y un poco más por si se encuentra a alguien. El resto lo tiene en la casa o en un sitio que frecuenta”.

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John atiende a unas 80 personas al mes en el norte. Marihuana, ácidos, éxtasis, perico y poppers, casi todo a domicilio. “Puede que algunos dejen de comprar, que se asusten” dice cuando le pregunto por el efecto del decreto sobre sus ventas. “Si la gente se la quitan puede que compren más”, añade. Alejandra sabe que los usuarios más pobres no tendrán esa posibilidad porque un gramo de heroína cuesta 35 mil pesos. “Si usted tiene su dosis diaria o lo que necesita para sentirse bien y se la quitan, y tras el hecho le quitan plata, se va a sentir ofendida, enferma, va a entrar en una desesperación, va a hacer cualquier cosa”.

Yanina Silva, experta en prevención y reducción del daño, ha visto en trabajo de campo lo que Alejandra anticipa: “El impacto de confiscar un poco de marihuana a un usuario de cannabis con fines recreativos es casi nulo y confiscar la dosis a un usuario de heroína, por ejemplo, puede poner en riesgo su salud al punto de requerir atención hospitalaria de urgencia”.

Duque asegura que la norma es administrativa y no penal. Eso es lo que dice un presidente que está completamente desconectado de la realidad de los consumidores. Si algo es una pena es el síndrome de abstinencia. El de la heroína empieza con sudor frío y moqueadera. A algunos les da diarrea, dolor en todo el cuerpo, escalofríos, depresión. Todos los que lo hemos padecido, estamos de acuerdo en que el mono es una tortura. Silva dice que un síndrome de abstinencia “puede llevar a personas que no recurren habitualmente a la delincuencia a ejercerla como una medida de emergencia, lo que representa un riesgo indirecto para quienes no usan drogas”.

Hay muchos usuarios que no quieren dejar de consumir, que disfrutan o necesitan las sustancias que usan. Tienen derecho a seguir haciéndolo. Yo estoy cansado de consumir. Lo hago para no enfermarme. Sé que le estoy haciendo daño a mi cuerpo, que estoy desperdiciando la plata, pero no puedo dejar la heroína de un día para otro. Estoy espaciando las inyecciones, aguanto la siguiente hasta el momento en el que empiezo a enmonarme.

Ejercer el derecho a consumir o tomar la decisión de dejar de hacerlo sería más fácil si el Estado, en lugar de ordenar la persecución de los usuarios, garantizara el acceso a los servicios de salud. Como explica Silva, “la manera de atender a las personas dependientes de sustancias psicoactivas no es confiscando la sustancia de la que depende sino brindando atención integral que incluya estrategias de reducción del daño y oferta de tratamientos encaminados a la disminución del consumo, el mantenimiento o la deshabituación”.

Dije que el decreto no cambia mucho de lo que ya está pasando en la calle. Lo que sí hace es dar una señal clara de que el enfoque del presidente Duque es de persecución y represión. Los consumidores tendremos que esperar que la policía no nos meta las manos a los bolsillos. Los dealers seguirán trabajando. Alejandra lo dice: “siempre que uno esté al margen de la ley, se tiene que enfrentar a estas cosas. Pero siempre se encuentra la forma”.

* Los nombres de los dealers fueron cambiados para proteger sus identidades.